En inglés es “bungee jumping”, en español “puenting”, en ambos idiomas es un deporte para adictos a la adrenalina con desprecio a la muerte.

Aquí vemos como la turista autraliana de 22 años Erin Langworthy saltó 111 metros al río Zambesi, lleno de cocodrilos hambrientos y que lleva a las cataratas Victoria en Zimbabwe.

La chica salta.

La cuerda se revienta.

La chica se estrella contra el agua.

Aporreada, la joven tiene una sola opción nadar hacia la orilla para que no sirva de cena a los cocodrilos que ya debían estar relamiéndose: ¡carne fresca!

Describe lo que sintió al golpear el río: “Todo se puso negro y sentí que me habían azotado por todo el cuerpo. El agua corría y escuchaba el rugido, era como estar entre olas, me submergieron y volvieron a sacar y perdí todo sentido de dirección. No sabía que era arriba ni qué abajo”.

Ella tenía todavía los pies amarrados. “Lo que me asustó más fue cuando la cuerda se quedó atrapada entre las rocas. De hecho, tuve que submergirme y soltar la cuerda y luego volver a la superficie”.

Sobrevivió: con la clavícula fracturada, moretones por todas partes y uno de los mejores cuentos que no cabe duda será obligada a repetir por el resto de su vida.

El Mundo

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