Por: Vanessa Martínez Garzón – @vm_301101 y Andrés Felipe Peña – @andres061410, Periodistas del Laboratorio Unimedios. Universidad Santiago de Cali
Olga Behar es docente de la Universidad Santiago de Cali, amante de la verdad, que realiza un periodismo particular que muestra una visión diferente de Colombia. Ganadora de los premios Simón Bolívar, Anif 10 años y Glaad. Autora de una veintena de libros, entre los que se destacan ‘El clan de los Doce Apóstoles’ (2011) y ‘Noches de Humo’ (1988). La nueva edición de este último tuvo su lanzamiento recientemente, en un conversatorio virtual liderado por el periodista Antonio Morales, en la Cámara Colombiana del Libro. Así transcurrió el diálogo de Behar y Morales.
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Cuando estabas en el proceso de escritura del libro, y lo finalizaste ¿Cuál sería el género que sentiste que era tu libro?
Desde que lo concebí, yo estaba en una exploración sobre nuevas formas de contar. Venía de una larga carrera en medios de comunicación y me había acostumbrado al periodismo norteamericano, con esas reglas de la objetividad, este tipo de periodismo en los años 70. Yo renuncié a la objetividad en el 84, cuando dije que quería hacer un periodismo de autora; quiero que la gente cuando me vea en el noticiero, o cuando el presentador anuncie que estaré yo, las personas digan: ‘oye, subamos el volumen’, en lugar de decir, ‘cambiemos de canal’. Entonces, para mi primer libro, ‘Las guerras de la paz’, yo todavía estaba navegando en este tema de la fuente y contra-fuente, lo que se mezcló con la situación de mi exilio, y dije: ‘tengo que buscar otras maneras de contar, no voy a volver a trabajar en un noticiero, en el fragor diario de hacer 4 notas diarias, con un mar de información y un centímetro de profundidad. Empecé a estudiar qué publicaba la gente y cómo publicaba historias; y descubrí un género en Cuba llamado novela testimonial, yo le llamaría hoy ‘novela histórica’. A partir de las herramientas periodísticas para descubrir e indagar la historia, construían este tipo de novelas de la realidad. Hay una puesta en escena: se ficcionan los diálogos, las atmósferas, que están sustentados en hechos y testimonios de la realidad. Cuando yo construí ‘Noches de humo’ lo pensé como una novela testimonial; y considero que sí lo logré.
Todo el contexto político del libro pasa por tu recuperación de una historia inmediata, de los hechos que anteceden prácticamente a esos días tremendos, ¿Cómo buscaste eso?
Yo he trabajado con unas técnicas para construir mis narraciones, que provienen de mi trabajo en los noticieros, donde tuve la oportunidad de trabajar periodismo investigativo, que trabaja mucho los contextos. A mis estudiantes les pido que durante el desarrollo de una historia trabajen con el formato más ‘galludo’ de todos, que es la cronología histórica. En Noches de humo estaba circunscrito a una realidad que yo conocía mucho, porque había cubierto la guerra y la paz desde el año 77, entonces, pude elaborar esa cronología histórica de una forma muy natural. Y pude construir eso que es lo que le da verosimilitud a la historia.
¿Cómo abordas tú cosas tan complejas como el error del M-19 a través de los diversos capítulos de la toma y retoma del Palacio de Justicia?
La decisión está llevada al fracaso, hasta cierto punto, la decisión del M-19 de tomar el Palacio de Justicia es desesperada. Porque después de tener a todos los medios de comunicación, políticos y gremios del país, en una interlocución hasta el 85, ese suceso dejó en silencio total a todos sectores que los habían acogido. Los ignoraron y les cerraron las puertas. Ellos pensaron que era una buena idea, al ver sus resultados de 1980 cuando tomaron la embajada de República Dominicana, pensaron erróneamente en someter a la misma situación a Belisario Betancourt, sobrevalorando la majestad del poder judicial y subestimando el poder inmenso de los militares.
Hay quienes dicen que el error del M-19 fue no dirigir la toma hacia el congreso de la república, lo que hizo el tránsito hacía el desprecio gigantesco de la hegemonía colombiana de lo que significaba un poder relativamente independiente. ¿Podrías hablarnos de eso?
Desde el punto de vista político, hubiese sido más acertado tomarse el congreso, pero desde el punto de vista operativo hubiera sido imposible. Lo que era la Corte Suprema y el Consejo de Estado, era un edificio más bien vulnerable. Numéricamente, no es lo mismo tomarse un lugar donde habrá 30 o 40 rehenes importantes, que 400, como hubiera sucedido con el congreso. Militarmente era improcedente, la operación era más viable en el Palacio de Justicia.
¿Qué le sucedió a Álvaro Fayad para no darse cuenta de lo que sería la respuesta del Estado, como fue la retoma a sangre y a fuego del palacio?
Las decisiones del M-19 no son verticales ni unipersonales, fue llevado a discusión por el Estado mayor y tomaron la decisión de que la toma se hiciera. Cuando cayeron los planos del palacio, Fayad dudó y dijo que tal vez era un error que la hicieran. Aparentemente, eso no caló ni en el monte ni en Bogotá. Después de esto, yo considero que ellos evaluaron la situación y pensaron que el ejército no iba a imaginarse que después de detectada la operación iban a seguir con ella adelante, lo cual fue un grave error.
El ejército tenía en su momento conocimiento del plan que querían llevar a cabo el M-19; a pesar de esto, lo permitieron, ¿qué piensas de eso?
Yo creo en la tesis de la ratonera, es muy curioso que dos días antes quitaran la seguridad, y a la hora ya tuvieran un tanque adentro, eso no es así nomás.
Los del GOES que entraron por las azoteas, el tanque cascabel que entró, todo el posicionamiento de las tropas, la quemada del palacio, ¿tú crees que eso era un guion?
Creo que estaban preparados, pero lo del incendio no, sí creo que fue provocado por los militares con el roquetazo que lanzaron, pero fue accidental. Hay que entender que eso era como una carcasa de mármol, pero adentro era de madera, agregando los muebles y toda la documentación que había allí. Considero que el incendio no fue provocado ni por parte de los militares para quemar sus expedientes por violaciones de los derechos humanos, ni por parte del narcotráfico para quemar los expedientes de las extradiciones, ni por la guerrilla.
Precisamente, hubo un invento de que el M-19 había tomado el Palacio de Justicia potenciado por la necesidad del narcotráfico de quemar unos expedientes de extradiciones ¿Cómo ves eso?
La versión de que el incendio fue provocado por instrucción de Pablo Escobar, es una versión tardía. Ocurre cuando el supuesto financiador ya no puede dar su versión, cuando no es posible consultar si él financió o no la toma del Palacio de Justicia. Y nos queda la versión de Popeye, que dijo muchas verdades y mentiras.
Existe un personaje que lo trata con una emocionalidad especial, que es el caso de Clara Enciso, guerrillera del M-19, que logra escapar. ¿Puedes contarnos acerca de este capítulo?
Dos jóvenes del M-19 que me ayudaban mucho a hacer contactos con el Eme, llegaron al noticiero y me dijeron que me necesitaban, me fui con ellos en un carro, vendad, y llegamos a un apartamento; y uno de ellos dijo ‘mona, aquí está la periodista’. Yo no entendía nada, y cuando yo la vi, la vi sentada en una posición fetal en la cama, era la primera vez que la veía, y ellos me dijeron: ‘mire, ella es una sobreviviente de la toma del Palacio de Justicia’, y yo: ‘¿cómo?’ Fayad y la gente del Cauca necesitaban una versión de ella, me dieron una grabadora y comencé a hablar con ella y se le salieron las lágrimas, fue un impacto muy fuerte para mí, paré la conversación y les dije que ella lo que necesitaba era un psiquiatra.
¿Qué era lo que el M-19 no sabía de lo que sucedió, y qué querían saber?
Yo diría que querían saber las razones del porqué pasó esta cagada, ¿qué fue lo que pasó?, a estas alturas del partido en el monte no se sabía, por ejemplo, por qué uno de los carros no había entrado, los radios de comunicación de adentro no funcionaron, que hubo muchas situaciones aparte de la reacción militar que llevaron a un desastre de esta categoría. Ellos querían saber cómo se habían vivido esas 27 horas, cómo actuaron los compañeros, si se comunicaron entre sí, por qué no habían logrado el interés del gobierno de dialogar.
Las verdades sobre Belisario Betancur sobre el Palacio de Justicia estamos esperándolas, y al final de tu libro tú te mides a hablar sobre ello de una manera muy sutil, ¿podrías hablarnos del tema?
Lo primero que se dijo después de este holocausto fue que hubo un vacío de poder, que el presidente se sentó a esperar, los militares hicieron lo que pudieron; y hubo un vacío de 27 horas. Después de esto, el presidente retomó el poder con ese famoso discurso, cuando dijo que asumía toda la responsabilidad de lo ocurrido en el Palacio de Justicia. Pero, para mí, la teoría válida es la del golpe de Estado no declarado: al presidente lo mandaron para una habitación junto a los ministros, y no fue consultado respecto a todo este desenlace. Eso queda en evidencia en el epílogo, donde se menciona cuál es la responsabilidad del presidente: y está descrita en la declaración juramentada que él rindió en los juzgados por citación de Eduardo Umaña, representante legal de las víctimas. Allí el presidente dice que se dio cuenta del incendio porque se asomó por su ventana y vio unas ‘iluminacioncitas’, y que escuchaba en la radio lo que decían los periodistas. Esa es su confirmación de que él no estaba al mando.