No deja de asombrarnos — mirando desde New York en dirección de la Madre Patria — una serie de titulares recientes en diversos medios.
Hoy, según escribe lainformacion.com, el dirigente de la bancada socialista al parlamento, Alfredo Pérez Rubalcaba, en respuesta a las exigencias de funcionarios del gobernante Partido Popular, ha hecho públicas sus declaraciones de impuestos sobre la renta.
“Todos vamos a hacer un striptease económico: lo que hemos ganado, lo que tenemos y cómo justificamos lo que tenemos”, ha dicho el jefe del Partido Socialista Obrero Español.
Solo días antes las huestes del PP, en aparente desbandaba por los informes publicados en El País según los cuales Rajoy era uno de muchos del partido que recibió cientos de miles de euros en los llamados “dineros negros”, habían exigido ver las finanzas de Rubalcaba mediante el hashtag #QuelaenseñeRubalcaba, que dobló de la risa a más de uno por prestarse a vulgaridades.
Imaginamos que el PP pretendía mostrar que el dirigente socialista había pecado igual que acusan los medios y dirigentes políticos al actual presidente del gobierno.
Según lo que ha mostrado Rubalcaba su salario como jefe de la oposición es la mitad del que recibía Rajoy cuando desempeñó el mismo cargo.
Ello podría interpretarse que, si la virtud se mide en ingresos de funcionarios políticos, el socialista es el el doble de virtuoso que su contraparte.
Como golpe publicitario, gol para Rubalcaba, decimos desde New York.
Como movida política para Rajoy, otra metedura de patas: el que vive en casita de vidrio mejor que no tire piedras.
Enmarca este debate entre parlamentarios encorbatados, con sus camisas almidonadas, zapatos lustrados y trajes de diseñador, otra noticia que vemos con frecuencia creciente: los suicidios por desahucio — españoles víctimas de la crisis económica, que ante la perspectiva de no tener con qué pagar el alquiler han optado por suicidarse.
Lamentablemente han sido demasiadoos.
Nos preguntamos, ¿y qué piensan en la Madre Patria el obrero, el tendero, el taxista, el vendedor de periódicos, maestro, oficinista, portero, profesor — la gente común y corriente sobre una casta política que se recrimina mutuamente, mientras que sus compatriotas se suicidan porque no tienen con qué pagar el arriendo?
O, ¿será que desde New York no vemos las cosas claramente?