Conozca el Caribe, ¿Bermudas, Barbuda o Barbados?

Cuando hablamos del Caribe, es fácil imaginar una postal de mar transparente, arenas como talco y sol casi eterno. No importa de qué isla se trate porque la fórmula se repetirá en todas ellas.

Pero no son todas iguales, desde luego. De allí la idea de hacer un repaso por veinte pequeñas -o no tanto- naciones salpicadas en el océano, dejando de lado las más grandes y conocidas como Cuba, República Dominicana, Jamaica y Puerto Rico.

Lo que sigue es una invitación para encontrar la isla que más se acomode a nuestra fantasía… aunque sea para comenzar a viajar con la imaginación.

Antigua y Barbuda

En el Caribe Oriental, Antigua & Barbuda son en realidad tres islas: Antigua, la mayor y más desarrollada; Barbuda, salvaje y con playas casi vírgenes, y Redonda, un peñasco rocoso y deshabitado.

Antigua siempre acaparó el mayor porcentaje de turismo, y son varios los famosos que tienen casa allí, como Eric Clapton o Giorgio Armani. Su paisaje es más bien seco y llano, pero sus playas han ocupado varios primeros puestos en los rankings de las mejores playas del mundo. English Harbour es un hervidero de actividad durante la semana de vela, Race Week, a fines de abril.

Cuarenta kilómetros al norte de Antigua (se llega en barco o avioneta), Barbuda es más tranquila y agreste. Está formada por caliza coralina; de ahí el color rosado de su arena (Pink Beach es célebre por sus 8 kilómetros de arenas rosadas casi desiertas) y su única población es Codrington, bautizada por la familia que fue propietaria de la isla y que la usó como rancho privado. Cuenta con muy pocos y súper exclusivos hoteles: para darse una idea, aquí solía refugiarse la princesa Diana cuando buscaba verdadero descanso.

Islas Vírgenes Americanas

Son cerca de cincuenta islas, pero las más conocidas son tres: St. John, St. Thomas y St. Croix. A lo largo de su historia, pasaron por manos españolas, francesas y danesas, hasta que en 1917 Estados Unidos las compró a Dinamarca por 17 millones de dólares.

St. Thomas, además de ser una de las capitales mundiales del free-shop (la llaman el centro comercial del Caribe), es la preferida de los norteamericanos, y en su puerto atracan miles de cruceros por año. Más allá de las compras, de sus callecitas empedradas y tiendas coloridas, tiene playas como Dios manda, con aguas cálidas y arena fina (Magen’s Bay tal vez sea la más famosa, con su bahía en forma de corazón).

St. John, con apenas 14 km de largo, es la isla más pequeña, además de un paraíso para amantes de la naturaleza: dos terceras partes de la isla son parque nacional. En 1952, Laurence Rockefeller llegó navegando hasta sus costas, se enamoró de la isla, la compró y donó el 60% del territorio para convertirlo en parque. Gracias a este gesto, las playas están resguardadas por una espesa vegetación, y algunas de ellas, como Trunk Bay, han sido nombradas en más de una ocasión en el clásico listado de las diez mejores playas del mundo .

St. Croix es la isla más grande y la que más construcciones danesas ostenta, y vendría a ser un intermedio entre las otras dos: no es tan animada como St. Thomas, ni tan tranquila como St. John. Gran parte de St. Croix es Monumento Histórico Nacional, ya que allí se encuentran fuertes del siglo XVIII, molinos de viento y ruinas de plantaciones azucareras (imperdible el Whim Plantation Museum). Por otro lado, a pocos kilómetros de sus costas, los arrecifes de coral de Buck Island son ideales para practicar buceo.

Islas Caimán

La célebre condición de paraíso fiscal de esta colonia británica no opaca las características casi bíblicas de sus playas de arena blanca y aguas traslúcidas.

Gran Caimán es la mayor de las tres islas y la más desarrollada, aunque, según lo exige la ley, los edificios no pueden tener más de tres pisos. Pese a que la tierra es seca y está cubierta de maleza, los paisajes submarinos -barcos hundidos incluidos- son algunos de los más espectaculares del Caribe. De hecho, debido a la gran cantidad de naufragios y tesoros antiguos que se encontraron en sus aguas, se dice que las Caimán inspiraron a Robert Stevenson para escribir La isla del tesoro .

Se dice también que Colón divisó las islas en 1503 y las llamó Las Tortugas después de ver tantos de estos animales en el mar, aunque el nombre cambió más tarde a Caimán, en referencia a los reptiles que un día deambularon por las islas. De todos modos, las tortugas todavía están: en Gran Caimán se puede visitar la Granja de Tortugas, considerado el mayor criadero de tortugas marinas del mundo.

Islas Vírgenes Británicas

A pesar de estar a pocos kilómetros de sus hermanas, las Vírgenes Americanas, este conjunto de cincuenta islas, islotes y cayos se diferencia claramente de sus vecinas.

Aquí se ha preservado la naturaleza en su máximo esplendor, y el escaso desarrollo urbano es un sello distintivo de este territorio británico de ultramar (de hecho, ninguna construcción puede superar la altura de una palmera).

Por otro lado, la división especial del Financial Times les otorgó a las BVI el primer lugar en la categoría de mejor calidad de vida. Aquí no hay pobreza, desempleo… ni cadenas all inclusive, para el caso.

De todo esto se desprende que las islas son un destino para bolsillos pudientes. También para románticos, aficionados al buceo (cuentan con una biodiversidad de vida marina comparable sólo con el Amazonas) y a los deportes de vela: se las conoce como la capital del deporte de vela del mundo, ya que gozan de vientos constantes (pero combinados con un clima excelente) a lo largo de todo el año.

Aunque de las 60 islas y cayos del grupo, sólo 16 están habitadas; las más importantes son Tórtola, Virgen Gorda, Jost Van Dyke, Anegada, Peter Island y Salt Island. Salvo Anegada (de origen coralino; está rodeada del tercer arrecife de coral más grande del Caribe), las demás son de terreno montañoso y origen volcánico.

Tortola es la más grande del conjunto y donde se concentran los servicios turísticos. Con su relieve accidentado y cubierto de selva tropical, ofrece protegidas bahías de playas blancas y aguas calmas.

Virgin Gorda (llamada así porque a Cristóbal Colón su figura le recordó a la de una mujer recostada y generosa en proporciones) se destaca por sus clubes de yatching privados y los resorts de lujo. Además de sus playas desiertas y un patrimonio natural protegido invaluable, la mayor atracción de la isla es The Baths, una zona de grandes rocas graníticas poblada de cuevas y piscinas naturales de agua salada.

Santa Lucía

Aunque el punto más alto de esta isla de paisajes escarpados es el Monte Gimie, de 950 metros, los picos más famosos son los Pitons, cuyas siluetas sirvieron de inspiración para el diseño de la bandera, además de ser Patrimonio de la Humanidad (una curiosidad: en Superman II , el superhéroe vuela entre los Pitons en busca de una rara flor para Luisa Lane).

De 1674 a 1814, franceses e ingleses se disputaron la soberanía de este pequeño, pero estratégico territorio, a tal punto que la isla cambió de manos no menos de 14 veces. Fueron los británicos los que finalmente obtuvieron el trofeo, y por eso el idioma oficial es el inglés, se maneja por la derecha y el cricket despierta pasiones comparables al fútbol en nuestras latitudes.

El origen volcánico de la isla ofrece la oportunidad de visitar un volcán por dentro y sumergirse en los chorros de sulfuro, de famosas aplicaciones terapéuticas. También hay excursiones en el Central Forest Reserve, una zona protegida de selva tropical y hogar del papagayo de Santa Lucía, hoy en peligro de extinción

Pero, claro, el punto fuerte de la isla son sus playas tranquilas, con aguas cristalinas y buenos resorts sobre sus costas. En Marigot Bay, la bahía tropical que durante siglos fue refugio de piratas, hoy fondean algunos de los yates más suntuosos del Caribe.

Curaçao

A sólo 50 kilómetros de las costas venezolanas, Curaçao es la isla más grande y poblada de las Antillas Holandesas. El casco histórico de Willemstad, con sus casitas color pastel, es Patrimonio Mundial, y quienes conocen la capital holandesa dicen que parece una mini-Amsterdam.

En Curaçao se pueden explorar las Cuevas Hato, una elaborada red de estalactitas y estalagmitas, bucear entre el Bosque de Hongos, una selva submarina poblada de corales, retozar en playas como Cas Abao, al Noroeste, o visitar la antigua refinería de petróleo, que llegó a ser la más grande del mundo. De todos modos, la atracción más popular es el blue room, una cueva bajo el mar donde la luz hace que el agua adopte diferentes y extraños colores.

Una buena noticia para argentinos: a partir del 10 de junio, Copa Airlines viajará desde Buenos Aires a Curaçao, con escala en Panamá, cuatro veces por semana (domingos, martes, jueves y viernes). De esta manera, no hará falta sacar visa a los Estados Unidos (ya que antes se volaba vía Miami).

ST. Barth

Viajar a St. Barth (o St. Barts para anglohablantes) es como ser miembro de un club de elegidos. Hay que pagar por ello. En esta versión tropical de la Costa Azul, de hecho, se puede esperar de todo menos economía de bolsillo.

Saint Barthélemy, si usamos su nombre completo, es una de las islas más chic del Caribe francés, sede de tiendas súper exclusivas (no falta ninguna, desde Armani hasta Zegna, con el plus de que acá son libres de impuestos), clientes millonarios y playas de arena brillante.

El paisaje está definido por pequeñas villas desperdigadas por las colinas, hoteles de lujo (aunque muy pocos tienen más de 50 habitaciones) escondidos bajo las palmeras, playitas recoletas y el puerto de Gustavia, con sus veleros amarrados en las aguas verde esmeralda.

Foto cortesía Luz Adriana Villa via flickr

EL UNIVERSAL

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