file0001572600050En uno de sus últimos días en su trabajo en una bodega, Robert McKevitt de Des Moines, Iowa, sintió antojo por un chocolate de la máquina.

Puso un dólar pero el chocolate no cayó. Puso otro, y tampoco. Lo hizo una tercera vez.

Luego, según informa Kate Seamons en Newser, le dio un puñetazo a la máquina.

Nada.

Entonces, agarró el montacargas, levantó el aparato medio metro y lo dejó caer sobre el piso de concreto.

Seis veces.

(Imaginamos que cada vez que lo hacía puteaba a diestra y siniestra. De la ira. Y del hambre).

Informa Newser: “Lo que ganó: tres chocolates. Lo que McKevitt perdió: Su empleo, cinco días después”.

No solo eso, sino que le han negado beneficios por desempleo.

McKevitt dice que la historia ha sido exagerada, que él no dejó caer la máquina de chocolates, sino que trató de enderezarla luego de los golpes que le dio. Y, por si fuera poco, han cambiado la máquina en la bodega.

Artículo en inglés

 

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