Empatia de Biden

En medio del dolor que han causado las 200 mil muertes por Covid-19 en EUA, la falta de solidaridad con las víctimas y sus familias que ha mostrado Donald Trump ha sido ampliamente documentada y rechazada por un segmento del electorado. 

No se le ha visto en funerales ni en actos conmemorativos. Las pocas palabras de alivio que ha pronunciado suenan falsas, forzadas, como extraídas con tirabuzón.

Joe Biden ha sido todo lo contrario. 

Sus palabras van cargadas de sinceridad y empatía.

Cuando Jacob Blake fue baleado por la policía en Kenosha, Wisconsin, ambos candidatos tuvieron la oportunidad de mostrar sus prioridades.

El presidente visitó la ciudad, pisando duro, denunciando las protestas, visitando a la policía, e implicando que el adolescente racista que días después había matado a dos en una protesta había actuado en defensa propia.

Biden también fue a Wisconsin. Lo acompañó Kamala Harris. Se reunió con la familia Blake. Evitó las cámaras en lo posible.

A través de los años, los estadounidenses han llegado a esperar que su presidente les acompañe en su dolor.

Uno de los momentos más conmovedores de la presidencia de Barack Obama fue cuando asistió a una ceremonia para los niños asesinados en una escuela en Connecticut, le rodaban las lágrimas. Otra cuando cantó “Amazing Grace”, el himno religioso, luego de una masacre de inocentes en una iglesia negra en Carolina del Sur.

Más de una vez, George Bush fue a los hospitales a visitar militares heridos en la guerra que él inició en Irak. 

Nixon, Johnson, Truman, Roosevelt, Lincoln todos escribieron cartas de su puño y letra a madres y viudas de las guerras en Vietnam, Corea, la Segunda, la Guerra Civil. 

Pero Trump no.

Es más se le atribuyen palabras muy fuertes de desprecio a los soldados muertos: Presuntamente los llamó “perdedores”. Dice que no le gusta ver minusválidos y otros heridos de las guerras que él apoya.

Ha bromeado en sus visitas a víctimas de desastres naturales.

Sobre las víctimas de Covid-19 ha mantenido un silencio casi ensordecedor. Según su sobrina, Mary L. Trump, autora de un best-seller, y desde hace poco comentarista en programas de TV, es prueba de que Trump es un sociópata narcista.

Yo.

Yo.

Yo y los demás pal carajo. 

No falta quienes ven en esta falta de humanidad, un elemento atractivo. Macho.

Fuerte.

Varonil.

Liderazgo. Este rasgo es especialmente atractivo entre su llamada base. Neonazis. Supremacistas blancos. Veteranos de las guerras recientes. Resentidos con una sociedad que los exprimió y desechó. Gente que considera que uno de los principales problemas de la actualidad es que los hombres han dejado de ser machos. 

Lo irónico de todo es que Trump es un cobardón — conocido por los temores que lo consumen.

Joe Biden es lo opuesto.

Destella la empatía. Siente el sufrimiento ajeno porque su vida personal ha sido muy dura.

Perdió en 1972 a su esposa Neilia Hunter Biden y a Naomi, su hija recién nacida, en un accidente de tráfico.

Durante mucho tiempo tuvo que cuidar é solo a sus dos hijos hospitalizados. Sin madre. 

La tragedia volvió a golpear a Joe Biden en 2015 cuando enterró a su hijo Beau, a quien lo venció un tumor canceroso en el cerebro.

Esto se reflena en Joe Biden. En sus palabras. En la manera que se porta. En su capacidad de sentir el dolor ajeno y pronunciar palabras reconfortantes. 

Las siente.

En EUA han desparecido la decencia y la humanidad, la solidaridad con el sufrimiento ajeno, el presidente intenta humillar a sus adversarios poniéndole apodos denigrantes; se burla abiertamente de las limitaciones físicas de la gente; ha ordenado separar familias, enjaular menores y ahora esterilizar migrantes. Esto, además de quitar la salud a los pobres.

Cabe recordar que han muerto 200 mil personas sin que el gobierno se mosquée. Es más, se auto felicitan por su gestión.

¿Podrá la luz de la empatía derrotar las tinieblas de la indiferencia?

Muy pronto sabremos.

CFT, Director El Molino Online
PA, USA, 9/20/2020