En un vigoroso editorial, el New York Times pidió el 10 de agosto al presidente Obama que use su poder ejecutivo para dar el derecho de permanecer en EUA a millones de personas que no tienen documentos.
Apartes:
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No conocemos los detalles. El presidente Obama y el Departamento de Seguridad Nacional aún no han suministrado el quién, qué, cuándo, o incluso, oficialmente, si va tener lugar. Pero el presidente Obama se ha comprometido a responder a la negativa del Congreso a actuar sobre la reforma migratoria. Y la cosa más obvia es levantar la amenaza de deportación de inmigrantes cuyo retiro debería ser la prioridad más baja: aquellos que tienen hijos ciudadanos, empleos, sin pasados judiciales y con fuertes lazos en la comunidad. Algunos informes calculan que ese grupo sería entre cuatro y cinco millones de personas.
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Si el presidente Obama actúa, como debería, y la derecha explota, valdría la pena reflexionar sobre lo que harían el senador Jeff Sessions, el representante Steve King y sus intransigentes colegas y aliados. Para ellos, cero es el número exacto de inmigrantes no autorizados para aceptar; el momento adecuado es jamás. Dejarían intacta la podredumbre del sistema, para mantener la ficción de que el país puede alcanzar la legalidad a punta de deportaciones. Su falta de honestidad es repugnante, como es su ceguera ante un status quo donde la ley no existe, y la crueldad de negar las esperanzas a millones cuyo trabajo es bienvenido, pero cuya humanidad no lo es.
Los críticos de Obama en el Congreso pertenecen a una rama del gobierno que ha optado por no hacer nada constructivo sobre la inmigración — ni siquiera para resolver la crisis de los niños migrantes en la frontera este verano, la cual vieron, no hicieron nada al respecto y se marcharon de vacaciones. Es, después de todo, un año electoral. Han abandonado un trabajo difícil para que lo maneje el presidente Obama. No están en posición de quejarse cuando lo haga.
