Si lo vuelven a dejar jugar, al uruguayo Luis Suárez hay que ponerle bozal.
Su mordisco deja un sabor amargo en la victoria de 1-0 en el mundial de Brasil, que ha enviado a casa a Italia.
Lo peor de todo es que no es ni la primera, la segunda ni la tercera vez que este canibal agrede a otro jugador.
Lo hizo en el 2013 contra Branislave Ivanovic de Chelsea y en noviembre del 2010 en un juego en la liga holandesa.
Ese tipo es feroz y no pertenece en el fútbol.
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