Los Paradise PapersPublican Scott Shane, Spencer Woodman y Michael Forsythe en el New York Times. Appleby opera en un universo exclusivo de individuos con patrimonio neto ultralto (UHNWI, por su sigla en inglés), en el que los yates y los jets privados son los medios de transporte preferidos y las mansiones están vacías porque sus dueños tienen varias más. Algunos de los clientes de Appleby también son personas políticamente expuestas (PEP, por su sigla en inglés), para quienes es una meta crucial evitar atención no deseada.

“La gente adecuada. Los lugares adecuados”, se lee en la papelería de Appleby. La firma se fundó en las islas Bermudas hace más de un siglo y es considerada uno de los mejores despachos legales del mundo en referencia a empresas registradas en el extranjero. Una colección de 6,8 millones de documentos de Appleby, que obtuvo el periódico Süddeutsche Zeitung y compartió con organizaciones de medios a través del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, ofrece una mirada cercana de los servicios y los clientes de la firma.

Para una élite internacional variada, los servicios de baja fiscalidad ofrecen secreto y discreción, además de la oportunidad de minimizar o diferir sus impuestos. En vista de que evita clientes abiertamente criminales y corruptos, Appleby parece ser más escrupulosa que Mossack Fonseca, otra firma de paraísos fiscales con sede en Panamá, según una comparación de los archivos de Appleby con las filtraciones de los Papeles de Panamá, las cuales tuvieron cobertura a nivel global el año pasado.

En las actas de la junta directiva de Appleby, hay listas de “negocios rechazados” que incluyen a funcionarios gubernamentales sospechosos de corrupción y a millonarios ligados con el crimen organizado.

Sin embargo, se les escabullen algunos clientes sospechosos. Una presentación de PowerPoint que utilizó el gerente de cumplimiento de Appleby discute el financiamiento de terroristas y se refiere a fondos que estaban “definitivamente manchados”.

“Parte de la basura que aceptamos es increíble, totalmente increíble”, se lee en las notas de una diapositiva acerca de la evaluación de clientes potenciales.

A pesar de que han rechazado a algunos posibles clientes, el negocio rara vez había ido tan bien. Las filas de los superricos están creciendo a paso veloz, impulsadas por fortunas legítimas en las finanzas, el comercio y la tecnología, así como por las que provienen de las drogas, las malversaciones y los sobornos. Además, la industria financiera de baja fiscalidad ha crecido junto con las cuentas de sus clientes.

La cantidad de gente acaudalada en el mundo con más de 50 millones de dólares en activos es de cerca de 140.900 personas, la mitad de ellas de Estados Unidos, según un informe reciente de Credit Suisse.

En correos electrónicos, se puede apreciar que los empleados de Appleby se tomaban la molestia de mimar a los clientes adinerados. “Nuestras comisiones rondan los 40.000 dólares y son el tipo de personas que creo que apreciarían abrir una botella de champaña después de cerrar el trato con Appleby esta tarde”, escribió en 2008 un abogado que trabajaba en las oficinas de la firma en Gran Caimán respecto de un acuerdo particular. “¿Tienen la llave de la caja fuerte de los tragos? Tiene que ser algo decente porque saben de champaña”.

La jerga legal de los documentos filtrados puede aturdir la vista hasta que, como en el caso de un acuerdo financiero de 2015, descubres que este es por un yate espectacular de 50 millones de dólares, el Galactica Star, que Jay-Z y Beyoncé alguna vez usaron durante unas vacaciones.

Appleby tenía 31.000 clientes estadounidenses, la nacionalidad más común hasta el momento. Los archivos de la firma parecen un concurso de quién es quién entre los ciudadanos más acaudalados de esa nación: demócratas prominentes como George Soros, el financiero y filántropo; Penny Pritzker, la secretaria de Comercio en la administración de Obama; simpatizantes republicanos de alto perfil del presidente Trump, entre ellos Sheldon Adelson, el magnate de los casinos, y Carl Icahn, el inversionista de capital privado. Artículo completo en español en el New York Times