La primera vez que el presidente Trump atacó a la doctora Christine Blasey Ford por sus acusaciones de violencia sexual en contra del Juez Brett Kavanaugh, lo hizo por una de esas coincidencias históricas en un acto de campaña republicana en South Haven, Mississippi.
Trump se burló burdamente de la mujer que tuvo el valor de denunciar ante las cámaras del país y el mundo a quien ella asegura había intentando violarla 36 años atrás. Según indicó en su conmovedor testimonio, ella solo se atrevió a hablar cuando vio que Kavanaugh podría ocupar un cargo de enorme importancia y ella consideró su deber social dejarle saber al país qué tipo de persona es el juez.
Pero le cayeron encima como una tonelada de ladrillos, intentando destruirla y, en el proceso, desprestigiando a toda mujer que haya sido violentada sexualmente.
Trump advirtió luego que hoy días muchas mujeres inventan que han sido agredidas sexualmente.
Días después, y siguiendo una narrativa que se ha escuchado ad nauseum en medios de la ultraderecha, el presidente dijo que muchos jóvenes hoy día corren serio peligro de ser objeto de este tipo de acusaciones. Implicó que se trata de jóvenes blancos, a quienes dichas acusaciones les retira toda presunció de inocencia hasta haber probado culpabilidad.
Pero la evidencia no respalda estas acusaciones. La evidencia señala, sin embago, que acusaciones falsas se usan con más frecuencia en contra de hombres afroamericanos a quienes se les considera culpables desde el primer momento.
Históricamente, sin embargo, jóvenes negros han sido acusados de violencia sexual contra mujeres blancas.
En los años 80, un empersario llamado Donald Trump azuzó a la masa neoyorkina en el tristemente célebre caso de los 5 de Central Park. Cinco muchachos — 4 afroamericanos y uno puertorriqueño– fueron acusados falsamente de una horrible violación. Trump compró anuncios de una página en los periódicos locales pidiendo la pena de muerte para los sindicados.
Años después fueron exonerados por un jurado neoyorkino y recibieron una indemnización millonaria. Trump jamás se ha retractado.
Fue en Mississippi, el mismo estado donde Trump atacó a la doctora Chistrine Blasey Ford, que en 1955 tuvo lugar el brutal asesinato de Emmet Till. Con solo 14 años de edad, el joven afroamericano había ido de Illinois, donde vivía con su familia, a Mississippi para pasar el verano con sus primos.
Una mujer blanca lo acusó de haberle silbado. El niño fue linchado salvamente antes de ser asesinado. Cuando le regresaron el cadáver de su hijo, su madre tomó la dolorosa decisión de mantener el féretro abierto durante el funeral para que el mundo viera cómo lo habían destruido.
Conmovió la opinión pública del mundo y fue uno de los primeros pasos del Movimiento por los Derechos Civiles.
Emmet Till fue solo uno entre miles de afroamericanos que murieron linchados. Un linchamiento consistía básicamente en el arresto de una o varias personas y su entrega a una multitud enardecida, la cual torturaba a las personas acusadas, las mutilaba, quemaba y colgaba. No necesariamente en ese secuencia.
Era un acto público donde las autoridades básicamente se lavaban las manos y dejaban que actuara la canalla.
Según un documento del NAACP, entre 1882-1968, 3,446 afroamericanos fueron linchados en EUA.
“Los blancos comenzaron a linchar porque sentían que era necesario proteger a las mujeres blancas. [Acusaciones de violación de una mujer blanca por un afroamericano] fue la tercera causa más importante de linchamientos detrás de homicidios y ‘todas las otras causas'”.
El estado donde más linchamientos tuvieron lugar fue Mississippi.
El proyecto Monroe Work presenta una terrible geografía los linchamientos en el sur de EUA.
Las acusaciones contra la doctora Christine Blasey Ford encajan dentro de esta rastrera táctica de caerle a los caídos.