En esta nota que reproducimos del sitio utopicos.com.co, los investigadores del Departamento de Humanidades de la Universidad Santiago de Cali Pedro Pablo Aguilera y Juan C. Calvache comentan sobre el plebiscito en Colombia, cuyos inesperados resultados lanzan al país a un mundo de incertidumbre.
En verdad el NO sorprendió a todos. Incluso el analista-senador Alfredo Rangel, del Centro Democrático, confesaba que, calladamente, los círculos del NO se hubieran sentido ganadores si hubieran perdido por un margen de 10 puntos. Es decir, los del NO, no se esperaba esa victoria, como el SÍ nunca consideró la opción del NO como victoriosa. Por ello nadie sabe qué hacer con la victoria de unos y la derrota de otros.
En los detalles está muchas veces la causa de los desastres más grandes en la vida. Por ello es importante mirar a todas partes, ver idealmente, anticipadamente, esos detalles pasajeros. Lo sucedido en el plebiscito, por inesperado, no dejaba de ser posible y lo fue.
El día de la firma protocolar en Cartagena, el 26 de septiembre, de camino a la universidad (en bici), esperaba ver a todos con la camiseta de la selección Colombia, a los taxistas con banderitas de Colombia y a las panaderías y casas con banderas de Colombia; para mí creía que luego del día de la independencia este sería el más importante; pero no fue así. La ciudad, la gente, estaba muy callada como cualquier lunes del año. Ese signo llamativo para mí no lo supe leer bien y era una señal clara de lo que vendría en forma silenciosa, en forma de apatía: la derrota del SI el 2 de octubre.
Me dicen que las encuestas se equivocaron. No, las encuestas técnicamente estaban bien diseñadas, pero lo que nadie puede programar es la bipolaridad discursiva de decir que quiero la paz y no ejerzo el voto o lo hago negativamente. Eso no es culpa de las encuestas, es el resultado de una construcción sociológica de la simulación tras años, de décadas de violencia, corrupción y escepticismo en la “democracia” más antigua de Suramérica. Es más una costumbre del juego sucio y de la trampa a la que estamos acostumbrados los colombianos desde la época del frente nacional, pasando por el sometimiento del Estado a las exigencias de la mafia de Escobar, hasta las promesas de exterminar las guerrillas por la vía militar.
Ahora bien, como dicen los chicos “lo que pasó, pasó” ¿qué hacer ahora? O mejor, el que dijo NO que proponga la solución definitiva al asunto de la guerra y que no sea volver a la sangre.
Hechos ante nosotros:
- Polarización in extremis de la realidad política y social.
- Una crisis de legitimidad y autoridad parcialmente cubierta con un breve discurso presidencial en cadena nacional donde la ausencia del vicepresidente hizo evidente la fractura del ejecutivo.
- Una alianza de partidos de gobierno con mayoría absoluta en el Senado que ha sido derrotada en su agenda de Paz por el pueblo, pues no hay quien sea capaz de decir que en este país hay una oligarquía de 6 000 000 de votantes.
- Una oposición que siendo minoría captó (sea como sea) la opinión del pueblo.
- Una debate mediático sin cuartel en donde razones versus emociones hizo de estas últimas la ganadora. (Este tema amerita un profundo análisis).
- Un país que muestra un mapa en donde las zonas de mayor influencia del paramilitarismo inclinaron la balanza al NO, en donde las víctimas del conflicto sufrieron más sus embates y dijeron SI.
- Un país en donde el campo mayoritariamente voto SI y un país en donde el sector urbano o se abstuvo en gran porcentaje o voto NO.
- Un país en donde se quiere la paz, pero no como fue acordada; siendo la aplicación de justicia a los victimarios, la participación política,el conflicto fr tierras y la reparación a las víctimas los ejes de la discordia.
- Unas FARC que reciben un voto de castigo y de no credibilidad desde el “pueblo”, que han dicho defender, tras años de errores, con alto costo político como fueron los secuestros, el ataque a poblaciones civiles, el reclutamiento forzoso a menores de edad y el vínculo al narcotráfico por las razones que fuera.
- El gobierno ha perdido su espacio de confort que creyó tener y se sitúa ante el mundo como el gobierno británico cuando el Brexit, con la diferencia que los modelos de gobierno son diferentes y las culturas de la praxis política distan mucho; pero, peor imposible.
- La ausencia de un PLAN B demuestra la autosuficiencia y falta de mirada política estratégica del equipo de gobierno que, primero, sin necesidad, se lanzó a un plebiscito y luego no fue capaz de convocar y convencer a las mayorías para ganarlo.
Esta es la realidad y ahora quedan cuatro caminos que siempre buscarán el beneficio de los candidatos a la presidencia, pero no a los del actual; es decir, ese Premio Nobel se perdió.
- Una Constituyente: salida en donde los dos extremos de la política colombiana han coincidido: FARC y Centro Democrático; pero que en la coyuntura política actual favorecerá a los segundos y puede situar al país ante un retroceso de la Constitución del 1991. Una recomposición de un Frente Nacional en la lógica del presente se hace poco viable y los partidos pequeños no estarían en la mejor disposición de perder los espacios alcanzados.
- Renegociación: significaría entrar a hacer movibles los inamovibles de las FARC, sistema de justicia sobre ellos, participación política y reparación. Esta vía sería posible, pero llevaría tiempo y existe un limbo sobre los guerrilleros en las zonas de desmovilización que aún mantienen las armas y requerirán sostenimiento y garantías. Quienes más perderían serían los jefes que se mantendrían en La Habana y abrirían un espacio de nuevos liderazgos en el terreno que no necesariamente mantendrían lealtad. Las rupturas de disidentes podrían ser alarmantes y darse la conexión entre vasos comunicantes entre FARC y el ELN quien ahora se siente fortalecido políticamente ante los hechos y dudas del proceso de paz.
- Por acto legislativo del Congreso de la República se podrían ratificar los acuerdos de La Habana. Tal posibilidad podría ser expedita, pero políticamente costosa pues sería un desconocimiento de la voluntad popular.
- Un Pacto Nacional que incluya a todas las fuerzas vivas no solo al Centro Democrático sino a otros sectores políticos y sociales, lo que implicará voluntad y renegociar con las FARC, un impase con las consecuencias antes mencionadas en la renegociación y una agenda que tendrá replanteo de las partes.
Esta es la realidad con implicaciones políticas para cada actor político de Colombia, incluyendo la sociedad civil. Santos no podrá perder más, las Farc en sus altos mandos saben que perderán credibilidad y autoridad ante sus columnas que, con temor, ya comienzan a replegarse de las zonas de concentración sin saber que pasará. El Centro Democrático en verdad no sabe qué hacer pues nunca pensó ganar, la sociedad civil se verá como un peón para nada, y el único que se oculta para saltar a la presidencia es Vargas Lleras.
Ante esto, los medios de comunicación, que han jugado un triste papel como instrumentos del juego político del Centro Democrático, deben decidir si van a seguir en una agenda política de odios, venganza y sensacionalismo o pasar a desarmar la palabra y los lentes para ser un facilitador de un país en una crisis política, jurídica y de consecuencias económicas inéditas en Colombia.
Entre otras cosas queda claro que la “sociedad de los legales” no está en capacidad de acoger a ese grupo de colombianos excluidos que hoy integran las filas guerrilleras y que a pesar de no haber sido derrotados en la guerra, piden reconocimiento social y político para integrarse al orden institucional que siempre los ha marginado.
Lo cierto es que el camino de la paz fue obstruido por 60.000 colombianos que hoy han condenado a campesinos, victimas y partidarios del final de la guerra a una incertidumbre política en la que ni siquiera hay seguridad si ellos tendrán la disposición de ubicarse en la primera línea de guerra para acabar a las FARC por la vía militar.
Artículo original en el sitio utopicos.com.co