Solo algunos días después de que el presidente de EUA insultara a la estrella de porno con quien tuvo un romance, la monarquía de Arabia Saudita intentó explicar el brutal asesinato y mutilación de un periodista saudí residente en Virginia, y el presidente elogiaba al congresista que golpeó a un periodista. Mientras el mundo intentaba digerir lo anterior, varios miles de migrantes centroamericanos se movilizaban en caravana hacia EUA para solicitar asilo.
Y por si fuera poco, dos protagonistas claves en la investigación sobre Rusia –y toda una serie de otros cargos relativos al lavado de millones de dólares — seguían colaborando con el fiscal independiente que presuntamente solo espera que pase la elección del 6 de noviembre para anunciar nuevas imputaciones.
Estos son solo algunos de los titulares de la semana en EUA.
Stormy Daniels, estrella de porno que asegura haber tenido un romance con Donald Trump al poco tiempo de que su hijo menor Barron hubiera nacido, ha perdido uno de varios juicios contra el presidente. Ni es el único pleito ni el más importante, asegura su abogado el telegénico Michael Avenatti, quien tiene aspiraciones presidenciales. Tan pronto se anunció el fallo, el presidente Trump aprovechó el momento para insultar al abogado y a la estrella de porno, llamándola “cara de caballo” — palabras poco elegantes pero con las cuales Donald Trump ha quedado muy orgulloso, que recuerdan que en los dos años pasados el presidente ha insultado en múltiples ocasiones la apariencia física de muchas mujeres. Según informes, Donald Trump está muy orgulloso de su insulto.
Cada día más pocas mujeres votantes quieren al presidente.
Eso fue a comienzos de la semana y esta falta de decoro no duró mucho en titulares, porque la atención del país (y del mundo) ha estado centrada en el caso de Jamal Khashoggi, periodista de Arabia Saudita, quien desapareció el 2 de octubre después de haber ingresado al consulado saudí en Estambul. Nunca se le volvió a ver y las autoridades turcas aseguran tener grabaciones que muestra que el comunicador fue asesinado — torturado y descuartizado mientras estaba vivo — por agentes del príncipe heredero Mohammed bin Salam.
En el curso de la semana, informes documentaron el brutal evento sin que dijera nada la monarquía Saudí, con la cual los Trump tienen vínculos económicos, aunque ahora intenten minimizarlos. Solo aseguraron que Khashoggi había salido vivo del consulado.
Luego de su silencio ensordecedor de dos semanas, el viernes por la noche cuando la atención del mundo enfoca en los planes de fin de semana, los saudíes emitieron una versión oficial de eventos. Muy poca gente se tragó el cuento de que Khashoggi se había peleado a puños con empleados del consulado, en una trifulca que le costó la vida. Aparentemente los únicos que creen a los saudíes son el presidente y su gente, quienes han invertido mucho capital político en la relació con la medieval monarquía.
Pero es un problema que niega a desaparecer. Desde aliados políticos del presidente, a una amplia gama de inversores, muchos en EUA y el mundo consideran tóxico al príncipe heredero.
Siguen sin sepultarse, tirados en algún sitio, los restos de Jamal Khashoggi.
Mientras el mundo horrorizado intentaba digerir el significado del brutal crimen de un comunicador, en un acto de campaña en el estado de Montana, el presidente elogiaba a Greg Gianforte, el congresista republicano que golpeó cobardemente a un periodista el año pasado. “Este sí es mi socio”, dijo. (¿Qué más prueba hace falta de que para la Casa Blanca, la vida de los representantes de la prensa vale muy poco?).
Con solo semana para la elección de medio término, el Presidente ha pasado gran parte de su tiempo en uno tras otro acto de campaña. Miles y miles de sus partidarios van a verlo, haciendo cola durante horas. Conocedor como pocos políticos en tiempos recientes del pulso del público, “su base” como los llaman, el presidente sabe exactamente cuáles botones apretar –el machismo, el insulto personal, el humor cruel, el odio a la prensa, la xenofobia, el chivo expiatorio de la inmigración ilegal.
En este sentido, la caravana que salió de Honduras con varios miles de personas — desplazándose a pie y escapando intolerables condiciones de pobreza y violencia en regiones controladas por las pandillas (o maras) — ha sido como caída del cielo para el presidente, en sus discursos a “su base”.
La elección tendrá lugar el 6 de noviembre. En juego está la Cámara de Representantes, que podría cambiar de manos. El Senado probablemente mantenga su mayoría republicana. Varias gobernaciones — entre ellas Georgia y Florida donde afroamericanos progresistas tienen buenas probabilidades — podrían irse hacia los demócratas.
Un efecto de la proximidad de la elección ha sido mantener silencio (relativo) la investigación del fiscal independiente Robert Mueller — el protocolo del Departamento de Justicia sugiere que se evite hacer anuncios que puedan afectar los resultados de una elección. Pero la investigación no ha parado, y dos personas que hace menos de un año eran muy cercanos al presidente –su abogado personal Michael Cohen y Paul Manafort, el presidente de la campaña Trump 2016 — han pasado decenas de horas colaborando con los investigadores.
Veremos.
Si hay un caso en que la imaginación se queda demasiado corta de la trágicómica realidad que a diario se vive en la nación más poderosa del mundo, tiene que ser lo que hemos visto en esta semana que pasó.
Carlos F. Torres
Director, El Molino Online
Pennsylvania, EUA, 10/21/2018