SelmaEste fin de semana que en EUA se conmemora otro aniversario del natalicio de Martin Luther King, recomendamos a nuestros amigos ver “Selma”, la película de Ava Duvernay, basada en la obra de Paul Webb, con la impactante actuación de David Oyelowo y un elenco afroamericano estelar.

Las imágenes están grabadas en la memoria histórica del país — policías blancos con feroces perros atacando grupos de manifestantes pacíficos, ensañándose contra ellos macanas, mangueras de alta presión, desde caballos. Las hemos visto en noticieros antiguos, por lo general en blanco y negro,  y en los libros de historia.

Pero “Selma” les da nueva vida, enriqueciéndolos con la magia de una poderosa cinematografía, una banda sonora en que hace sentir a la audiencia en carne propia cada patada, cada golpiza, cada acto brutal de violencia de una minoría blanca empecinada en impedir que la población negra en Alabama ejerciera su derecho ciudadano de votar.

Vemos en “Selma” un lado humano de Martin Luther King, Jr., esposo, padre, amigo, un líder que a veces vacila, obligado él mismo a superar sus temores e inseguridades para inspirar a sus seguidores.

Selma es el relato de tres meses en 1965 cuando King, rodeado de activistas afroamericanos del Southern Christian Leadership Conference, llegó a Selma, Alabama, con una misión: Ganar el derecho al voto. En aquella época, con la firma por el presidente Lyndon B. Johnson de la Ley de Derechos Civiles en 1964, ya se había eliminado la base legal para la segregación conocida como Jim Crow. Pero del dicho al hecho el trecho era enorme e inscribirse para votar había gran trecho que recorrer y una inscripción por la población negra de votantes podría cambiar la estructura de poder político sustancialmente.

La situación que King enfrenta al llegar a Selma es complicada: desde la oposición de algunos activistas estudiantiles afroamericanos locales que diferían con él en cuanto a tácticas, a la comunidad blanca racista de la ciudad, al gobernador de Alabama, George Wallace, cuyas desafiantes palabras “segregación hoy, segregación mañana, segregación para siempre” no ocultaban el lado que apoyaba. Además, enfrentaba al presidente Lyndon B. Johnson para quien esa lucha no era prioridad y veía en King  un inconveniente que le podría quitar aliados políticos.

Pero los activistas que King lideraba siguieron adelante.

El ejemplo, el valor, el compromiso les ubica en un plano moral superior y moviliza apoyo de todo el país, blanco y negro, obligando a los racistas a recular,cometiendo en proceso cometan varios asesinatos.

Esta presión obtiene, a regañadientes, el apoyo del presidente Johnson a apoyarle.

King encabeza la marcha de 50 millas entre Selma y Montgomery, Alabama, donde en las escaleras del capitolio pronuncia un inspirador discurso.

El fin de la película, sin embargo, no es el fin de esa lucha. El racismo institucionalizado sigue existiendo en EUA. La brutalidad policiaca contra negros y latinos se vio el año pasado en sitios como Ferguson, en Missouri, en el mismo New York.

En la medida en que la historia enseña, “Selma” ilustra con cristalina claridad la importancia de los movimientos de base que presionen a los gobernantes actuar. Y en ese sentido abundan los paralelos entre aquellos días y las luchas por los derechos civiles de nuestros días — en contra de la brutalidad policial y en pro de una reforma migratoria integral y humana.

Y en estos conflictos actuales la presiono de abajo para arriba ha registrado ciertos logros, sea monitorear la actividad policial; y también un alivio así sea parcial contra las deportaciones y en algunos estados el derecho a obtener una licencia de conducir.

“Selma” es una gran película que no pudo haber venido en mejor momento.

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