Carlos Fuentes, un gigante, ElMolinoonline.comTenía 83 años. Su amigo Mario Vargas Llosa expresó su dolor.

“Una novela dura permanece y gana lectores. La novela vive porque es irreemplazable, ningún programa de televisión supera lo que nos da una novela de Milan Kundera”, opinó Carlos Fuentes hace apenas dos semanas en la Feria del Libro de Buenos Aires. El autor mejicano, fallecido ayer a los 83 años, había mostrado una vitalidad que muchos medios destacaron. Acababa de entregar a su editorial su última novela, Federico en su balcón (todavía inédita), se supo que ya tenía planes de escribir otra, protagonizó almuerzos y cenas, firmó ejemplares durante horas y se entregó a varias entrevistas. En diálogo con El País de Madrid señaló: “Mi sistema de juventud es trabajar mucho, tener siempre un proyecto pendiente”.

El autor de La región más transparente murió ayer en la ciudad de México a causa de una inesperada hemorragia en el tubo digestivo.

Como una metáfora de su apellido, el prolífico autor, catedrático y embajador escribió más de 20 novelas, además de una ópera, cinco obras de teatro, nueve libros de cuentos, varios guiones de cine (algunos basados en sus libros), algunos libros de política y una biografía.

En sus libros se destacaba una cierta obsesión por definir la identidad del país y sus habitantes, desde la época prehispánica hasta la actual, y sus luchas sociales y morales.

A juicio de numerosos críticos, su primera novela, La región más transparente (que escribió a los 28 años), inició lo que se dio en llamar la nueva novela hispanoamericana. Fue galardonado con el Premio Rómulo Gallegos en 1977, el Cervantes en 1987, y en el 1994 con el Príncipe de Asturias, entre otros.

A los 26 años se había dado a conocer como escritor con el volumen de cuentos Los días enmascarados.

En 1998 editó Retratos en el tiempo donde expuso sus reflexiones sobre 25 personajes, seleccionados a partir de fotos tomadas por su hijo (Carlos Fuentes Lemus), entre ellos Salman Rushdie, Norman Mailer y Juan Goytisolo.

Mejicano universal Hijo de un diplomático, nació el 11 de diciembre de 1928 en Panamá, durante su niñez vivió en Montevideo, Río de Janeiro, Washington, Santiago y Buenos Aires. A mediados de la década de 1960 se hizo diplomático y sirvió como embajador de México en varios países. Su vida estuvo marcada por constantes viajes y estancias en el extranjero, sin perder nunca la base y plataforma cultural mejicanas.

Fuentes aseguraba que la mayor función de la literatura era crear nuevas realidades y decir lo que de otra manera no se podría. Opinaba que por ello durante las dictaduras se prohíben libros y se encierran, destierran o asesinan autores.

“La literatura se inserta en el discurso humano para liberarnos de los engaños del poder y del lenguaje único y dogmático”, reflexionó en un acto celebrado en el Auditorio Nacional, una enorme sala de espectáculos con capacidad para 10 mil personas, como parte del homenaje nacional que se realizó en México con motivo de sus 80 años.

“No sé – dijo en una ocasión sobre una posible autobiografía -. Es una cosa que se presenta, son frutos que caen o no del árbol… Uno va aplazando la biografía como se aplaza un poco la muerte. Escribir mi autobiografía es como escribir mi lápida”.

Fuentes estuvo casado de 1959 a 1973 con la actriz Rita Macedo, con quien tuvo una hija. Tras su divorcio se casó con la periodista Silvia Lemus, con quien tuvo otros dos hijos.

El mismo Carlos Fuentes contaba que tuvo varios amoríos con actrices como Jeanne Moreau y Jean Seberg.

“Durante un año me convertí en hincha de la orquesta de Aníbal Troilo”, confesó durante su último paso por Buenos Aires, ciudad en la que vivió varios años.

Por Rogelio Demarchi — Candidato eterno al Premio Nobel, por lo menos desde que recibió el Cervantes en 1987, Carlos Fuentes fue el más polémico integrante de la primera línea del “boom” de la narrativa latinoamericana que marcó un antes y un después en la literatura de la región. De hecho, es probable que su nombre quede asociado para siempre con aquella “mafia literaria mejicana” que, supuestamente, produjo el boom operando a favor de los pocos autores latinoamericanos que pasaban la doble prueba de practicar la experimentación y relatar en sus ficciones la crisis nacional respectiva. Fuentes mostró lo que podía hacer en 1962, hace exactamente 50 años, con la publicación de dos novelas: La muerte de Artemio Cruz y Aura. Si la primera narra vida, pasión, obra y decadencia de un hacedor de la Revolución Mexicana, la segunda enfrenta a un joven historiador al desafío de dar forma (en tanto “escritor fantasma”) a las memorias de un general que integró el estado mayor del emperador Maximiliano. Esos temas fueron elegidos, si se quiere, porque ideológicamente estaba en contra de lo que él denominaba “la conmemoración nacionalista, que está exhausta, que en estos momentos hace más daño que bien”.

Y entre las técnicas narrativas utilizadas para narrar esas historias se destacan el monólogo interior, el relato en segunda persona, un zigzagueante salto del presente al pasado, y una ambigüedad a lo Henry James que a veces torna casi imposible distinguir fantasía de realidad.

Aquel doblete de 1962 también marcó a fuego a las generaciones futuras. Casualmente, y para poner un ejemplo, el domingo pasado, en una entrevista publicada en Rumbos, el mejicano Jorge Volpi dijo que los tres libros más importantes de su país son Pedro Páramo, de Juan Rulfo; Poesía, de Octavio Paz, y Aura, de Carlos Fuentes. No cualquiera alcanza semejante privilegio.

La Voz del Interior

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