170px-Malcolm_X_NYWTS_4El 21 de febrero de 1965, hoy hace exactamente hace 48 años, caía asesinado a balazos Malcolm X, dirigente afroamericano y voz de una época.

Malcolm XX, se preparaba a dar un discurso en el Audubon Ballroom, en Harlem, cuando miembros de la Nación del Islam le asesinaron.

Malcolm X, en sus 40 años vivió con gran intensidad, en una breve pero impactante jornada que le llevó a relacionarse con hampones, reos, líderes religiosos, celebridades y revolucionarios.

Fue atacado y denunciado por los centros de poder en el país que le vio nacer y recibido como un príncipe en otras naciones.

Al morir, era uno de los más conocidos y definitivamente más combativos dirigentes afroamericanos.

The New York Times escribió que Malcolm X fue “un hombre extraordinario y retorcido” que “desaprovechó extraña y lastimosamente su vida”. El New York Post publicó que “incluso sus críticos más agudos reconocieron su brillantez – a menudo salvaje, imprevisible y excéntrico, pero, sin embargo, poseyendo la promesa que ahora sigue sin realizarse”.

Pero la opinión internacional fue otra, especialmente en África. El Daily Times de Nigeria escribió que Malcolm X “tendrá un lugar en el palacio de los mártires”. El Times de Ghana le comparó con John Brown y Patrice Lumumba entre “una multitud de africanos y americanos que fueron martirizados en la causa de la libertad”. El Guangming Daily de Pekín afirmó que “Malcolm fue asesinado porque luchó por la libertad y la igualdad de derechos”.145 En Cuba, El Mundo describió el asesinato como “otro crimen racista para erradicar la violencia por la lucha contra la discriminación.

220px-Malcolm-xNo obstante las profundas diferencias entre Malcolm X y el movimiento pro derechos civiles afroamericano del sur de EUA, estuvieron presentes en el funeral del líder John Lewis, Bayard Rustin, James Forman, James Farmer, Jesse Gray y Andrew Young, igual que el actor y activista Ossie Davis, quien pronunció el elogio, describiéndole como “nuestro brillante príncipe negro”.

Aquí, en esta hora final, en este lugar tranquilo, Harlem ha venido a despedirse de una de sus más brillantes esperanzas, que ahora ha sido extinguida, que nos ha sido arrebatada para siempre. En toda su historia, esta asediada, desgraciada, pero sin embargo, orgullosa comunidad, jamás había tenido a un joven campeón más valiente que este afroamericano que yace ante nosotros y sigue invicto.

Y repetiré la palabra como él querría que lo hiciese: afroamericano. Malcolm era afroamericano. Malcolm había dejado de ser negro años atrás. Se había convertido en una palabra demasiado pequeña, demasiado débil e insignificante para él. Malcolm era más grande que eso. Malcolm se había convertido en un afroamericano y deseaba desesperadamente que nosotros, que todo su pueblo, nos convirtiésemos también en afroamericanos. Aún existen quienes siguen considerando que es su deber, como amigos del “pueblo negro”, decirnos que le repudiemos, que huyamos aún de la presencia de su recuerdo, para salvarnos a nosotros mismos borrándole de la historia de nuestros tiempos turbulentos.

Y nosotros sonreiremos. Ellos dirán que estaba lleno de odio, un fanático, un racista que solo podía traer el mal a la causa por la que lucháis. Y nosotros contestaremos y les diremos: ¿Alguna vez hablaste con el hermano Malcolm? ¿Alguna vez le tocaste o conseguiste que te sonriera? ¿Le escuchaste alguna vez de verdad? ¿Estuvo personalmente asociado alguna vez con la violencia o con cualquier disturbio público?, porque si lo hubieras hecho le conocerías, y de haberlo conocido, sabrías porqué debemos honrarle.

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Malcolm fue nuestro orgullo, nuestro orgullo negro viviente, éste es el significado que ha tenido para su pueblo. Y al honrarle a él, honramos lo mejor de nosotros mismos. No importa cuánto hayamos diferido de él, o entre nosotros, sobre su valor como hombre. Dejemos que su partida sirva tan solo para acercarnos los unos a los otros. Entregando sus restos mortales a la Tierra, la madre común de todos. Seguros en el conocimiento de que lo que entregamos a la Tierra ya no es un hombre, sino una semilla que tras el invierno de nuestro descontento resurgirá para encontrarnos. Y entonces le reconoceremos por lo que fue y es: Un príncipe. Nuestro propio y resplandeciente príncipe negro, que no titubeó en morir porque hasta tal punto nos amó.

Información y fotos: Wikipedia