Juan-Manuel-26-300x270Hay ciudades y ciudades.

Las hay estéticas, bonitas de ver, de caminar, de admirar; o con carácter, con olores, con ruidos, con sabores. Y está Nueva York, que es las dos cosas y más.

Parado en una avenida, el cliché es la quinta, ve uno el significado pleno de lo que es una jungla de concreto.

Caminando por la calles de Brooklyn o de Queens le cuesta a uno trabajo dilucidar lenguajes y acentos.

En una plaza que queda en la calle 192, cerca de un mágico lugar llamado The Cloisters, al lado del Hudson, más allá de Harlem, se siente uno en Latinoamérica o en Seúl, no sé.

Hasta hace unos años, me reporta un amigo que trabajó con UPI, el Meat Packing District y la zona de los muelles de Chelsea, formaban un sector de clase media baja, con los ruidos, los olores y las sensaciones que producen los puertos mezclados con los de las procesadoras de carne.

Hacia esa zona del sur de Manhattan y también hacia Brooklyn, pero sobre todo hacia Queens y el Bronx se desplazaron los que se fueron retirando del Manhattan de los millonarios.

Luego Brooklyn se volvió play.

En el Meat Packing District la única carne que se empaca es seguramente la que se empacan turistas, banqueros y gente de la moda en el restaurante de Coliccio, el nuevo gurú de la cocina neoyorquina.

Una caminada desde la calle 13 con la décima avenida hasta Union Square, en la 14 con Broadway se hacía entre el ruido de los camiones y los gritos de polacos e italianos, vendiendo y empacando salami y kilbassa. Esta semana repetí esa caminada por calles rodeadas de boutiques de ropa de lujo y lo que se oye es el ruido de los tacones, huele a perfume de marca, el acento es predominantemente “chic modelo”.

En donde habitaban miles de neoyorquinos de clase media se encuentran hoy townhouses remodeladas y edificios con aviso de “luxury rental”.

La tienda de barrio fue reemplazada por supermercados gourmet en donde el mismo producto de la misma marca cuesta 30% más que en una tienda en un pueblo al norte del Estado de Nueva York.

Restaurantes de lujo, para los que se requiere reservar con semanas si no meses de anticipación para pagar comidas de costos exorbitantes, han reemplazado lugares con El Faro, en donde los corresponsables de la UPI hacían una farras monumentales con sus magros salarios.

Quedan por ahí uno que otro de esos lugares, pero hay que buscarlos.

El barrio se ha convertido en el paraíso del turista.

Llegan en hordas a visitar el Mercado de Chelsea, que era un mercado y ahora es un centro comercial de lujo.

Los habitantes de ese barrio, asalariados, aficionados al béisbol y a la cerveza Miller, o Bud, han sido reemplazados por jóvenes parejas de todos los sexos, a quien más bello y más esbelto.

Al caer la noche, las prostitutas y los travestis que recorrían sus calles han sido reemplazados por perros con más pedigree que sus dueños que empujan a sus bebés en caminadores de marca, siempre pendientes de sus smartphones.

¿A dónde se fueron los habitantes de Chelsea? Me dicen, con cierto tonito despectivo, que a Queens.

Pero no.

Según el New York Times, la finca raíz en Queens ha tenido la mayor valorización de todo Nueva York en los últimos años.

Un apartamento de regular tamaño en Queens puede valer hasta Cinco Millones de Dólares y los compradores son los billonarios a quienes los multi-billonarios desplazaron de Manhattan y de Brooklyn.

Los millonarios se ha tenido que desplazar hacia New Jersey, y

¿Los demás, los de a pata?

A Filadelfia, según el Times.