Hace cuatro años, cuando Donald Trump ganó la primaria del partido republicano en New Hampshire, yo convencido que esa candidatura no tenia mucho futuro y si era muy “chistosa” lo bauticé “El Peluquín”.  Luego pasó lo que pasó.

Cuatro años después y cuando Trump ha ocupado por treinta y siete meses la Casa Blanca debo admitir que mi juicio estaba sesgado por no decir totalmente equivocado.

Su estilo es sui generis, grosero unas veces, altanero otras, pero aún cuando hace las cosas mal le salen bien.

Sus tuits matutinos, cargados de agresividad, le ayudan a mantener una base de apoyo firme en un país dividido.  Sus arranques en las relaciones internacionales le van dando más réditos que fracasos.  

Sentó al dictador norcoreano a negociar y lo tiene mal que bien tranquilito.  Se lanzó en una guerra comercial con China que hubiese podido tener consecuencias desastrosas y logró un primer acuerdo comercial favorable a los intereses de los Estados Unidos.  Y como Trump es un tipo al que le salen las cosas bien, en medio de las negociaciones para la segunda parte del acuerdo comercial con China, que deben terminar en Julio, a su contraparte se le apareció la peste en forma del virus Covid 19, conocido como el Coronavirus, que tiene a la economía china postrada, lo que seguramente favorecerá a los Estados Unidos en las negociaciones.

Se salió del acuerdo de Paris sobre cambio climático porque no cree en esa vaina y eso parece haber favorecido a las industrias norteamericanas.  Ha maltratado hasta el cansancio a sus “aliados” europeos, denigrado de la Nato e impulsado el Brexit que tanto les ha dolido a los demás miembros de la Unión Europea y por ese lado nada de nada. 

El episodio ucraniano, que apesta posiblemente, lo llevó a un juicio de “impeachment” del que ha salido inocente y fortalecido.  El error de cálculo de la señora Pelosi la coloca casi que como jefe de debate de la candidatura de Trump a la reelección.

Con el Zar Putín no se quieren de a mucho pero tampoco se detestan, se toleran.  Cada uno hace lo que le viene en gana en su esfera de influencia y los dos países Rusia y Estados Unidos avanzan en sus intenciones hegemónicas ahí donde les importa.  

China la tercera gran potencia no interviene de a mucho en los pleitos internacionales mientras no se le metan al rancho, que incluye varios países de África que hoy en día son cuasi colonias chinas porque le deben a los chinos hasta la camisa.

Renegó del acuerdo nuclear con Irán, luego le metió su bombazo al general Qasem Soleimani, en un acto reprobado por buena parte de la comunidad internacional, lo que, en realidad, a Trump, como dicen en México, le vale madres.  Y como aún cuando hace las cosas mal, le salen bien, el final de episodio iraní fue el derribamiento de un avión de línea por un error de los iraníes cuando estaban respondiendo al bombazo de Soleimani.

El apoyo irrestricto a las políticas expansionistas de régimen de Israel le da a Trump críticas entre la comunidad internacional, pero lo fortalece en al ámbito local.

Y hablando de México ha tenido Trump la suerte que los mexicanos eligieron a un total inepto para regir sus destinos.  Trump ha forzado a México a modificar su política migratoria para con los países centroamericanos.  Con su peculiar estilo logró que Canadá y México aceptaran renegociar con Estados Unidos el famoso Tratado de Libre Comercio de América del Norte TLCAN que en Noviembre 30 de 2018 fuer reemplazado por el Tratado en México, Estados Unidos y Canadá TMEC que entrará en plena vigencia en cuanto los Estados firmantes lo ratifiquen.

El resto de América Latina parece importarle a Trump apenas un poquito más que la comunidad internacional, le vale madrecitas.   En su miopía en política internacional el presidente de Colombia trató de involucrar a Estados Unidos en Venezuela y pese a que en el discurso atacan al régimen dictatorial del maduro y que imponen sanciones a diestra y siniestra, los gringos no se van a meter tumbarlo.

Se ha dicho que la visión de Trump en materia de política internacional es miope y cortoplacista.   Difícil juicio.  Los resultados son más claros y en algunos casos más favorables que los que obtuvo su antecesor con una visión más estratégica e incluyente.  

En diciembre de 2019 la tasa de desempleo en Estados Unidos alcanzó su nivel más bajo en 50 años al situarse en 3.5%.  El PIB ha venido creciendo sostenidamente a una tasa por encima del 2% lo que es significativo para una economía del tamaño de la norteamericana.  El índice Dow Jones que es un indicador del estado de la economía de los USA se sitúa cerca de 29,000 puntos, en enero de 2017 cuando llegó Trump estaba en 19,000 aproximadamente.

Resumiendo, no le puedo seguir diciendo peluquín a un señor que por donde se le mire le han salido las cosas bastante bien.  Me adelanto, gracias a la miopía de los legisladores del partido demócrata, a la mediocridad de los precandidatos en contienda en las primarias, ¿alguien cree que Bernie Sanders pueda derrotar a Trump? 

Y aplicando a la célebre frase del estratega de Bill Clinton, James Carville “It’s the economy, stupid” que en realidad fue “The economy, stupid” me atrevo a pensar que tendremos cuatro años más de Trump presidente.

Qué susto