Juan-Manuel-2No es posible pasar por alto la noticia del deceso de Margaret,  la baronesa Thatcher. Una primera lectura de los comentarios que ha generado su deceso confirma que la primera mujer jefe de Gobierno de una nación del primer mundo, con asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, fue una persona importante e influyente de la segunda mitad del siglo pasado.

La dama de hierro, le decían.

Y vaya que lo era. Margaret Thatcher hizo gala de una solidez ideológica y de una intransigencia fuera de lo común.  Once años duró en el cargo de jefe de Gobierno.  Ganó tres elecciones. Ganó tres guerras, una caliente en las Islas Falkland, a las que les digo Falkland mientras la señora Kirtchner las llame Malvinas; una fría en Europa contra la Unión Soviética y una tibia pero muy caliente contra los mineros del norte de Inglaterra.

Margaret Thatcher no cedía.

No cedió ante la enfermedad británica de fines de los años setenta. No cedió ante los intentos de sus opositores de bloquearle el acceso. Firme, siempre firme en sus batallas.  No tembló ante la agresión de los dictadores de la Junta argentina. No tembló ante las amenazas de los mineros. No tembló ante la Unión Soviética ni ante las demostraciones en contra de su decisión de aceptar ojivas nucleares norteamericanas en territorio británico. Esas tres las ganó.

No tembló ante los opositores a una reforma fiscal en el año 1990. Esa batalla la perdió: ante la renuncia de Howe y Lawson no logró derrotar a Michael Hesseltine, quien buscó un cambio de dirigencia en el partido Conservador. Salió con la cabeza en alto, del 10 Downing Street, la casa en donde vive y gobierna el Primer Ministro del Reino de la Gran Bretaña. El día de su salida dijo que dejaba el Gobierno con la satisfacción de dejar al Reino Unido mejor que lo que encontró.  Nunca nadie ha cuestionado esa afirmación.

Las ideas políticas de la señora Thatcher pueden ser tomadas de un manual de “Cómo ser conservador”, o podrían tal vez ser ese manual. El carácter que mostró en su forma de gobernar debería ser materia obligatoria de estudio en toda escuela de politólogos o de gobierno. Un análisis estadístico de los más de dos mil cincuenta y dos comentarios recibidos por la BBC nos da una buena medida de la importancia y del alcance de las acciones de la dama de hierro. Hay tantos mensajes de personas que la despreciaron como mensajes de quienes la adoraron, y muchos mensajes que en forma objetiva analizan la profundidad de los cambios y coinciden en que para bien o para mal la señora Thatcher marcó lo que la Gran Bretaña es hoy en día.

Quienes leen estas reflexiones se habrán dado cuenta que un tema recurrente en mis miradas a los hechos y las noticias es que, en forma que podría ser vista como superficial, he tratado de detenerme a tratar de entender el estilo, la postura de los protagonistas de las noticias, independientemente, en algunos casos, del contenido.  Me he quedado más en la forma que en el fondo, dirán.

Así es. Pienso que en el mundo globalizado de hoy en día, la forma en que se hacen las cosas ha perdido importancia. En el modelo de sociedad que se ha ido imponiendo el resultado es lo que cuenta, cómo se logre es secundario. Así nacen el oportunismo y la aceptación del camino del medio, ese camino en donde la doble línea amarilla que debe marcar la división entre lo ético y lo antiético se vuelve una línea intermitente pintada de un pálido blanco que todos traspasan.

Margaret Thatcher logró muchos resultados. Nunca transigió para lograrlos. Nunca le preocupó que la tildaran de ser una dama de hierro. Siempre fue fiel a sus creencias, creencias que ella sustentaba en una visión ética de la sociedad. Por ello en una era en que los políticos, por sus actitudes oportunistas y muchas veces poco valientes, son vistos con indiferencia es bueno recordar a una mujer que por sus posiciones radicales y transparentes siempre generó pasión, entre sus amigos y entre sus enemigos.

Podemos detenernos a analizar la ideología en que la baronesa basó sus acciones. Podemos considerar excesiva la mano dura que aplicó en muchos casos. Pero estoy absolutamente seguro que esos análisis no nos mostrarán conductas oportunistas ni antiéticas orientadas a obtener los resultados que le permitieron forjar la modernización del Reino Unido de la Gran Bretaña. Por esa razón, y sin ruborizarme, expreso mi profunda admiración por lo que fue la baronesa Margaret Thatcher. El juicio sobre su obra se lo dejo a gente que conoció esa obra mucho mejor que yo.