MaliaEl Hotel de L’Amitié (Hotel de la Amistad) era, hasta el comienzo de este siglo, el hotel de Bamako en Mali. Bastante fea construcción digna de la arquitectura soviética de los sesentas. Su nombre típico del comunismo sesentero.

Juan_Manuel_UrrutiaRegalo de los soviéticos cuando Mali, como otros países del sur del Sahara y del Sahel, Mauritania, Burkina Faso y Niger eran estratégicos para los soviéticos.

Hotel AmitiéAllí tenían las estaciones de rastreo de los satélites de espionaje con que vigilaban a sus enemigos en occidente.

En países tan pobres hay uno, o máximo dos hoteles de alta gama. A esos hoteles llegan todos los cucarachos internacionales, allí se hacen las reuniones de las misiones internacionales. Los que ahí no se alojan allá llegan a desayunar o a tomar una cerveza al final de la tarde.

500px-Mali_(orthographic_projection).svgMali fue colonia francesa, se independizó y quedó bajo la influencia soviética durante la guerra fría. Caído el muro de Berlín, en tiempos de Mohamar Kadaffi, se beneficiaba de su amistad y de sus regalos. Caído Kadaffi, pailas!

Mi primer viaje a Mali fue en 1995. En esa ocasión me hospedé en un pequeño hotel llamado Le Rabelais que sería hoy en día considerado un hotel boutique.

Tenía buen teléfono y buen FAX, el internet era lento, muy lento, el solo pítico que indicaba el comienzo de la conexión podía tomar minutos que parecían eternos. Había un barecito que hacía de restaurante. Su mejor activo era la panadería francesa que quedaba cruzando la calle en donde a las 8 de la mañana y a las 4 de la tarde, podía uno y todos los expatriados conocedores, adquirir una baguette que sería la envidia de muchas boulangeries parisinas.

Ese viaje lo hice como experto en las áreas de Planificación Familiar, Salud Reproductiva y Prevención de SIDA. Fui a Mali a re lanzar un programa de mercadeo de anticonceptivos luego de que un grupo de “molahs” locales aceptó los beneficios de los condones.

Los clérigos habían ordenado quemar y apedrear unas vallas promoviendo los condones Protector, marca global desarrollada por SOMARC, programa del cual yo era director adjunto.

Esos molahs eran los radicales de esos tiempos, unos tipos no muy cultos, con una interpretación bastante simplista del Corán. Kalid Alihoua, un maravilloso marroquí, muy amigo del rey Mohamed VI de quien ha sido vocero, era en ese tiempo consultor del programa SOMARC y como tal fue a Mali a calmar los ánimos de los clérigos, con muchísimo éxito, por cierto.

Personaje singular de esos que uno sólo encuentra en África.

Yo llegué después de Khalid y me recibieron muy bien.

Seguí yendo a Mali durante los noventa. En una ocasión hice un maravilloso viaje de Bamako a Timbuktu, visitando los puntos de venta de condones. Mi amigo David que vivió en Mali unos cinco años había contratado a un genio loco de la distribución. Olivier, formado por la BAT, British American Tobaco, aristócrata francés, muy colonialista y con uno que otro prejuicio racial. Ese tipo puede ser responsable de todas las enfermedades respiratorias de la población de muchos países africanos. Pero como el que reza y peca empata, estoy seguro que Olivier también salvó muchas vidas al haber logrado que, en Uganda, y en Mali también, los condones Protector se vendieran en todos los changarros y tiendas en donde se vendían Sticks, que es el nombre que le da la industria del tabaco a la venta de cigarrillos por unidades.

David se fue a hacer el bien en Asia y yo lo sucedí en la oficina de Marruecos desde donde coseché los éxitos por él sembrados, muchas veces de la mano de Olivier.

Como dicen los franceses, On a fait l‘Afrique ensemble. De hecho, cuando nos reunimos las anécdotas no paran. Y Mali tiene una que otra.

Regresé a Mali en 2004, esta vez como director de un programa de prevención de paludismo mediante el mercadeo de mosquiteros (toldillos) impregnados de insecticida. Allá los mosquiteros son un bien apetecido, se consiguen de todas las formas y colores. No es inusual que un mosquitero de tamaño familiar sea el regalo para una boda, o prenda fundamental en el menaje del niño que se va para le internado. Pero no son tratados y por lo tanto no ofrecen la mejor protección.

La tarea era convencer al mercado de los beneficios de mosquitero impregnado, nada fácil. En ese viaje me quedé en el remodelado Hotel de L’Amitié. Estaba por surgirle una competencia con la construcción del hotel Radisson Blue cuya inauguración estaba ya anunciada.

En ese viaje conocí un personaje mágico, su nombre se me escapa, le pongo Monsieur Babakar que es un nombre muy común por esos lados.

Fui a entrevistarme con Babakar porque él quería ser el distribuidor de una de las marcas de mosquiteros que promovíamos. La reunión tuvo lugar en su almacén, en el mercado lleno de productos, y de desorden y de gente. Monsieur Babakar, despachaba sentado en el suelo tomando té de menta, muy caliente, para quitarse el calor. Luego de una conversación agitada con otro comerciante, en el lenguaje local, llegaron a un acuerdo porque se dieron la mano. Babakar mandó entonces abrir un armario pesado en donde había una caja fuerte llena de billetes, de francos CFA, la divisa local, pero también de Dólares y de Euros y le entregó un soberano puñado.

Hicimos buenas migas con Babakar. Después de dos o tres reuniones en su almacén, tal vez en mi tercer viaje a Mali, por ahí en 2006, me invitó a cenar a su casa. Me mandó a recoger en un Jaguar último modelo que me llevó a un conjunto donde había cinco casas, una suntuosa para Babakar y cuatro más pequeñas, una para cada una de sus esposas.

Babakar es un buen musulmán y mejor comerciante. Una vez al año llena una maleta de dólares y se va a Nueva York a comprar “marchadiise”. Electrónicos baratos que re vende con márgenes de 100% en el mercado de Bamako.

Babakar llegó a Bamako del campo e hizo sus inicios como “madamme potté” que es el nombre que le dan a los niños que le cargan los paquetes a las señoras que hacen mercado, ¿Señora le cargo sus paquetes?, traduce.

Una vez fue a Johannesburgo a una reunión regional y lo invité a un restaurante de mariscos. Yo tan imbécil le pedí un plato de Sushi, lo miró y me dijo que si sería posible que le dieran más arroz y un pescado cocinado, comme le capitaine. A los camarones les hizo el feo de entrada. La noche siguiente lo llevé a un restaurante indio en donde se despachó un curry de cordero con una cara de inmensa satisfacción.

Ese es Mali.

Cuando me contrataron para ir a Burundi, en donde casi dejo el pellejo, me habían ofrecido que si quería hacer el trabajo que acabó haciendo Anita Ashok Datar en Mali y lo rechacé para irme a Bujumbura.

Anita_Ashok_DataA Anita, ex voluntaria de los Cuerpos de Paz, directora de área de The Palladium Group, experta en Salud Pública, consultora en Planificación Familiar y Salud Reproductiva la mataron los extremistas musulmanes que se tomaron el hotel Radisson Blue en Mali. No se estaba quedando en el hotel, fue a un desayuno de trabajo.

El Radisson Blue, reemplazó, como lo temían sus dueños, al Hotel de l’Amitié.

Entre otros programas Anita estaba asistiendo el de mercadeo social apoyado por la USAID, del Gobierno de los Estados Unidos.

Ese programa lo habíamos desarrollado en los noventa cuando David y Olivier y yo trabajamos para Palladium que entonces se llamaba The Futures Group.

Si yo hubiera estado en Mali, hubiera estado en el Hotel Blue. Y yo como Anita no sé recitar versos del Corán.

Creo, con los pelos de punta, que este año cero y van dos veces que salvo el pellejo.

Mi madre, espero que el próximo sea mejor.

Mi primer deseo para 2016 es que quienes trabajamos por el mundo tratando de hacerlo mejor, no tengamos que arriesgar el pellejo.

¿Será mucho pedir?