Juan-Manuel-2Mis amigos son gente de bien.

Mis amigos son empresarios, que trabajan con dedicación. Sus empresas generan empleos y bienestar. Mis amigos tratan bien al personal que trabaja con ellos, son generosos.

A mis amigos les importa mi país.

A mis amigos les gusta el procurador. Mis amigos detestaron a Chávez y desprecian a Maduro. Mis amigos creen que Petro es igual a Chávez, que Piedad y Teodora son la misma guerrillera. Mis amigos esperan que el procurador destituya a Petro.

Como en todo grupo entre mis amigos hay diferencias de pensamiento.

A veces el más diferente soy yo, es que mis amigos no son tan radicales.

A mis amigos les parece que las cosas están mal, muy mal.  Algunos de mis amigos han sido y siguen siendo vehementes críticos del gobierno de Santos, son Uribistas convencidos desde hace rato.

Ellos creen que el proceso de paz es un error.

Ellos creen que Santos es un traidor.

Otros amigos fueron menos intransigentes. Le dieron a Santos la oportunidad de gobernar. Vieron, con cierta aprehensión eso sí, la necesidad de los diálogos de paz. Defendieron, en nuestras discusiones de fin de semana, algunas de las acciones del gobierno de Santos y trataron de entender algunas de sus omisiones.

Mis amigos, porque son gente de bien y sobre todo porque son mis amigos han tolerado la vehemencia y la pasión con que en muchas ocasiones defendí el Gobierno de Santos, y sobre todo el proceso de paz.

Pero eso se está acabando.

No la tolerancia, ni la amistad.

Se está acabando la discusión.

Es que los hechos comienzan a darles la razón a mis amigos. Colombia pasa por un muy mal momento, y no es circunstancial.

El Gobierno no levanta cabeza.

La protesta social no cesa.

¿Por qué habría de cesar si llevamos años, si no siglos, sumidos en la inequidad?

Esta semana los indígenas que hace un par de meses se tomaron la carretera panamericana — esa vez eran campesinos en paro; ahora son indígenas en minga — se la volvieron a tomar.  Y como hace dos meses secuestraron a unos policías que iban a tratar de despejar la carretera. Descaradamente el líder a quien entrevistaron decía que no los “entregarían” hasta que el Gobierno no se sentara a conversar con ellos.

Entonces al Gobierno no le queda más que sentarse a dialogar con los secuestradores y a negociar sobre las peticiones de los indígenas.

Los temas son los mismos de todas las protestas indígenas de los últimos veinte años por lo menos. Tierras, autonomía, TLC, etc. Este fin de semana se especulaba que los paperos y otros campesinos volverían a parar porque no les habían cumplido.

Lo curioso es que a mis amigos les parece que eso es todo culpa de Santos, que Uribe se hubiera sentado con los indígenas y hubiera resuelto el problema en el más puro estilo de sus consejos comunitarios, dando órdenes a ministros y funcionarios y haciendo seguimiento.

Raro que las reivindicaciones sean las mismas desde que los indígenas del Cauca vienen haciendo ese mismo tipo de protestas.

De hecho a Uribe le hicieron una o dos de esas. Negociaron, levantaron la minga y despejaron la carretera. Pero no les cumplieron, dicen. ¿

¿Cuál es entonces la diferencia? El estilo. Con Uribe los colombianos sentían a un presidente involucrado, con Santos sienten a un presidente que manda razones y escuderos, que no se involucra.

La economía no levanta cabeza. El sector industrial está postrado. Aunque las estadísticas no lo confirman, la percepción de la gente es que la seguridad y el desempleo han empeorado. Hace ya rato que no hay un golpe contundente contra los terroristas mientras sus descaradas acciones se multiplican. Han vuelto los ataques terroristas contra la infraestructura que se erradicaron en tiempos de Uribe.

El as bajo la manga, el proceso de paz, que en un par de semanas cumple un año está enredado.

Muy enredado.

Lo raro es que todo lo que se previó desde el comienzo viene sucediendo.

Cuando hace un año Santos dijo que había que lograr acuerdos antes del año, muchos analistas dijeron que  eso era optimista por decir lo menos. La realidad es que los tiempos de las FARC en estos procesos son otros. Ellos juegan a lo que jugaban los estudiantes vagos en la universidad cuando decían, después de completar el quinceavo semestre de una carrera de nueve, “es que mi carrera no es de velocidad sino de resistencia”.

Santos está en una carrera de velocidad, las FARC llevan cincuenta años en una de resistencia.

Así las cosas se viene la campaña electoral. En medio de bandazos inexplicables el uribismo que mañana inicia su “convención” ha construido una lista que espera a ser la más votada en la historia de las elecciones legislativas en Colombia.

Al paso que vamos el desarrollo del proceso de paz tiende a favorecer el discurso uribista.

Parecería que cualquiera que sea el resultado de la décimo sexta ronda de conversaciones, el 18 de noviembre, fecha límite impuesta por el mismo Santos, no habrá acuerdos. Se verán entonces abocados a definir hacia donde van la negociaciones una vez Santos oficialice su decisión reeleccionista.

Mis amigos, cada vez más uribistas están optimistas.

Esperan el triunfo aplastante de la lista de senado y la posibilidad de que el candidato presidencial de Uribe, que será definido a dedo en lugar de en una consulta  que era la propuesta inicial, pase a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales.

A mí me parece que mis amigos están ensillando antes de traer las bestias.

En las elecciones legislativas en uribismo enfrentará en cada región, en cada municipio, a los gamonales que llevan años ganando las elecciones. Ya se oye que los partidos tradicionales y otras agrupaciones como Cambio Radical andan afinando estrategias para “derrotar al uribismo”.

En la primera vuelta de las presidenciales, la división de la gente de centro y de derecha entre Uribe y Santos le abre la puerta a un “tercero”, Navarro o la sobrinita pálida, como le decía Klim a Clara López cuando ella era la consejera económica de su tío el presidente López Michelsen.

Me espanta pensar que como resultado de tanto optimismo y de tanta polarización en el seno de la gente de centro y de derecha, la puerta se quede abierta y mis amigos y yo quedemos sometidos a un gobierno de izquierda del talante del de Petro en Bogotá.

Requesoncito: Existe la posibilidad entonces de un Santos versus Santos o de un Santos versus López.  Que verraca esta élite bogotana que se las arregla para mantener la sartén por el mango aun cuando pareciera que la va a perder.