Pobre Ucrania.
Era un país tranquilo, bonito.
Lo fregó el que los países poderosos resolvieron que era bocado de cardenal. Empezaron los europeos tratando de seducir a la bella Ucrania para que se pasara pa ese lado.
Hasta mediados del año pasado Ucrania estaba bajo la esfera de influencia rusa. El Zarputín había logrado reponer a su favorito Yanukovich en el cargo de jefe del Gobierno y tenía presa a su archienemiga Julia Timocshenko.
El gas ruso fluía por los gasoductos para proveer de energía a los hambrientos europeos.
Pero el apetito es una vaina tenaz.
El gas barato y fácil no les bastó y los europeos resolvieron que les convenía empujar a la Unión hasta la frontera con Rusia y obviamente con la UE llegaban la OTAN y los gringos.
En su inmensa miopía Obama resolvió apoyar a fondo la incorporación de Ucrania al círculo de influencia de los Estados Unidos.
A finales del año pasado cuando, siguiendo instrucciones del Zarputín, Yanukovich resolvió que tal vez no, que no se cambiaba de bando gringos y europeos creyeron que la mejor idea era azuzar a los ucranianos del oeste, tumbar a Yanukovich y forzar la volteada.
Recuerdo las imágenes de toda una subsecretaria a de Estado repartiendo pan en la barricadas de Kiev.
¡Ah! Pero eso no era intervencionismo.
Era la voluntad soberana del pueblo Ucraniano. ¡Ya voy toño!
La miopía de europeos y gringos, egocéntricos, creídos, convencidos que por ser ellos los que proponían la anexión de Ucrania, esa se llevaría a cabo sin dificultad.
Zarputín tenía otra opinión, Ucrania pertenecía a la esfera soviética que conforma su sueño de la Rusia imperial.
El Ruso no estaba, ni está, ni estará dispuesto a dejar que Ucrania se salga de su círculo de influencia y mucho menos que la OTAN llegue hasta sus fronteras suroccidentales y en el estratégico mar Negro.
Primero fue Crimea, que Zarputín anexó sin disparar un tiro dejando a los gringos y europeos viendo un chispero.
Luego comenzaron las rebeliones separatistas pro rusas en las ciudades del Este de Ucrania, los partidarios de Rusia se tomaron oficinas gubernamentales, en algunos lugares declararon la autonomía de Ucrania Oriental. El gobierno provisional, pro gringo y pro europeo, endulzado con la mermelada del FMI, trató sin mucha violencia ni convicción de recuperar algunas de esas.
De hecho el centro de Sloviansk en el este todavía está bajo control de los separatistas.
Al Zarputín no le tiembla la mano, no le tiene miedo a las guerras civiles, que ha fomentado. No tiene mayor problema moral con los criminales como Assad a quien ha apoyado con armas y vetos en su cruzada para eliminar hasta el último de sus opositores sean ellos hombres mujeres niños o ancianos.
De pronto por generación espontánea surge un movimiento pro ruso en Odessa, ciudad fundada por Catalina la Grande de Rusia, pero con una población de mayoría Ucraniana 62% contra 29% de rusos.
Odessa es la tercera cuidad de Ucrania, allí está la base naval más importante del país y su puerto de “agua caliente” más importante.
Al movimiento separatista responden nacionalistas de extrema derecha con furor.
Los separatistas se refugian en un edificio de un gremio local. El edificio “se incendia”.
Mueren 40 separatistas, incinerados, asfixiados o porque se botaron por las ventanas.
El Gobierno provisional de Kiev ordena reprimir. 67 separatistas son detenidos y luego liberados por otros separatistas que atacan el cuartel de la policía mientras Kiev denuncia que la policía ha incurrido en evidente incumplimiento de sus órdenes. Odessa no se puede perder
Me suena que se ha desatado una polarización que podía llevar a Ucrania a la guerra civil.
Zarputín tiene su gente y ha infiltrado, seguramente, el movimiento separatista.
El régimen provisional de Kiev tiene el respaldo de los europeos y de los gringos.
¿Será que alguno de los tres súper poderosos puede influir para que los enfrentamientos no desencadenen esa guerra civil?
O ¿Será que las conveniencias y los apetitos de esos súper poderosos son demasiado importantes para que un puñado de vidas de ucranianos ya sean pro rusos o pro europeos valgan la pena?
