Elecciones en ColombiaRegreso después de un largo receso, (huy salió en verso)

Desde que, en 2012, el presidente Santos anunció que se iniciaba un proceso de diálogo con las FARC, la Paz ha sido el tema al que él dedicó todos sus esfuerzos. Su reelección en 2014 estuvo centrada en la Paz.

No hay duda de que la firma del “mejor acuerdo” posible es un logro del Gobierno.

Reflexiones de Juan Manuel UrrutiaDesde que comenzaron los diálogos de La Habana, en varias ocasiones planteaba que lo fundamental era lograr un acuerdo que permitiera la verdadera reconciliación que era el único camino posible para implementar lo acordado. Desafortunadamente ello no ha sido así.

Hay vacíos, muchos.

En septiembre de 2016 los colombianos rechazaron en un plebiscito los acuerdos. Los maquillaron y se inventaron entonces el acuerdo del Teatro Colón rápidamente ratificado por un congreso enmermelado. Quienes votaron en contra y ganaron, se sintieron despojados. ¡No creen en esa Paz!

No se sabe a ciencia cierta cuántos combatientes se desmovilizaron y cuántos pasaron a engrosar las filas de un Ejército de Liberación Nacional fortalecido y enardecido, ni cuantos han sido “contratados” por las bandas criminales organizadas. Se dice que una de las causas de un notorio incremento en la inseguridad en algunas ciudades puede ser la incorporación de bandas de asaltantes formadas por excombatientes que por su pasado militar y su capacidad de organización son más peligrosas y agresivas.

La tristemente famosa JEP, elemento esencial del acuerdo pues está en el centro del proceso de reconciliación, no ha arrancado. Como resultado las candidaturas de los líderes de la guerrilla son vistas como un esperpento por la mayoría de la población. Violadores, secuestradores, asesinos, reclutadores y explotadores de menores de edad pretenden ahora pasearse por el país en medio de los aplausos y vítores de la población. Se encuentran con un rechazo airado y a veces violento, del que no son culpables sino ellos y la impunidad que lograron. Piden ahora garantías. Resulta entonces que el estado debe proveer a la FARC partido político con un escuadrón permanente del ESMAD dedicado a reprimir cualquier expresión de rechazo por parte de la población.

Durante todo el proceso, el Gobierno ha reclamado que el acuerdo se desarrolló teniendo como objetivo fundamental a las víctimas. Bajo esa cortina de humo se trataron de inventar unas circunscripciones electorales especiales para las víctimas. ¿En dónde? No necesariamente en donde están las mujeres violadas y abusadas agrupadas en Rosa Blanca. No necesariamente en los barrios subnormales de las principales ciudades en donde se concentran millones de desplazados. No, las circunscripciones especiales están en 16 municipios en donde las FARC, terroristas, tuvieron y siguen teniendo una significativa influencia. Es decir que las circunscripciones especiales se crearon considerando que las víctimas del conflicto eran las mismas FARC. Ahora sale el vocero de la Paz, Roy Barreras con su tono de sacerdote pederasta a clamar por un Estado de Excepción para devolver esas curules a las FARC.

Aducen el gobierno y sus áulicos que desde que se logró la desmovilización y la entrega de las armas han disminuido las muertes y las violencias en las zonas en donde estaban las FARC. Un grupo de estudiantes de una universidad norteamericana que pasó tres semanas haciendo trabajo voluntario con pequeños caficultores del Cauca corroboran la información, la zona está en paz. Sembrada de coca, pero en paz. ¿Cuánto durará esa felicidad? La escalada de violencia y de asesinatos en la zona cocalera de Tumaco en Nariño tiende a demostrar que la calma será pasajera y posiblemente será la calma que anteceda la tormenta.

Dice un informe del parlamento europeo que tan sólo se ha cumplido menos de 20% de los acuerdos. En esas circunstancias ¿puede uno seguir creyendo que Colombia ha firmado la Paz? ¿Puede el gobernante afirmar que entrega un país en donde se verán los beneficios de la Paz?

Queda pues la sensación que la tarea de la Paz quedó, por lo menos, incompleta. Pero si por ese lado llueve, en otras áreas no escampa. En su afán por promover su Paz, la que le dio el premio Nobel, el presidente aplazó o delegó otros temas de singular urgencia. Parecería como si se hubiera tragado el cuento que se inventó para la campaña de 2014 que decía que lograda la Paz todo lo demás vendría por añadidura.

¡Pues no! La reforma de la educación se quedó en el tintero, esta semana FECODE anuncia un nuevo paro para protestar por los incumplimientos del Gobierno en esta materia. Los dineros del Programa de Alimentación Escolar siguen siendo objeto del apetito rapaz de contratistas y de los políticos que financian sus campañas con la plata de la comida de los niños más pobres. Ni hablar de la reforma a la salud, cada día que pasa la mayoría de los colombianos padecen la inoperancia, la des-financiación y la quiebra del sistema. La otra gran reforma que era urgente y que no se hizo fue la de la justicia.

Entonces la Colombia que enfrenta el proceso electoral de 2018 no parece estar en paz, no tiene seguridad, no tiene educación, no tiene salud, no tiene justicia. En cambio sí tiene el modelo más sofisticado y eficiente de corrupción que se haya conocido e impunidad, toda, por todas partes.