Himno ColombiaAsí decíamos en épocas de conquistas adolescentes, antes de jurarle a la que cortejábamos esa semana o ese fin de semana que ella era la única.

Esta semana las FARC y el Gobierno anunciaron que cuando se firmen los acuerdos se establecerá una comisión de la Verdad.

¿Oh gloria inmarcesible?

¿Oh júbilo inmortal?

Juan Manuel UrrutiaLa Comisión de la Verdad tenía que ser. No hay justicia transicional ni verdadera reconciliación sin que se transite por una instancia de verdad, reparación y no repetición.

La Comisión de la Verdad era pues algo que estaba implícito en el proceso de negociación.

Anunciar que se ha acordado su constitución como el gran resultado en este momento cuando hay muchos colombianos convencidos que ese proceso es un fracaso, suena a oportunismo.

Como dice María Isabel Rueda asusta que hayan aceptado una comisión paritaria entre un Estado que representa a 45 millones de gentes de bien y un grupo terrorista que no representa a más de 25,000 personas y cuyos representantes están negociando para ver cómo se libran ellos y una centena de comandantes de las penas que deberían pagar.

La verdadera verdad es que los atentados terroristas con que han respondido las FARC a las derrotas militares a que fueron sometidas desde el momento que el presidente le dio permiso de actuar a los militares han llevado a muchos al convencimiento que con esos señores no hay negociación posible.

La verdad verdadera es que los colombianos estamos cansados de que las FARC sigan con su discurso del “derecho a la rebelión” para justificar actos que nada tienen que ver con actos de rebelión o de insurgencia.

Dinamitar las torres de energía y, en medio del acuerdo de desminado, sembrar de minas los alrededores de las torres para que las cuadrillas que van a repararlas no puedan entrar es una acto terrorista, que afecta principalmente a la población civil de Buenaventura y de Tumaco.

Escoger precisamente esa región del sur occidente colombiano para llevar a cabo “actos de guerra”, ¿cuáles?, es una acción encaminada a obligar a las fuerzas armadas a descuidar los corredores del narcotráfico.

Forzar el derrame de miles de litros de crudo en una carretera del Putumayo ¿puede ser considerado por alguien como un acto de guerra llevado a cabo por un movimiento que “ejerce el derecho a la rebelión”?

El discurso en La Habana no cambia. No ha habido avances “de verdad pa Dios” en los temas espinosos que son la dejación de las armas y el sometimiento a la justicia.

Pese a declaraciones y declamaciones, las FARC siguen diciendo NO y esperando, junto con sus cómplices de la “sociedad civil”, a que el Gobierno diga “o bueno”.

Y en su afán por avanzar el Gobierno acaba diciendo “o bueno”.

Dijeron que iban a desminar y andan poniendo minas.

Dijeron que iban a liberar a los niños reclutados y ahora se inventaron que los niños lo que están es refugiados en sus campamentos.

Ya para terminar como decía el recordado Arturo Abella, no puedo dejar de referirme a la columna del nuevo vocero del santismo, el en-mermelado León Valencia, quien veladamente, pero de una vez va anunciando que la Comisión de la Verdad empezará arremetiendo en contra de la élites políticas y económicas como responsables del conflicto a quienes acusa de nunca haber reconocido su gran responsabilidad de la violencia familia.

Mal comienzo, los pájaros tirándole a las escopetas. No entienden quienes como Valencia y muchos toros que desde fines de los años noventa los movimientos guerrilleros se convirtieron en narcotraficantes y acudieron al terrorismo para defender el negocio. No entienden que esa es la verdad por la que tienen que responder los vacacionistas de La Habana y los facinerosos del ELN.

Por ahí tiene que empezar la verdadera verdad. Porque ninguno de los vacacionistas de La Habana estuvo en Marquetalia, ni ejerció el derecho a la rebelión. Con ellos tenemos que hacer la paz porque no los podemos derrotar, no porque haya algo de legitimidad en sus acciones delos últimos veinte años.

Si querían reclamar el derecho a la rebelión han debido firmar con Belisario o con Barco, antes de descubrir lo buen negocio que eran el secuestro, el narcotráfico y la minería ilegal. Antes de construir sus estrategias desde la violación constante de los derechos humanos.

La verdad que nos proponen los aliados de la guerrilla es tan falsa como nuestras promesas de fidelidad en tiempos de adolescencia en donde los embates de las hormonas pasaban por encima de cualquier sentimiento.