Y sucedió, Uribe en detención domiciliaria. Primero la primaria, la decisión la tomó la Sala de Instrucción y no la Corte Suprema.  Sería útil que los titulares y las reacciones se basaran en ese hecho y lo presentaran como tal.  

Decir o escribir que la Corte Suprema de Justicia ordenó la casa por cárcel para Álvaro Uribe no es preciso.  La sala de instrucción de esa corte dictó una medida de aseguramiento temporal (un año máximo) para evitar que el sujeto del proceso pudiera afectar su desarrollo ya que la sala considera que hay un riesgo concreto de obstrucción a la justicia por parte del acusado.

En el ordenamiento jurídico colombiano, la medida preventiva de aseguramiento es una herramienta que tiene el sistema acusatorio, la fiscalía y en este caso la sala de instrucción de la Corte Suprema que es la que cumple el papel de ente investigador.  Herramienta que se usa con mucha frecuencia, demasiada.  Ante la dificultad de hacer justicia la sociedad colombiana se ha acostumbrado a contentarse con el carcelazo y así nuestras cárceles están repletas de procesados cobijados con medidas de aseguramiento, desde ladrones de celulares hasta ladrones de países.

Juan Manuel Urrutia

La justicia colombiana cojea y desafortunadamente casi nunca llega.   Entonces una medida temporal de aseguramiento acaba volviéndose, como el cuatro por mil, permanente y eso asusta.

Ese es el panorama.  La corte no metió a Uribe a la cárcel, una sala de la corte ordenó su detención preventiva domiciliaria.  A Uribe no lo han condenado, ni siquiera lo han acusado y menos llamado a juicio.

Esos son los hechos.   

Arranco con mi opinión, la medida tomada por la sala de Instrucción me parece inoportuna.  No creo que fuera como dicen las barras bravas de la izquierda necesaria.  Tampoco me parece injusta, como dicen las barras bravas “uribistas”. 

Cuando el investigador y acusador que es el papel de la sala de Instrucción estima o sospecha que hay riesgo de que el investigado lleve a cabo acciones o maniobras para obstruir el legítimo proceso debe dictar una medida de aseguramiento, leve cuando es domiciliaria, más dura cuando es intramuros, así sea en el Cantón Norte o en Tolemaida o lugar similar.  O sea la medida así no guste es justa.

Innecesaria porque de lo que se acusa al senador Uribe es justamente de tratar de “torcer” la justicia comprando falsos testigos, si lo hizo, ya lo hizo y no creo que insista y si no lo hizo, ¿para qué hacerlo ahora?, o sea la medida no era necesaria como quisieran en la izquierda.

Veamos las reacciones para entender cuán inoportuna

El presidente de la República y el “uribismo” desde antes de que la Sala de Instrucción tomara la medida estaban ejerciendo presión, a mi ver indebida.  Anunciada la detención domiciliara se desencadenó un sunami de intolerancia. El argumento principal de esa reacción es que “Uribe tiene el derecho a defenderse desde la libertad como le sucede a los delincuentes a quienes se les creó una justicia especial”.  Argumento que polariza, “los buenos en la cárcel y los malos en el senado”. Dicen “la detención de Uribe se negoció en la Habana”, calumnia innecesaria y, de nuevo, generadora de conflicto.  Lamentables el llamado de la senadora Paola Holguín a las reservas a cerrar filas y rodear a Uribe ante tal injusticia y la vehemente arremetida de la paloma de la guerra que con un descarado oportunismo.  Ahora si llama a la reforma de la justicia; esa que Uribe no quiso hacer cuando era presidente pues la única reforma que el perseguía era la de la constitución que le permitiera convertirse en el presidente eterno, la compró una vez y la segunda vez perdió.  Desastroso que ministros y altos funcionarios anden firmando ataques a la corte camuflados en cartas de “respaldo” al expresidente, a quien muchos de ellos siguen diciéndole presidente Uribe.  Todas estas son reacciones extremas, están cargadas de odio, que importa la ideología.  Aquí ya no se trata de defender el capitalismo, o la propiedad privada o el derecho a la vida o de atacar el matrimonio igualitario o de preferir el desarrollo a la ecología, todas estas ideas que están debajo en la mano firme en el corazón del uribismo.  No aquí se trata de defender al caudillo, que es intocable, impoluto, inmaculado.  He ahí el gran problema del “uribismo” que pretende ser un partido ideológico cuando en realidad es un movimiento caudillista.  

La izquierda tampoco se salva cuando celebra la perdida de la libertad por parte de un expresidente de la República.  Poco profesionales las expresiones de felicidad de los periodistas y comentaristas enemigos de Uribe escondidas tras el “hay que respetar las decisiones de la justicia”, eso sí cuando favorecen sus intereses.  

Mal la alcaldesa Claudia López, que se apresuró a criticar la detención preventiva de Anibal Gaviria y ahora escondida detrás del “hay que aceptar los veredictos de la justicia” aplaude la de Uribe.  

El senador Petro, que cuando fue alcalde se pasó y se volvió a pasar la ley por la faja, el que congregó al pueblo a llenar las plazas ante una decisión de autoridad competente, ahora llama a aceptar el veredicto de la justicia.  

La izquierda aprovecha la ocasión para “linchar” al caudillo de la derecha.  Porque tampoco hay ideas.  No se trata de eliminar la desigualdad, la explotación de trabajadores y campesinos. No se trata de proponer un desarrollo equitativo, ni de defender el enfoque de género o el aborto o el matrimonio igualitario, ideas que la izquierda ha ido apropiando y que construyen el pensamiento progre.  ¡N0! se trata de que metan a la cárcel al “matarife”

Exacerbados los odios, las recriminaciones, los extremos, el centro que sigue pensando en un país posible construido desde las ideas y no desde los odios y los miedos, se queda en silencio, esperando que la justicia siga sus procesos en la Corte Suprema, en la JEP, en la justicia ordinaria.  El centro sabe que hay que reformar la justicia, pero no desde un llamado vindicativo como el de la paloma de la guerra.  Pero mientras se reforma la justicia, hay que dejarla actuar, para bien o para mal.

La innecesaria medida de aseguramiento pone sobre la mesa de la conversación el dilema entre el redentor inmaculado y el demonio castro chavista.  Por ahí no es la cosa, ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario, que se llama el centro.