Juan-Manuel-26-300x270Las Fuerzas Armadas de la República, han sido, siguen siendo y serán siempre el bastión de la defensa de las instituciones.

De eso no hay duda.

Cada soldado muerto, cada soldado mutilado, cada huérfano y cada viuda así lo atestiguan.

El proceso de paz que se desarrolla en La Habana, no existiría de no ser por la contundencia, el profesionalismo y el armamento que han ido adquiriendo nuestras fuerzas armadas desde el gobierno de Andrés Pastrana y que se consolidaron con la seguridad democrática de Álvaro Uribe.

No se vale sin embargo que cada vez que estalla un escándalo alrededor del comportamiento de miembros, posiblemente aislados, esas fuerzas armadas, el Ministro de Defensa, y los comandantes salgan a recordarnos lo que sabemos y utilicen el heroísmo de los soldados y de sus comandantes para tapar.

Para esconder.

Desde los escándalos de los falsos positivos de los tiempos de la seguridad democrática el honor y el buen nombre de los más de cien mil hombres que conforman nuestras heroicas fuerzas armadas han sido salpicados por la porquería de las actuaciones de unos cuantos.

En el centro de esa historia ha estado, por tercera ocasión, el hoy ex Coronel Robinson González del Río.

La primera vez fue cuando la revista Semana denunció los privilegios que gozaban los oficiales que estaban detenidos por los hechos conocidos como los falso positivos.

El tristemente famoso ex Coronel está acusado de haber asesinado a dos campesinos y haberlos presentado como ex guerrilleros.

La segunda vez estuvo en el centro del escandaloso caso de los sobornos al magistrado del consejo superior de la judicatura, Henry Villarraga, que le costó el puesto a este último.

Ayer amanecimos con la perla de la revista Semana en la que se denuncia un monstruoso escándalo de prebendas, favoritismos y corrupción en el seno de nuestras fuerzas armadas en el que está de nuevo involucrado ese siniestro personaje, el coronel.

Aconsejo leer la transcripción de las grabaciones para que se entienda la gravedad de las denuncias, pero sobre todo para que se entienda lo sorpresivo e inadmisible de la reacción del Gobierno Nacional, es decir del Presidente y de su Ministro de Defensa.

Reitero, no se vale salir a defender la honra de las Fuerzas Militares, esa estaba intacta hasta que el ministro resolvió mancharla con reacciones y anuncios tibios.

No se vale anunciar comités y comisiones cuando los colombianos esperábamos destituciones.

Llamar a un corrupto coronel que está preso por asesino a calificar servicios y anunciar su traslado no explica por qué semejante personaje tenía las prebendas que evidencian las grabaciones.

Aceptarle la renuncia a un General de la República al que han debido destituir es un insulto a la inteligencia de los colombianos.

Permitir que las Fuerzas Armadas continúen bajo el liderazgo de un general que le aconseja a su amigo que monte una mafia para perseguir a los fiscales que investigan los falsos positivos es, eso sí, un atentado contra el proceso de paz.

El que el Ministro de Defensa tenga pruebas de que algunas de las grabaciones son cuestionables no lo exime de la responsabilidad de explicarle a los colombianos por qué el Comandante de las Fuerzas Armadas sostenía conversaciones con un reo al que éstas le están prohibidas.

Cómo se explica uno que el General, sobre cuyos hombros recae la responsabilidad de comandar nuestras fuerzas armadas en momentos cruciales para el futuro de la nación, no sabe que a los detenidos no se les permite el uso de teléfonos celulares.

El Ministro de Defensa tiene razón cuando dice que no nos debemos apresurar a condenar y a ensuciar la honra de las personas.

Pero ante todo él no debió apresurarse a salir a defender la honra de las fuerzas armadas como distracción, para no ir al fondo de lo denunciado: la existencia de una banda criminal en el seno del ejército.