Si nos lo habían dicho. Nos lo habían prometido.
Los colombianos tendríamos que tragarnos unos sapos si queríamos lograr la paz.
Estamos buscando recetas y condimentos para preparar los sapos que nos tendremos que tragar los que aceptamos la propuesta gastro-batracia para lograr que un grupo armado se desmovilice, entregue las armas y se someta a un proceso de justicia transicional.
Los condimentos nos ayudarán a aceptar las penas alternativas y disminuidas aún para delitos de lesa humanidad y a ver a los guerrilleros regresar a la vida civil y participar de la vida política.
Se firmaron los tres acuerdos que abren el camino para la firma del acuerdo general. Allanado el camino, los colombianos comienzan a pensar en cómo será esa paz. Y claro se anuncian sapos sapitos, ranas y renacuajos.
Desde la firma de los tres acuerdos finales en la Habana mucho se ha escrito, mucho se ha especulado.
Tal vez el tema más polémico es la participación política de los jefes guerrilleros.
Está claro que no tiene absolutamente ningún sentido que unas personas que están, legítima o ilegítimamente, convencidas que sus acciones violentas estaban motivadas por razones políticas y que eran rebeldes y no narcoterroristas, vayan a desmovilizarse y a entregar las armas para ir a podrirse en una celda, como quisieran Álvaro Uribe, Pachito Santos y sus seguidores.
Timochenko, Márquez, Granda y los demás líderes de las FARC están sentados en La Habana negociando su reintegración a la vida civil y la recuperación de sus derechos políticos, incluso el de ser elegidos. A cambio están firmando unos acuerdos que significan el fin de su guerra de ellos.
Claro esos acuerdos traen efectos que a muchos no le gustan. Y a eso le dicen sapos.
Pero los expertos de los batracios, muy dedicados a estudiar las especies que se producen en La Habana no han registrado la aparición de una especie mayor.
En efecto, es un sapo gordo, lechoso y además carnívoro, capaz de tragarse cuanto sapito salga de otro lugar y cuya digestión es sumamente difícil especialmente para personas que tengan la muy rara condición, en la clase política colombiana, de tener principios.
Se trata nada más ni nada menos del aumento salarial de los padres de la patria. Con un poco de aceite de olivas y una copita de vino de la Ribera del Duero, por ejemplo, me trago el sapo de ver a Iván Márquez en el Congreso, eso sí elegido, no nombrado.
Pero saber que el Ñono Elías o el pelón Roy Barreras se ganan más de 27 millones de pesos, 40 veces el salario mínimo de un colombiano, por no hacer lo que deberían hacer es un sapo intragable.
Esos congresistas que no fueron capaces de autoregularse. Vagabundos que no fueron capaces de producir alguna reforma a la salud, cómplices de la muerte de miles de colombianos y colombianas que fallecen esperando una cita en la EPS. Clientelistas corruptos que trataron de hacerle le cajón a la directora del ICBF porque resolvió limpiar la casa y sacar del Instituto a los corruptos que la clase política había instalado.
Esos personajes que cuando trabajan lo hacen por unas cuantas horas tres días por semana, se ganan 27,929,064 pesos mensuales. Si contabilizamos los días en que trabajan en su función de congresistas, sesionando, debatiendo y votando en las comisiones y las plenarias, eso suma máximo 15 días al mes. O sea que se ganan la bicoca de $1,861,973 pesos diarios. Eso para una persona que trabaje los 25 días hábiles que en promedio tiene un mes equivaldría a un salario de más de 46 millones de pesos. Ahora ni que decir de la comparación con un jornalero del campo que cuando bien le va se gana $30,000 pesos diarios, SESENTA VECES MENOS.
¡Y eso es si van a TODAS las sesiones!
Ese sapo no nos lo anunciaron ni lo discutimos. Los sapo-denunciadores del Centro Democrático han guardado silencio absoluto, los defensores de los sapos de la Habana también. Los incorruptibles Robledo, la senadora gritona y la paloma de la guerra que representan lo más notorio del Congreso comen callados. Ni qué decir de los Ñoños que no abren la boca sino para tragarse los recursos de los colombianos.
En el Congreso de la República hay toda clase de enfrentamientos, oprobiosos y violentos en ocasiones, pero a la hora de la hora hay un pacto secreto para arremeter en el saqueo de las arcas de la Nación.
Y esos personajes son los que van a legislar para la paz.
No me pasa el sapo, estoy atorado.