Votar por FajardoCon algo de rubor por mi reciente silencio en este medio me atrevo hoy a regresar, espero que con la frecuencia de antes.

En cuatro días tendrá lugar la primera vuelta de la elección presidencial en Colombia.  Las encuestas dan como casi seguro un resultado que llevaría a una segunda vuelta a los dos extremos del espectro representados por Iván Duque y Gustavo Petro.

Reflexiones de Juan Manuel UrrutiaEn estas condiciones surge la disyuntiva del voto útil que indica que cualquier voto que no sea por uno de los dos candidatos que las encuestas muestran como ganadores, o más bien que cualquier voto que no sea contra uno de esos dos candidatos, es un voto inútil.  Programas, propuestas y antecedentes pasan a segundo plano.

Vote por Duque para atajar a Petro o vote por Petro para atajar a Uribe.

¿Y, Colombia qué?

Tiene que haber otra opción.  Algunos optan por la opción del descarte, que es lo mismo pero distinto.  No voto por sutano ni por mengano porque …, entonces no me queda más que votar por fulano. Y sostengo que es lo mismo porque ese proceso lleva al mismo resultado que el llamado voto útil ya que una de las razones para no votar por ciertos candidatos es que “ya no tienen chance”.

Mi reflexión va por otro camino.  No caigo en la trampa de creer que las encuestas son la verdad única y valedera.  Varios procesos recientes han demostrado los vacíos de las encuestas.  En esos casos el electorado ha demostrado cuán equivocadas pueden estar.

Pienso que el domingo 27 a las siete de la mañana hay candidatos que tienen la opción de pasar a la segunda vuelta.  No creo, eso sí, que la elección se defina en primera vuelta.  Se espera que la votación esté entre 18 y 19 millones de votos y ninguno de los candidatos llega a los más de 9 millones de votos que se requerirían para ganar en primera vuelta.

Hace 20 años Colombia eligió a Andrés Pastrana porque era una promesa de cambio.  Trató de hacer la paz y fue engañado por las FARC y por sus asesores.

Hace 16 años Colombia eligió a Álvaro Uribe porque era una promesa de cambio.  Se instaló ocho años en el poder y el único cambio que hizo fue la ejecución de su política de seguridad democrática, con chuzadas, falsos positivos y mucha sangre derramada.  El imperio del todo vale hizo que en contraste con un primer período de buenos resultados, la segunda presidencia de Uribe puede ser una de las peores de la historia reciente de Colombia.

Hace ocho años, con el impulso de Uribe, Colombia eligió a Santos para que no hubiera cambio.  Pero lo hubo, sólo que de patrá, como dicen en la costa.  Santos se empeño en un viaje ególatra, quiso pasar a la historia con el Pacificador y ni pacificó ni gobernó.

Durante esos veinte años Colombia vivió los extremos de los ciclos económicos, hubo riqueza y hubo menos.  Durante esos veinte años, por diversas razones, que a la larga no son tan diversas, se aplazaron los cambios fundamentales.  A la clase política no le ha interesado tocar la salud, la educación ni la justicia porque de sus falencias y vacíos viven como el famoso “chupasangres”.

Veinte años prometiendo e incumpliendo le ha abierto el paso al discurso demagógico y populista de Gustavo Petro.  El fracaso del proceso de paz, si fracaso, le ha abierto el paso al discurso de extrema derecha del Centro Democrático y una rendija al confuso discurso de Vargas Lleras.

La opción de Petro, cuyo discurso puede seducir tiene un riesgo demostrado, su mesiánico autoritarismo dejó a Bogotá en condiciones deplorables.  Aún peor, en su discurso actual trata de justificar su inepta y desastrosa gestión.

La opción de Duque es más de lo mismo que vimos entre 2002 y 2010, con el agravante que se puede parecer más al segundo mandato que al primero.  Por sobre todo es una opción que no ofrece ninguna garantía que se vayan a impulsar los cambios que Colombia requiere para eliminar la pobreza la inequidad y la falta de oportunidades.

La opción Vargas Lleras es más de lo mismo, mucho más de lo mismo, el imperio de las castas y de las clientelas.  De hecho, su UNICA esperanza en la elección del domingo, según sus propios seguidores, es “que le funcione la maquinaria”.

¡Joder!

El pobre de Humberto de La Calle no es opción.

Queda entonces Sergio Fajardo, con un discurso refrescante, lleno de esperanza, dispuesto a impulsar los cambios que nuestra sociedad requiere para mantenerse viable.  Con una trayectoria que demuestra honestidad y capacidad de gestión. Derrotó a las maquinarias clientelistas antioqueñas en dos oportunidades y en su gestión como alcalde y como gobernador demostró que Se Puede.  Por eso quienes lo acompañamos creemos que con Fajardo Se Puede.  Creemos que es el único candidato que nos hace pensar en una Colombia mejor, más justa, más equitativa y menos corrupta.

Por eso voto e invito a votar por Sergio Fajardo.