Juan-Manuel-2He vivido en África en dos ocasiones entre 1994 y 1998 y entre 2004 y 2010.  En ambos períodos tuve la oportunidad de visitar Kenia en repetidas ocasiones y de conocer, discutir y familiarizarme con su historia y sus pugnas políticas y étnicas.

El delfín es un animal muy bonito, muy inteligente.  Delfín era el nombre que le daban los franceses al príncipe heredero (le Dauphin de France) y por extensión se le dice delfín a todo hijo de político que participa en política.

El Tiburón por otra parte es un incomprendido animal, tan bello como el delfín, y como el delfín un sofisticado predador, pero con muy mala fama.  Mala fama, entre otras, resultante del frenesí que  desata en ciertas ocasiones. Cuando ciertos grupos de tiburones atacan un cardumen de peces, en medio del frenesí, no es raro que los tiburones se ataquen entre ellos.  Estos episodios se ven en las costas orientales de África, frente a Kenia, durante la migración de las sardinas.

En 1963, como resultado de la Conferencia de Lancaster (que define la independencia de Kenia) el partido KANU (Kenya African National Union), bajo el liderazgo de Jomo Kenyatta, gana las elecciones parlamentarias.  Como en muchos países del Commonwealth Británico, Kenyatta se convierte en el Primer Ministro y Jefe de Gobierno mientras la reina Isabel II continua como Jefe de Estado con el título de Reina de Kenia.

En 1964 Kenyatta lidera un cambio constitucional que convierte a Kenia en una república e instaura un régimen presidencial.  Asume la presidencia con amplios poderes y nombra a Jaramogi Oginga Odinga como su vicepresidente.  Odinga, que era de izquierda, nunca logró ponerse de acuerdo con Kenyatta, mucho más pro occidental y anti comunista.  En 1966 Odinga renuncia a la vicepresidencia y crea su propio partido, KPU (Kenya People’s Union).

A medida que pasa el tiempo Kenyatta comienza un proceso de ampliación de sus atribuciones, de limitaciones a la participación política de sus adversarios y de concentración del poder en su etnia, los Kikuyo. Odinga acentúa sus críticas a las políticas de Kenyatta y se distancia cada vez más, entre otras en defensa de su etnia, los Luo; la etnia del papá de Barack Obama, entre otras cosas.  Odinga había sido Rey de los Luo y había renunciado ya que la tradición le prohíbe al rey participar en política.

Las fricciones ente Odinga y Kenyatta se van acentuando. En 1969 Odinga es arrestado luego de una agria confrontación verbal con Kenyatta, en la que ambos se insultaron en una caótica función pública en Kisumu, que degeneró en desórdenes con un saldo de once muertos y docenas de heridos. Odinga duró preso dos años. Su partido, el KPU, fue prohibido. Kennyatta gana en 1969 su tercera presidencia en elecciones de un solo partido. Kenyatta sigue gobernando, de forma cada vez más autocrática, hasta su muerte en 1978. Odinga queda en el limbo político hasta la muerte de Kenyatta. Los quince años de Gobierno de Kenyatta trajeron mucho progreso.  Kenyatta fue muy hábil en su manejo de la modernización y sobre todo de la transición de un régimen racista blanco a un régimen africano negro, en el que los blancos nunca perdieron sus posesiones ni fueron perseguidos.  De hecho durante los primeros años, la burocracia siguió siendo la bien educada y preparada burocracia del imperio británico.  Sin embargo en su afán de consolidar un régimen autocrático Kenyatta dejó el problema de las dos etnias dominantes sin resolver.

Los delfines se llaman Uhuru Kenyatta, hijo de Jomo, y Raila Odinga, hijo de Oginga.  Ambos han estado vinculados a la política de Kenia desde finales de los noventas.  Raila Amollo Odinga entró al parlamento en 1992. Ministro de energía entre 2001 y 2002, y de carreteras, obras públicas y vivienda entre 2003 y 2005. Candidato de la oposición en las elecciones presidenciales de 2007 fue derrotado por el presidente Mwai Kibaki de la etnia Kikuyo, quien gozaba del apoyo de Uhuru Kenyatta. En una elección en la que se depositaron más de ocho millones de votos, Odinga perdió por doscientos treinta mil votos. Las acusaciones de fraude no se hicieron esperar: se desató una violenta crisis post electoral. Con la intermediación de Kofi Annan, en febrero 28 de 2008, se logra constituir un gobierno de coalición presidido por Kibaki y en el que participan los delfines con Odinga como primer ministro y Kenyatta como vice primer ministro.

Entre 2004 y 2010 yo vivía en África y tenía relaciones de negocios en Kenia, a donde viajaba con alguna frecuencia. Conocí de cerca la violencia pos electoral de 2007-08. Recuerdo que me marcaron las matanzas de Kibera en Nairobi. En esos tiempos muchos analistas coincidían en que, aunque no se podía hablar de violencia étnica exclusivamente, las matanzas y persecuciones sí tuvieron un carácter étnico, sobre todo en el valle del Rift en donde el objetivo eran los miembros de la etnia Kikuyo. Es más, lo que comenzó como una ola violenta de protesta de los partidarios de Odinga, en su mayoría de la etnia Luo, culminó en violencia étnica. El balance, más de mil muertos y más de ciento ochenta mil desplazados en un episodio de duró dos meses y un día.

El acuerdo logrado en 2008 incluía una investigación independiente sobre las matanzas y la violencia post electoral. Luis Moreno Ocampo, fiscal de la Corte Penal Internacional asumió tal investigación. Como resultado, Uhuru Kenyatta ha sido formalmente acusado de ser uno de los responsables directos de ordenar algunas de las matanzas. Kenyatta ha sido llamado a juicio y renunció a su posición como ministro de finanzas y vice primer ministro en 2012.

Así se llega a las elecciones que tuvieron lugar el 4 de marzo de 2013. Los candidatos, los dos delfines, Kenyatta y Odinga. Las etnias enfrentadas de nuevo. Kenyatta no era el favorito, se pensaba que había llegado el turno de Odinga. Se presumía que el juicio de la CPI tendría efectos negativos. En una típica salida en falso, un vocero del Departamento de Estado de los Estados Unidos le advirtió a los Kenianos, “las escogencias tienen consecuencias”. Y consecuencias tuvo.  Se despertó un sentimiento nacionalista, keniano africano. Apoyado en una sensación que la CPI tan sólo ha llamado a juicio a líderes africanos, el electorado keniano eligió a Kenyatta. Aunque esta vez la victoria de Kenyatta ha sido más amplia, quedan dudas por el muy pequeño margen, cuarenta mil votos, con el que Kenayatta superó la barrera del 50% y una segunda vuelta.

Odinga volvió a cuestionar el resultado, esta vez ante la Corte Suprema de Justicia. Cuando la Corte dio su veredicto y comenzaron de nuevo las protestas en la calle, Odinga se apresuró a aceptar el resultado para evitar nuevos hechos de violencia. Pero ha dicho que se han abierto nuevas heridas.

¿Qué le espera a Kenia?  Se habla de un juicio por Skype, en el que el Presidente Kenyatta y el vicepresidente Ruto responderán a los cargos de crímenes de lesa humanidad ante la CPI. Se ha hablado de un gobierno vía Skype en el que Kenyatta ejercería sus funciones desde un calabozo en La Haya. Comenzará, de todas formas, un período de Gobierno marcado por profundas diferencias étnicas que los delfines, hijos de los fundadores de la república de Kenia no han sido capaces de superar. Diferencias étnicas que los tienen a ambos acusados de crímenes de lesa humanidad. Nairobi es un bella ciudad, sofisticada, cosmopolita. Sede alterna de Naciones Unidas,  centro diplomático de África en los años ochenta y noventa. Nairobi también tiene el mayor tugurio urbano de África, Kibera. Y como todo suburbio, Kibera es una olla en la que se cocina el sancocho de las diferencias étnicas entre los Kikuyo y los  Luo y de las violencias asociadas con la extrema pobreza y la exclusión. Nairobi es una de las ciudades más inseguras de África.

¿Serán capaces los delfines de comportarse como tales, o seguirán actuando como hambrientos tiburones?

Por su belleza. Por la forma en que los kenianos han cuidado sus parques y sus animales. Por la paz que irradian los Massai en medio de la violencia entre las otras dos etnias con quienes comparten los territorios de Tanzania y Kenia. Por esas razones y por la estabilidad de África, los kenianos merecen que los delfines se porten a la altura.