Jesús Santrich

Esta columna ha sostenido que el éxito del proceso de paz en Colombia depende de la implementación de lo acordado. Así lo he manifestado en todos lo requesones escritos desde que el entonces presidente Santos anunciara en 2012 el inicio formal de las negociaciones con las FARC EP y durante todo el largo proceso de negociaciones que culminara en el Nuevo Acuerdo Final firmado el 24 de noviembre de 2016 en el teatro de Colón en Bogotá.

Recordemos que el viejo acuerdo que se firmó con bombo, exceso de gasto, y platillo en Cartagena de Indias con dos tiranos como testigos, Raúl Castro y el maduro, fue rechazado por la mayoría de los colombianos en un plebiscito que tuvo lugar el 2 de octubre de 2016. Las partes, Santos y las FARC se inventaron entonces el Nuevo Acuerdo que se firmó ya no con bombo y platillo sino más bien con pompa y circunstancia el 24 de noviembre de 2016 en el Teatro de Colón.

Han pasado entonces casi tres años desde que en agosto de 2016 las partes se pusieron de acuerdo y nos vendieron el cuento de la Paz con pájaro en la solapa y todo. En esos difíciles momentos de 2016, cuando los colombianos rechazaron el Acuerdo en el plebiscito, entre los voceros más destacados de quienes se autobautizaron como los “defensores de la PAZ”, acompañando a Iván Cepeda y a Humberto de la Calle, aparecían casi siempre Iván Márquez y el cínico Santrich.

Ayer a las ocho de la mañana se confirmó la voluntad de paz de los voceros de las FARC. Se confirmó el tamaño del conejo que Santrich, Márquez, y demás facinerosos narcoterroristas le pusieron a los “defensores de la paz”. Ayer se confirmaron los peores temores de los “enemigos de la paz”. Todo parece indicar que Iván Marquez y Jesús Santrich gozan de libertad e impunidad cómodamente instalados en la Venezuela del maduro y seguramente en las mismas condiciones que goza la rosca que rodea al tirano.

¿Qué nos pasó?

Sigo creyendo que Santos se la jugó por la negociación de buena fe. Sigo creyendo que el demonio estaba en el detalle. Sigo creyendo que la implementación del “Nuevo Acuerdo” ha sido uno de los grandes fracasos del Estado Colombiano.

Primer fracaso:

Uno de los pilares del “Acuerdo” es la JEP.

El más visible resultado que muestra la famosa JEP es la volada de Santrich. Duraron casi un año titubeando para acabar cuadrándole la libertad, jugada que complementó la Corte Suprema de Justicia. El oso es pavoroso ya que después de vericuetos jurídicos incomprensibles para una mente racional, el tipo está muerto de la risa en Venezuela enterándose de que otra vez tiene una orden de captura que en su cinismo burlará.

Iván Márquez lleva meses mamándole gallo a la JEP y al país. Claro está que la JEP no es que haya sido extremadamente diligente. El caso de Márquez es terrible porque fue el vocero de las FARC durante buena parte de las negociaciones. Se rumora que está organizando y armando su propia disidencia.

La JEP ha hecho poco o nada para que las víctimas de abuso y explotación sexual por parte de los comandantes de las FARC tengan verdad y mucho menos reparación en cuanto a la no repetición, imagino a Santrich persiguiendo jovencitas en Caracas, viejo cochino. A las mujeres de la corporación Rosa Blanca no les han dado la oportunidad de contar sus historias porque la JEP estaba ocupada persiguiendo, justamente, a los militares responsables de los falsos positivos. Mucha gente ve en esa priorización un claro desbalance que en nada ayuda a la imagen de la JEP.

Segundo Fracaso:

Hay que reconocer que la desmovilización de los mandos medios y de lo que llamaban la guerrillerada, es decir la tropa de las FARC fue relativamente exitosa. Entregaron las armas y se instalaron en los campamentos montados para recibirlos.

Pero su reincorporación a la sociedad ha tenido serias dificultades. Al parecer los programas de apoyo a los desmovilizados no han tenido la eficiencia que se esperaba y para rematar ya han sido asesinados más de cien desmovilizados.

Inicialmente se pensó que el fenómeno de las “disidencias” que es el nombre que le han dado a los frentes que no se desmovilizaron o que se des – desmovilizaron, como Márquez y Santrich.

Tercer Fracaso:

Siempre pensamos quienes queríamos creer en los beneficios de la desmovilización de las FARC que ésta daría el espacio para que el Estado ocupara el territorio. De eso poco. Un ejemplo terrible es lo que está sucediendo en nuestras selvas. Las FARC se fueron y con ellas el control social que, para bien o para mal, imponían. El estado no ocupó el territorio. Lo ocuparon los “colonos” quemando y desforestando.

Ni hablar de los que esta sucediendo en zonas enteras del Cauca, de Nariño, especialmente en Tumaco y sus alrededores, del Catatumbo y lo que está empezando a suceder en zonas “pacificadas” como Córdoba y el sur de Bolívar.

Seguimos contando muertos diarios.

Van tres años. El negociador del Gobierno de Santos, Humberto de la Calle insistía esta mañana, comentando la fuga de Santrich, que la prueba de que el acuerdo es tan perfecto es que Santrich que siguió delinquiendo, ahora tiene orden de captura. Se le olvida al doctor de la Calle que las acusaciones contra Santrich tienen meses. Se le olvida al doctor de la Calle que Iván Márquez con quien compartió horas de diálogos y negociaciones le puso conejo al tan perfecto acuerdo de paz.
El Estado colombiano ha fracasado en la implementación del acuerdo. Al Centro Democrático, el partido de gobierno parecería que le interesa en cierta forma el fracaso del acuerdo. Error o más bien horror.

El acuerdo se firmó. Más trece mil guerrilleros entregaron las armas y se desmovilizaron. Encabezados por Timochenko, la mayoría de los miembros de las FARC ha cumplido lo acordado. Los que quedan debiendo son Márquez, Santrich, el Paisa y uno que otro delincuente y sobre todo el Estado Colombiano.

Es hora de dejar la discusión superficial sobre los que no cumplieron a esos que les caiga el peso de la ley o de las armas.

El jefe de Estado debe concentrar los esfuerzos del gobierno que preside en asegurar el cumplimiento de los compromisos adquiridos. El jefe de Estado debe asegurar que las fuerzas armadas de las que es el comandante supremo cumplan con su obligación de preservar la vida, la honra y los derechos de los ciudadanos. Lo demás es paja.

Al jefe de Estado le gusta más pasear y tocar guitarra que gobernar.

El Congreso debería vigilar que el ejecutivo cumpla y dejar las discusiones bizantinas, pero tenemos un congreso controlado por la corrupción y la politiquería.

Las cortes incluida la famosa JEP deberían impartir justicia. Están politizadas y dedicadas al clientelismo de la peor calaña y de justicia pocón pocón.

Y ¿ahora quién podrá defendernos?

Anuncian que la recompensa ofrecida por el que entregue a Santrich son Tres Mil Millones de Pesos, ¿eso se le podrá cobrar a los magistrados de la JEP que lo tuvieron preso y lo soltaron?