Rio Cauca SecoDeclaro mi más absoluta ignorancia en asuntos técnicos relacionados con el diseño, la construcción y la operación de centrales hidroeléctricas. Además de saber que nada sé, sé que hay mucha gente en muchos lugares del mundo que por años se han opuesto a estas magnas obras.  Sé también que la gente qué si sabe, opina qué como fuente de generación, la hidroeléctrica es limpia, y cuando las plantas se construyen bien son una bendición. Es más Colombia es una tierra privilegiada en esa materia pues hemos logrado que un muy alto porcentaje de nuestra generación venga del recurso hídrico.

Reflexiones de Juan Manuel UrrutiaSi mi memoria no me falla, fue ampliamente discutida y protestada en los años sesenta del siglo pasado la construcción de la represa de Asuán en Egipto.  Entre otras pequeñeces la presa generó la necesidad de trasladar a Abu Simbel, el complejo de templos construidos en la roca por Ramsés II para celebrar su victoria sobre los nubios en la famosa batalla de Kadesh.

También está el caso de la represa de las Tres Gargantas en China, construida entre 1994 y 2012, que generó toda clase de preocupaciones por los efectos ambientales y culturales que resultaban de la inundación y del cambio de curso del rio Yangtsé.

En noviembre de 2010 se inició la construcción de Hidroituango.  La mayor hidroeléctrica de Colombia.  Tuvo controversia mucha.  Desde la férrea oposición de la ONG Ríos Vivos, pasando por advertencias más ponderadas de habitantes de la zona de influencia, y de ingenieros y otros expertos que en su momento, 2009 a 2010, alertaron sobre los riesgos que estaban relacionados con el proyecto.

La controversia se superó, a las buenas en algunos casos y a las malas en otros.  Muy a las malas en algunos casos.  Hay denuncias de intervenciones de grupos armados, interesados en la continuación del proyecto, se dice que porque en la presa quedaron hundidas muchas fosas comunes que ya no podrán contar la historia del conflicto.

En 2010 la Gobernación de Antioquia y Empresas Públicas de Medellín emprendieron el proyecto.  ¿Soberbia? La historia nos lo dirá.  Por ahora parecería que las advertencias eran más serias de lo que los gestores del proyecto creyeron.  En muchos casos las descalificaron porque no tenían respaldo técnico ya que provenían de los saberes ancestrales de las comunidades.

Y tenga.

Desconociendo advertencias y recomendaciones, en lugar de avanzar con precaución, EPM firmó con el consorcio CCC Ituango, constructor de la obra, el 28 de diciembre de 2015, ¡día de inocentes!, un plan de aceleramiento.

Como quien dice, “a la mierda los pastores, se acabó a navidad”.  Básicamente se trató de una decisión contable, no técnica.  Se trataba de evitar el pago de las multas que tendría que pagar la generadora por el incumplimiento de obligaciones adquiridas en venta de energía.

El 18 de abril de 2018, la naturaleza y la montaña le dieron la razón a quienes habían hecho toda clase de advertencias técnicas, y dejaron a los contadores como un zapato.

Desde ese momento Hidroituango está en crisis.  Desde ese momento las decisiones han sido coyunturales para superar graves problemas que se han ido acumulando.

En su inmensa soberbia EPM sigue tratando de convencer a los colombianos que ellos hicieron todo bien y que lo que pasó es que estuvieron de malas.  No han querido aceptar que la inocentada del 28 de diciembre de 2015 salió mal, muy mal.

A estas horas se sabe poco porque EPM no cuenta sino lo que le viene en gana.  Nos han venido con el cuento de que, en su gran compromiso con la ética, tuvieron que escoger de dos males el peor y causar un daño ambiental de proporciones y consecuencias desconocidas en Colombia. Esa es la verdad. 

Claro que EPM ha tratado de mitigar el impacto de la “secada del rio Cauca”. Claro que el agua está volviendo, pero eso no significa que el daño no está hecho.  Eso no lo sabe nadie.

No, señores de EMP, lo ético hubiera sido tomar la decisión de aceleración de la obra por motivos técnicos y teniendo en cuenta las advertencias en esa materia, y no entregarle la decisión a los contadores.

Los cien mil pescados muertos, las noches de angustia e incertidumbre de las “comunidades río abajo”, la destrucción resultante de un tejido social débil, no son culpa de una naturaleza que atenta contra el progreso, no son mala suerte, no son imponderables.

Lo que está pasando es el resultado de un modelo de gestión que antepone lo económico a lo ético. 

Los efectos de los riesgos técnicos son mitigables, el riesgo de la multa y de sus efectos fiscales es inaceptable.  Así pensaron quienes tomaron la decisión de día de inocentes en 2015.

Hoy lo único que se sabe es que Hidroituango ha causado mucho daño; a la naturaleza, a la gente y al balance de EPM. 

Nadie sabe si algún día esa obra tan cuestionada generará el primer vatio.

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