Ted Cruz
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Una vez en una conversación con el fabricante de quesos que le compra la leche a Mónica, nos comentó que, a alguna persona, no recuerdo a quien, se le habían “volteado las chupas”, significando que había salido del closet.

A Ted Cruz se le “voltearon las chupas”, políticamente hablando.

Buena parte de mi vida profesional, 24 años, entre 1988 y 1998 y luego entre 2002 y 2016 los pasé trabajando para empresas contratistas de USAID en América Latina por cinco y en África por diecinueve.  Fui director de programas de planificación familiar, de prevención de VIH Sida y de prevención de Malaria.  Luego entre 2010 y 2016 fui consultor en países complejos como Afganistán y Burundi.

Juan Manuel Urrutia

Entender el funcionamiento del Gobierno de los Estados Unidos era parte esencial de mi función.  Aprendí que la fortaleza de la democracia de esa gran nación radica en una absoluta separación del poder.  Las decisiones sobre la administración y la gestión de lo público son el resultado de consensos y a veces de imposiciones de las mayorías, entre el ejecutivo y el congreso.  El poder judicial, desde los jueces de circuito hasta la corte suprema es fundamentalmente independiente.

En los Estados Unidos hay muchas elecciones, locales y estatales.  https://www.ncsl.org/research/elections-and-campaigns/election-administration-at-state-and-local-levels.aspx#Local

De hecho, no hay, por así decir, elecciones federales, ya que hasta la elección del presidente se define Estado por Estado.  El sistema electoral norteamericano es complejo, diferente en cada Estado y aún en algunos condados.  Se elige al sheriff, se elige a la fiscal de distrito, se elige el alcalde, se elige el gobernador, se elige la legislatura estatal, se eligen los representantes a la cámara, se eligen los senadores, se elige el presidente.  El primer martes de noviembre de cada año, miles de servidores públicos se presentan a una elección.  Miles de veces esa elección resulta reñida, tan reñida que en algunos casos si la diferencia no es suficiente los dos candidatos con mayor votación van a una segunda vuelta (runoff).

Y hasta que llegó el peluquín, la costumbre era que el perdedor aceptaba su derrota, por apretada que fuera, como en el caso de Al Gore, y la democracia salía intacta de proceso electoral.

Pero llegó el peluquín a subvertir el orden.  Desde el 4 de noviembre hasta el 6 de enero, el peluquín y sus más “leales” esbirros han estado instigando a los “trumpetistas”, esa base extremista, racista, violenta, a que desconozcan el resultado de la elección de presidente.  

¿Por qué?  Simplemente porque el peluquín perdió y reconocer su derrota no le conviene.  Porque entre otras cosas, pasará de ser el presidente de la nación más poderosa del mundo a ser sujeto de toda clase de procesos penales y civiles.  Al peluquín le importa un sieso la estabilidad de la democracia de los Estados Unidos.  

El miércoles 6 de enero se reúne el congreso en pleno, es decir representantes y senadores para confirmar la elección del presidente.  Normalmente es una función protocolaria, tradicional en la que se confirma la elección realizada por los Colegios Electorales de los Estados.

Pero el peluquín y los “trumpetistas” dicen que no aceptan el resultado de las votaciones en los Estados en donde perdieron y aducen casos de fraude electoral que todo mundo reconoce como inexistentes.  A ellos noles importa.  A estas alturas del partido la verdad es lo de menos.  Al peluquín le interesa mantenerse vigente en la política norteamericana y ha resuelto que esa vigencia se fortalece gritando “foul” así no haya habido.  No será la primera vez que el peluquín resuelva, contra toda evidencia, que su mentira es la verdad verdadera.

 El peluquín ha logrado convertir al “trumpetismo” en un sector significativo dentro del partido republicano, y pretende, manteniendo la polarización hacer de esos extremismos la base de su “futuro” político.  Válido, si se hiciera con algo de decencia.  

Durante este proceso de cuestionamiento de las instituciones, el peluquín ha amenazado de promover una “primaria” para sacar de su curul a senadores y representantes que no han sido “leales”.  Otros, los cobardes de la política agachan la cabeza, ceden, se atortolan y hacen lo que mande el líder.  Y esta semana, el líder en materia de ignominia, de cobardía, de traición a los principios fundamentales de la democracia, es el senador Ted Cruz, favorito del uribismo y de la extrema derecha latinoamericana.  Se le olvidó que está donde está, porque construyó su base política oponiéndose a cualquier concesión con la dictadura cubana, defendiendo la democracia.  

Ahora, por cobarde, porque le tiene pavor de disgustar al peluquín y a los trumpetistas, el mismo adalid de la democracia asume una posición total y absolutamente anti democrática.  Pretende desconocer el resultado de una elección, a sabiendas que el resultado no está viciado, eso ya se demostró a ultranza, para complacer a los “trumpetistas” y mantener su “vigencia”.

Eso es lo que se llama la ignominia.