Le penseurA mí, eso de la ficción, no se me da muy bien que digamos. Soy malo para inventar respuestas que no conozco. Soy requesonero reconocido.

Hoy, sin embargo vamos con la ficción.

Imaginemos a dos personajes.

Juan Manuel UrrutiaEl Sapo Platanero, cercano al plátano maduro por necesidades alimenticias y el toche cucuteño.

Ambos personajes tienen eso que llaman la malicia indígena.

Malicia indígena es la forma racista y clasista de decirle a cierta capacidad que tienen los pobladores de estas regiones para inventar negocios, casi siempre turbios, cuando se presenta la oportunidad.

El Sapo Platanero, como ya dijimos es amigo del maduro, y goza como miembro de lujo de la fauna, de la protección de Dios, sólo que en su caso es diosdado el que lo protege.

EL Sapo Platanero tiene un amigo traqueto que necesita lavar Un Millón de Dólares. Se los “presta” entonces al Sapo. Este protegido por el maduro y su Dios, dado, vende los dólares en el mercado negro venezolano a una tasa de cambio de seiscientos bolívares por dólar.

Tiene el Sapo entonces Seiscientos Millones de Bolívares. Pero como es amigo del maduro y con la protección de Dios, dado, le dan una licencia para comprar dólares oficiales, a la tasa de seis bolívares por dólar. Compra entonces cien millones de dólares. Le devuelve el millón lavado y doblado, como camisa fina, al traqueto.

Le quedan si mal no estoy Noventa y Ocho Millones de dólares libres de polvo y paja.   ¿De dónde salieron? Pues de las reservas pana.

El toche cucuteño lleva una vida entera transitando, al borde de la ley, las trochas de la frontera entre Colombia y Venezuela. Compra en Cúcuta lo que está caro en Venezuela y va a venderlo en San Antonio. Para no regresarse con las manos vacías compra en San Antonio lo que está caro en Cúcuta y lo vende en Cúcuta. Si las cosas están tranquilas pasa por el puente. De lo contrario pasa por la trocha.

El toche cucuteño se pasa la vida traficando carajadas, o maricaditas, dirían por allá.

El diferencial cambiario y el desabastecimiento causados por las políticas de los amigos del Sapo, han generado oportunidades de magras ganancias en el rebusque y el contrabando.

El toche cucuteño ya no trabaja solo.

El negocio es tan bueno que se metieron las Bandas Criminales.

Pañales van, gasolina viene. Dólares y cocaína van, el Sapo se enriquece, y los mafiosos celebran.

¿Le suena, querido lector?

Para quedarse en el poder, los amigos, o cómplices de Sapo Platanero necesitan ganar una elección que ven perdida porque mientras el Sapo y sus amigos se llenan la panza el pueblo venezolano tiene hambre.

Crean entonces una falsa crisis fronteriza, pero esta vez aprovechan para eliminar a la competencia que les ha surgido a sus cómplices de las mafias organizadas, se ensañan contra miles de toches que no están matriculados con las Bandas Criminales que gozan de la protección del maduro y de Dios, dado.

Le recuerdo querido lector que esta es una obra de ficción, que los personajes son imaginarios y que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.