Juan-Manuel-2En Kenia, además de un té maravilloso, hay un café muy bueno. En Nairobi la competencia del detestable Starbucks se llama Java Café y son chéveres.

No sé cuántos cafés me tomé, en su tiempo en el Java Café en Westgate. Con frecuencia visitábamos el supermercado, Nakumatt, en donde teníamos un arreglo para promover conjuntamente mosquiteros tratados con insecticida para los turistas que se aventuraban en áreas de Kenya y África infestadas de anófeles portadores de paludismo.

Las oficinas de uno de los mayores fabricantes de mosquiteros tratados están a la vuelta de la esquina, en Westlands.

Tengo la suerte de estar en Colombia, pero perfectamente hubiera podido estar en Nairobi en una misión con alguno de mis clientes de consultoría.

Nairobi puede ser, o es, la ciudad del mundo en  donde más tiempo he pasado sin residir.

Entre escalas, viajes de placer con destino a alguno de los parques de Kenia, visitas a las oficinas regionales de fabricantes, importadores, ONGs, programas de la ONU, amigos, entre 1995 y 2010 pasé muchos días muy agradables en Nairobi.

Uno de los momentos mágicos de mi vida lo pasé en una iglesia al lado del parlamento en el centro de Nairobi, con mi hija, oyendo cantar a unas maravillosas mujeres kenianas.

Otro de compras en un mercado artesanal con Mónica.

Nunca me sentí muy seguro en el centro de Nairobi. Siempre en Westlands y en otros suburbios en donde viven los expatriados, que son muchos, y los kenianos ricos.

Si yo hubiera estado en Nairobi el sábado pasado, es posible que a la una de la tarde me hubieran encontrado en el mall, en Westgate, paseando, tomando café esperando para meterme a un cine.

Para los bogotanos es como si a uno le dijeran que esos refugios de las clases altas y de los expatriados que son el Centro Andino, o El Retiro, han sido tomados por los terroristas.

Es, en fin como la bomba del Club El Nogal.

Y si a mí me hubiera dicho un jihadista inglés que recitara un verso del Corán, me matan y listo.

Por eso me causa una enorme rabia lo que ha pasado en Nairobi. Soy incapaz de analizar. No quiero, como algunos medios, culpar a las fuerzas de seguridad kenianas por no estar preparadas.

Lamento decirlo eso es hijueputez en su máxima expresión y no resiste el análisis, ni la reflexión.

La condena, la más absoluta condena.

Estoy absolutamente seguro que la gran mayoría de los muertos de Nairobi eran gentes que hacían mucho más por la humanidad que los líderes de Al Shabab.

Muchos de ellos eran, seguramente, solidarios con las causas justas del mundo árabe.

Los mandaron matar unos cobardes terroristas que seguramente están celebrando su éxito con toda clase de excesos.

Triste que las interpretaciones del Corán se alineen  cada vez más con el lado sectario, violento del Libro.

Si hay un más allá el Profeta no debe estar contento con lo que sus escritos sectarios han terminado promoviendo.

Por suerte mis amigos no cayeron.

Pero la han pasado mal.  Muy mal