Juan Manuel UrrutiaLa crisis desatada por las amenazas del dictadorcillo norcoreano Kim Jong-un ha sido objeto de los más diversos análisis desde toda clase de ángulos. El hecho concreto es que pese a las advertencias y preocupaciones de la “comunidad internacional”, las noticias nos hacen pensar que estamos muy cerca de la explosión de dicha crisis.

No tengo suficiente conocimiento sobre la geopolítica asiática. No podría contribuir a la ola especulativa. Si me propusieran apostar, yo que soy apostador, no lo haría. No lo haría porque como soy apostador sé que uno no apuesta sino cuando sabe que tiene por los menos ciertas probabilidades de ganar. En este caso mi ignorancia es absoluta.

No sé qué motiva al tirano norcoreano a asumir una posición bélica. He leído toda clase de “análisis” que buscan explicarnos que es una posición de negociación, “el que no llora no mama “, y este chilla y patalea, pero en lugar de tirar los juguetes amenaza con tirar un misil.  He leído que la única forma de mantener al pueblo norcoreano sometido es con un país  en constante estado de guerra.  Sea cual fuere la causa o condición, lo que sí es un hecho es que la “comunidad internacional” nada puede más que rasgarse las vestiduras.

A eso apunta mi reflexión de hoy.

Finalizada la segunda guerra mundial, la comunidad internacional crea la Organización de las Naciones Unidas con el propósito de generar un foro y unos mecanismos para evitar nuevos conflictos de esa magnitud.

Desde entonces, sin embargo, no ha habido un día sin que en alguna parte del planeta haya una guerra. Desde entonces las guerras se han vuelto más horribles, las armas cada vez peores.  Mientras tanto hay que reconocerle a la ONU que ha creado toda una burocracia internacional que ha contribuido a toda clase de avances en los más diversos ámbitos, salud, infancia, agricultura, desarrollo, población, y cultura. La ONU también ha logrado algunos procesos de culminación de conflictos, ha utilizado los “cascos azules” como ejércitos de paz. No se puede decir que la ONU haya sido un fracaso, pero hay que aceptar que la ONU ha fracasado en muchos casos.

La ONU no ha logrado crear las condiciones para que cese el conflicto que enfrenta a árabes e israelíes en el medio oriente. No ha logrado detener las resultantes vejaciones a que es sometido el pueblo palestino en los territorios ocupados por Israel ni los ataques de los palestinos a Israel. La ONU no fue capaz de frenar la guerra que se inventaron Bush y Blair en Irak a punta de mentiras.  Mentiras que fueron descaradamente dichas ante la Asamblea General y ante el Consejo de Seguridad.  La ONU no ha logrado frenar las atrocidades de Sudán, especialmente en Darfur. Ni que decir de las atrocidades que atestiguamos cada día desde hace meses en Siria.

Todo esto porque la ONU depende de unos consensos de la “comunidad internacional” que nunca se logra poner de acuerdo. Siempre hay una Rusia que no quiere perder sus negocios en Siria o una China que no quiere perder su influencia en Corea o un presidente de los Estados Unidos que no se atreve a enfrentarse a lobby judío.

Aterrorizados, entonces, asistimos a la muy cercana posibilidad de que el loquito de Kim Jong-un, se despache con un par de misiles y produzca una conflagración de quien sabe que proporciones en Asia. Los líderes se rasgan las vestiduras, la ONU produce una resolución e impone unas sanciones sobre el pueblo de Corea del Norte, y de ahí no pasan.

Y la comunidad internacional sigue expresando su profunda preocupación. Alguien me decía una vez “maestro no se preocupe por el problema, ocúpese para resolverlo”.

¿Será que alguien podrá decirle eso a los preocupados líderes?