Juan-Manuel-2Cuando yo era estudiante cierto nivel de izquierdismo era atractivo.  Cuando yo era estudiante me permearon los ideales de mis profesores post Mai Soixante Huit.

Me metí entonces en el sueño socialista.

En Francia tuve un par de amigos miembros de las juventudes comunistas.

Participé en grupos de “reflexión” en donde bajo un manto de intelectualidad, estudiábamos El Capital y el Manifiesto, cantábamos la Internacional e íbamos a las marchas en Paris.

Ya de regreso a Colombia, estando en Los Andes, tuve contactos con los miembros de la Juventud Patriótica, la JUPA, eran las juventudes del MOIR, maoístas les decían.

También participé en un par de mitines de las Juventudes Comunistas, la JUCO, de donde salieron uno que otro líder del M19 y de las FARC y muchos comunistas que no creyeron en la lucha armada. En su momento la JUPA era más atractiva, menos mamerta y más romántica que la JUCO, además en Los Andes había dos o tres compañeras militantes de la JUPA que te podían hacer perder la cabeza.

De esos tiempos me quedan ciertas posiciones contestarias que hacen que muchos amigos de hoy en día me consideren “de izquierda”.

De esos tiempos también me queda el claro recuerdo de la concepción de la lucha de clases. Para el comunista ortodoxo la lucha de clases justifica todo, aún la vía armada. A los comunistas de hoy en día, como el alcalde Petro no se le ha olvidado esa lección.

La única forma de lucha que no es aceptada por ellos hoy en día es la vía armada, no porque no crean en ella, sino porque sus colegas de las FARC y del ELN se encargaron de demostrar su inutilidad y su inhumanidad

Petro ganó unas elecciones que no ha debido ganar. Las últimas administraciones de Bogotá, ambas ejercidas por alcaldes elegidos por el Polo Democrático Alternativo,  el uno inepto y el otro un bandido, dejaron una ciudad desadministrada, despojada, despelotada.  No era posible pensar que la derecha fuera a perder una tercera elección, pero en su mezquindad la derecha presentó cuatro candidatos que Petro derrotó obteniendo menos del treinta por ciento de la votación — 723 mil de un total de 2 millones 244 mil

Tenía Petro una oportunidad absolutamente única e impensable en una ciudad medianamente organizada, de demostrar que la izquierda era capaz de gobernar, esto tras dos estruendosos fracasos sucesivos.

Pero en lugar de administrar la ciudad decidió que gobernar es otra forma de asumir la lucha de clases.

Arremetió contra los contratistas privados que mal que bien mantenían a la ciudad relativamente limpia, nos sumió en un mar de basuras y dilapidó importantes recursos en un modelo estatal de recolección de basuras que no ha funcionado y no va a funcionar.

Cuando se le criticó su falta de planeación y de visión, arremetió contra sus críticos acusándolos de defender los corruptos intereses de los contratistas, pura dialéctica marxista, todos los privados son corruptos.

Dos o tres veces por semana, desde hace meses ya, en un lugar conocido como la glorieta de Siberia, sobre la vía de entrada a Bogotá cuando se viene del occidente de la sabana, veo un centenar de camiones recolectores de basuras, nuevos, con sus logos bien pintaditos, arrumados pudriéndose.

Tenía la responsabilidad de actualizar el Plan de Ordenamiento Territorial y resolvió hacerlo desde la perspectiva de la lucha de clases, presentando un POT ideológico e ilógico que afortunadamente se hundió en el consejo de Bogotá.

A punta de malos tratos y de decisiones erradas, Petro no ha logrado consolidar un equipo de gobierno que dure más de algunas semanas, no hay continuidad, no hay cohesión.

En un principio arremetió contra las concesiones por las cuales organizaciones privadas, colegios de alto nivel, administran los establecimientos educativos públicos a los que asisten más de cuarenta mil estudiantes de estratos uno y dos.

Afortunadamente, espero, aceptaron hacer una evaluación de impacto del modelo antes de desaparecerlo.

Así las cosas, Bogotá sigue bastante mal.

Aparece un movimiento que busca la revocatoria del alcalde. La revocatoria de los funcionarios de elección popular es tan democrática como su elección.  O más democrática tal vez.  Como se dijo antes Petro obtuvo algo más de setecientos mil votos, su revocatoria requiere una participación de más de un millón doscientos mil votos válidos con una mayoría absoluta de más de seiscientos mil votos por el SI.

Pero no, Petro que se hace llamar demócrata, apela a la dialéctica que le enseñaron antes de que se volviera guerrillero, o en el monte de pronto. En lugar de defender su gestión, la emprende contra el proceso.

Organiza con fondos de su campaña una revisión de las firmas que avalan la solicitud de revocatoria. Dice mondo y lirondo que el proceso de revocatoria es fraudulento, anuncia que defenderá su mandato en las calles contra las clases oligárquicas al servicio de los carteles de la corrupción que son las que lo quieren tumbar.

Hasta ahora tampoco he visto ningún argumento que defienda concretamente la gestión de Gustavo Petro en la alcaldía de Bogotá.

Quienes creen que la gestión de Petro ha sido buena, o aceptable, deben demostrarlo con cifras, con obras, con hechos.

Quienes buscan su revocatoria tienen también la obligación de recurrir a hechos y cifras concretas para demostrar su argumento.

Nuestra capital necesita ejecución, transparencia y proyección hacia el futuro.

Convertir el debate sobre la gestión del alcalde en una “lucha de clases” aplaza la solución de problemas fundamentales.

Este tipo de debate será absolutamente central en la construcción de la Paz que se está negociando en la Habana.  En este caso como en muchos otros, recurrir a las ideologías, de derecha o de izquierda, a la lucha de clases, le presta un pobre servicio a la causa.

Equivoca el camino Petro al escoger esa clase de lucha.