Juan-Manuel-26-300x270Una de las ventajas de mi “retiro” es que no hago sino cosas que me gustan.

Una de las cosas que me gustan es ayudar en temas que tengan cierto impacto en la vida de las personas, alguien le dice a eso voluntariado.

Tengo la suerte de haber sido escogido para liderar una Fundación que entre varias tareas se ocupa del bienestar de los caddies que son los que le cargan los palos a los golfistas.

Desde hace años la Fundación se ha dado a la tarea de impulsar la educación superior de estas personas.

El modelo es atractivo porque les exige a los caddies que ingresan que completen su bachillerato, para lo que se les da un auxilio y unos premios por buenos resultados académicos. A los bachilleres se les exige que se matriculen en una carrera técnica o profesional para lo que también se les da un auxilio, premios  y créditos.

Así las cosas, la Fundación tenía 70 caddies estudiando carreras técnicas y profesionales, semestralmente se les entregaban los subsidios previa entrega por parte de ellos del certificado con las calificaciones del semestre anterior.

Al comenzar el año, como todos los años, se les pidió a los caddies que presentaran los certificados, ¡oh sorpresa!

Primero cinco, luego luego seis más certificados falsos, a los que se suman diecinueve caddies que nunca volvieron a aparecer y cuyos certificados del año anterior también resultaron falsos.

De setenta beneficiarios de tan generoso programa nos aparecieron treinta personas dispuestas a delinquir.

Nos preguntamos y le preguntamos a muchos ¿qué nos pasó?

La respuesta más frecuente ha sido, ese es el reflejo del país. La historia es anecdótica y elitista, la respuesta atortolante.

Ayer me enteré que en la contratación de la Bogotá Humana sigue habiendo toda clase de entuertos y de licitaciones amarradas.

Una de esas es la máquina tapahuecos que compraron, pero no compraron sino que alquilaron, la que funciona pero no funciona.

Resulta que el contrato se hizo sin el previo requisito de licitación aduciendo que es un contrato de transferencia de tecnología, yo no sabía que uno se puede quedar con la tecnología de una máquina alquilada.

La silla vacía reporta sospechas de que en el  ICFES, se está cocinando una licitación amarrada para  favorecer a una reputada firma con el monopolio de la impresión, custodia y distribución de los exámenes de estado, la famosa prueba ICFES que todos los bachilleres colombianos presentan dos veces por año y que es la base para el ingreso a las universidades.

Ante la sorpresa, con tintes de indignación, con que los colombianos pensantes recibimos los atípicos resultados electorales que favorecieron a los endulzados, con mermelada, senadores cordobeses, los Ñoños le dicen ahora, el presidente candidato, mondo y lirondo explicó que eso que llaman la mermelada no es corrupción sino la distribución de los recursos de inversión del Estado en la que obviamente los congresistas hacen lo posible por favorecer a sus regiones.

En otra instancia, el presidente candidato, se declara orgulloso de que sus hijos no tengan negocios con el Estado y de que ninguno de sus ministros haya salido cuestionado.

Lo normal, en un país normal, es que los hijos del presidente de turno no se enriquezcan tanto que pedir sus declaraciones de renta resulte un acto terrorista.

Lo normal en un país normal es que los ministros, si sean cuestionados, pero por las políticas que implementan no por negocios sucios.

Y qué pena con el presidente, pero en la Silla Vacía al cuestionar el ICFES, se está cuestionando a la ministra de educación.

Lo normal en un país normal es que un empresario pueda tomar vacaciones con la tranquilidad de que presentó una propuesta ganadora en  una licitación y que le puede delegar la vigilancia de la tal licitación a uno de sus segundos, en  lugar de andar de la seca a la Meca tratando de que no se la rapen los corruptos.

En ese país en donde los hijos de los presidentes se enriquecen, en donde empresas que no lo necesitan cuadren las licitaciones, en donde los cupos indicativos de inversión pública se traducen en votos, de pronto lo normal es que un caddie haga trampa para que le salga un subsidio de educación, que de pronto usa para darle de comer a sus hijos.

Necesitamos un país en donde enriquecerse rápido por cuenta de papi presidente, alcalde o banquero, sea mal visto y no boleto de entrada al mundo de París Hilton.

Necesitamos un país en donde la mermelada sea para las tostadas y las arepas.

Un país en donde la corrupción sea tan mal vista que se le llame así, corrupción, trampa y no con eufemismos.

Necesitamos un país en donde la contratación estatal sea para mejorar las condiciones de quienes lo necesitan y no las de quienes contratan con el Estado.

La clase dirigente de ese país podrá entonces indignarse cuando sus caddies de golf hagan trampa para conseguirse un subsidio.