Llevo meses sacándole el cuerpo al tema de Venezuela. Las noticias sobre el sangriento avance de la dictadura del maduro y el cabello hablaban por si solas.
Pensar que la constituyente de esos miserables es el punto culminante del proceso me parece un error.
Esto apenas comienza.
Se han consolidado la mentira, la desinformación y la más violenta represión como los pilares de la estructura de poder establecida en Venezuela por una mafia de narco-lavadores de dólares controlada por el régimen cubano.
La oposición presenta unas cifras, el oficialismo otras.
Cualquiera que haya sido la participación en la farsa del 30 de julio, la ilegitima asamblea constituyente se instala hoy. Ya el maduro anunció el color amenazando a los parlamentarios que se opongan con la perdida de la inmunidad parlamentaria.
Rápidamente la Constituyente con el cabello y lo más granado del chavismo a la cabeza dará al traste con el parlamento democráticamente elegido en diciembre de 2016 y con una fiscalía que se les salió de las manos.
No habrá sorpresa cuando amparados en una legitimidad hechiza, los esbirros del régimen arrecien la arremetida de persecuciones, detenciones y asesinatos.
Quienes protestan por el hambre, la falta de servicios básicos de salud, la carencia absoluta de medicinas y el deterioro de la nutrición de millones de niños serán los objetivos militares del régimen y sus milicias.
Los hermanos Castro consolidaron la dictadura cubana en los “paredones” de los años sesenta.
Aterrorizados, los cubanos huyeron o se sometieron.
Los asesores cubanos a quienes un importante sector de la oposición acusa de ser el poder detrás del trono conocen el efecto paliativo de la protesta que tiene la metralla
Piedad Córdoba, tan vociferante ante cualquier intervención de la fuerza pública para frenar desmanes en Colombia, se regodea con el triunfo de la “democracia en Venezuela”. No queda duda ese es el tipo de régimen que desean para Colombia, ella, Petro, Robledo y demás candidatos de la izquierda.
El régimen del maduro ha endurecido la violencia en contra de la población. Sus víctimas son jóvenes que protestan porque quieren un mejor futuro. Jóvenes arrojados, dispuestos a todo y que no se van a entregar.
A mi juicio, y espero estar equivocado, la situación de nuestro “hermano país” no se resolverá pacíficamente.
Después de años de vacilaciones y de lamentables complicidades, finalmente el gobierno de Santos toma una posición firme ante semejantes horrores. Tarde. Todavía veo al dictador venezolano pavoneándose en la fallida primera firma de la paz de Santos.
¿Qué responsabilidad les cabe a los Gobiernos latinoamericanos que por años miraron para otro lado tolerando las bellaquerías de la dictadura instalada por Chávez?
Ahora, como decía mi abuela, “agárrese de la baticola que vamos a galopar” pues Colombia tendrá que apañarse la crisis humanitaria causada por miles de venezolanos a quienes como a los libios y a los sirios no les quedará más remedio que salir en busca de la supervivencia.
¿Estamos listos?