VaquitasLlevo dos semanas de silencio. He tratado de escribir sobre los temas que nos van embistiendo pero cada vez llego a la conclusión que tengo poco que decir, casi siempre porque lo que tengo que decir ya lo he dicho.

No hay nada nuevo.

Reflexiones de Juan Manuel UrrutiaEn Venezuela la porquería del maduro se acentúa y no hay solución a la vista. El extremismo de ISIS y otros sigue mostrando sus horrores. El presidente del peluquín no ha sido tocado por la investidura presidencial y muestra su falta total de capacidad para gobernar a los Estados Unidos, cada mañana en su cuenta de twitter.

Desde hace nueve años en varias oportunidades me he referido a la corrupción de nuestro sistema de justicia. A la gente no la condenan por culpable sino porque no tienen con qué pagar los veredictos absolutorios.

Desde 2014 he sostenido que los grandes electores como Mussa Besaile y el Ñoño Elías son los cerebros de la corrupción rampante que aqueja al departamento de Córdoba. No me sorprende el caso de Hernán Andrade, el presidente del enmermelado y lentejo oficialismo conservador. Debo decir que el caso de Luis Alfredo Ramos si me ha sorprendido, no logro entender por qué el tipo fue tan imbécil si pudiendo comprar a unos magistrados dejó que lo metieran a la cárcel ¿por qué no hizo como sus colegas que pagaron para que sus procesos no avanzaran como Besaile o para comprar una decisión favorable como Andrade?

Hoy vuelvo a escribir para contar un cuento que muestra la realidad de una Colombia en donde el feminicidio y otras violaciones de los derechos fundamentales de las mujeres son el pan de cada día.

Esta mañana resolvimos con Mónica acompañar al trabajador al ordeño en la finca. La faena empieza a las cuatro de la mañana. Mientras ordeñábamos, el trabajador Henry nos iba contando cuentos. Él se enamoró de una niña de 16 años cuando tenía 17. Se fueron a vivir juntos y tuvieron un hijo que hoy tiene 3 años. Su esposa que hoy tiene 22 años trabaja en una guardería de 7 de la mañana a 2 de la tarde, le pagan 300 mil pesos, menos del mínimo, y no tiene prestaciones. Ella se quiere ir a trabajar a una flora, pero Henry no la deja, “yo no la dejo irse a trabajar allá porque eso está lleno de viejas mayores y me la dañan, la cogen esas viejas mayores y le llenan la cabeza de cucarachas, esas son todas separadas”, nos dice.

Nos cuenta que los suegros se separaron, doña María, su suegra, se cansó de que el marido le cascara porque si y porque no. “Ahora andan saliendo juntos otra vez”, nos comenta, “eso dura hasta que le dé su paliza en la primera borrachera que se pegue”.

La hermana de su mujer acaba de cumplir 18 años y lleva dos años viviendo con un tipo mayor de 33 años, que tiene plata. Disque se van a casar. “Ya verá ella cuando se casen que no la vuelve a dejar salir de la casa y si se rebela le da su paliza” concluye. “Ese es igual al papá que es mulero y que cada vez que le da una muenda a la mujer le da un regalo, la primera vez fue una camioneta, hace como tres meses le arregló la terraza toda bonita, hace dos semanas la tiró escaleras abajo, quien sabe que le va a regalar esta vez”.

Yo si no soy así nos dice Henry mi papá y mi mamá no se trataban mal, ni siquiera cuando él llegaba borracho.

Henry cree que no es así y yo tengo que creerle que él no le va a pegar a su mujer. Pero me queda sonando la tranquilidad con que nos dice que él no va a dejar que su mujer trabaje donde ella quiere. Así empieza la violencia contra las mujeres, en manos de un muchacho sano que cree que él tiene un derecho de propiedad sobre su mujer.

Habrá que contarle que eso no está bien, a riesgo que me mande a freir espárragos por meterme en sus asuntos.

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