Juan Manuel UrrutiaCuando éramos jóvenes, bastante jóvenes, mi tío Pacho Vargas que era sabio y algo loco, participó en un concurso en la televisión que se llamaba Veinte Mil (si veinte mil) pesos por sus respuestas.

Es posible que haya sido el antecesor de “quien quiere ser millonario” pero serio y bueno.

El tema por el que Pacho Vargas concursó y ganó era la Historias de Amor en la Historia de Francia. Tema suntuoso.

Fuera de los rollos de Bolívar con Manuelita y del bojote Samper con la monita retrechera, la historia de Colombia tiene pocas historias de amor que hayan influenciado el devenir de la patria.

En una muy buena película biográfica sobre Sir Winston Churchill aparece una magnifica escena en un baño.

Churchill y RooseveltEn efecto según cuentan, recién pasado el bombardeo de Pearl Harbour por los japoneses, Churchill se fue a Washington a visitar a Roosevelt. No sé si se hospedó en Blair House que queda a cien metros de la Casa Blanca. De todas formas hasta el sitio en donde estaba hospedado Churchill, llegó el presidente Roosevelt. Churchill estaba tomando un baño en una magnífica tina victoriana, de esas con patas y que se llenan a baldados de agua hirviendo, fumando su cigarro y claro está jartándose un delicioso brandy de cognac.

Sostenían una conversación sobre la importancia del teatro de operaciones europeo y la invasión de Normandía. En un momento Churchill sale de la bañera y su butler le entrega una toalla que él se amarra alrededor de su enorme cintura. Los que tenemos la cintura grandecita, o mejor los que ya no tenemos cintura, sabemos el riesgo que corre la toalla amarrada alrededor de la cintura, motivo por el cual nos paseamos sin ningún empache con la toalla colada en el hombro, digo para que no se caiga.

En medio de la conversación Churchill hace un gesto grandilocuente levantando las manos y soltando la toalla que la cintura no sostenía. Queda de pie, empeloto, enfrente a Roosevelt que está sentado en su silla de ruedas. ¿Lo ven? Churchill hace un silencio y dice “As you can see mister president I have nothing to hide” (“Como puede Usted ver señor Presidente , no tengo nada que esconder”).

No sé qué tan cierto sea el cuento pero esa escena es una de las grandes escenas del cine.

Y si fue así entonces esa es una gran historia de baño que influyó la historia de la humanidad.

En Colombia, ayer se cerró el círculo del cohecho que casi no es cohecho sino mal hecho.

En efecto cuatro años después de que condenaran a Yidis Medina y a Teodolindo Cabrera por el delito de cohecho al recibir dadivas a cambio del voto de Yidis y de la no asistencia de Teodolindo a la sesión de la Comisión Primera Constitucional de la Honorable Cámara de Representantes en la que se aprobó la modificación de la Constitución para crear la figura de la reelección presidencial.

¿Para dónde va este requesón? Se preguntará Usted querido lector. Pues para el baño.

Resulta que la Comisión tiene 34 miembros. Resulta que el séptimo y penúltimo debate de la reforma constitucional que creaba la figura de la reelección sucedía en diciembre de2004 en la mencionada Comisión y si no pasaba se caía la reforma.

Resulta que unos días antes de la votación, hubo una cena en donde una representante miembro de la comisión y en esa cena 18 miembros de la Comisión anunciaron que votarían en contra por lo que la reforma se caería.

El presidente Uribe y sus ministros salieron despavoridos a conseguir los dos votos que faltaban. Tendieron las redes y cayeron Yidis y Teodolindo, ella cambió su voto, y él no asistió a la sesión.

En 2008 Yidis destapó la olla podrida. A ella, a Teodolindo y al representante Iván Diaz Mateus, quien era el titular del escaño que ocupaba Yisis y quien participó activamente en el cambio de voto, los detuvieron y fueron condenados a penas de prisión por la Corte Suprema de Justicia.

El delito era el cohecho pero hasta ayer condenaron a los que dieron las dadivas que recibieron Yidis y Teodolindo.

Hasta ahí nada nuevo, corrupción compra de votos, mermelada. Claro que alguien puede argüir que una cosa es cambiar un voto por un proyecto el ley de reforma laboral, por ejemplo, por puestos y otra cosa es comprar la reelección con notarías y otras cimas.

La noticia de la condena de Sabas Pretelt, que no es pariente cercano de cuestinado magistrado de estas semanas, que era el Ministro de Interior en ese momento en 2004, de Diego Palacio quien era el Ministro de Protección Social y de Alberto Velásquez quien era el Secretario General de la presidencia se veía venir pues si no os condenaban surgía el esperpento jurídico del cohecho de una sola pata. Lo de Velázquez es una injusticia, él tan sólo firmó, como lo ordena la ley, los decretos de nombramiento de los notarios que nombraron para premiar la “lealtad de Yidis y la ausencia de Teodolindo”. Los que dieron y ofrecieron fueron el Presidente y su dos Ministros.

Todo eso se sabe. Desde hace rato. Todo eso lo niega Uribe desde hace rato. Cosa juzgada.

Pero lo picante, lo emocionante de todo el episodio es la importancia de un baño y la de la ausencia de otro.

En efecto según el cuento de Yidis, en el pánico generado por la posibilidad de la caída de la reelección del redentor Uribe, a Yidis se la llevaron a la Casa de Nariño y el presidente mismo la llevó al baño de su despacho que seguramente estaba lleno de asesores y discípulos asustados ante la inminencia de la hecatombe institucional que para ellos era la caída de la reelección del redentor.

En ese baño, dice Yidis que Uribe se arrodilló y le rogaba que no lo abandonara y seguramente le dijo que su lealtad sería premiada. Arrodillado o no parce que el presidente se consiguió el voto que le dio la reelección en el baño de su despacho en la casa de Nariño.

Ya convencida por el Presidente, Yidis se fue a votar a favor de la reelección, traicionando el compromiso adquirido con sus colegas. Circulaban los rumores que sostenían que Yidis y Teodolindo iban a cambiar le voto. Yidis si, a Teodolindo lo convencieron de que no fuera a la sesión, tal vez para que la porquería no apestara tanto.

Cuenta Yidis que a ella la encerraron entre Sabas y Díaz Mateus en el despacho del segundo.

Los periodistas que habían oído los rumores habían invadido el corredor. A Yidis no la dejaron salir hasta que se inició la sesión, por miedo de que la volvieran a voltear. Relata ella que eso duró cerca de cinco horas y que ante una urgencia de carácter urinario le tocó decirles a los señores que se voltearan y proceder a hacer pipí en una matera.

En resumidas cuentas la reelección de Uribe se salvó con los ruegos de este en un baño de palacio y con la oportuna ubicación de una matera en un despacho, lo que evitó que Yidis tuviera que salir al baño y correr el riesgo de que la desconvencieran.

bldtr040074Me atrevo a decir que lo que empieza en un baño, en muchas ocasiones es una cagada.

Y en este caso si que lo fue. En el baño de palacio se fraguaron dos reelecciones que a los colombianos nos van a saber a cacho, la de Uribe y la de Santos que se reeligió apoyado por la mermelada repartida por Uribe para pasar la reformita y por la que él repartió para ganar las elecciones. Y todavía nos sorprendemos cuando la gente no respeta una señal de tránsito.