Juan-Manuel-26-300x270Los grandes encuentros en “las luchas” de la Arena México se promueven con el título “Máscara contra Pelo”.  En un medio en que los encuentros de lucha libre son espectáculos montados en los que los luchadores se hacen pasito, los encuentros máscara contra pelo van en serio, los luchadores luchan y el que pierde, pierde.  Ya sea la máscara o la cabellera, es decir el orgullo.

Un blogista que se dedica a los temas de la ayuda internacional y el desarrollo, Tom Murphy, publica hace un par de días un escrito referente a un debate que tiene ya varios años y que yo he seguido con especial interés.  

Se trata del debate que llevan a cabo Jeff Sachs y Bill Easterly. Aparentemente el debate ha subido de tono y estamos ante un “máscara contra pelo”.

Jeff Sachs, es un economista de la Universidad Harvard.  Hoy en día  es profesor de la Universidad de Columbia en donde dirige el Earth Institute. Desde ahí ha impulsado de forma constante una visión asistencialista de la ayuda internacional.

Después de sus fracasos como asesor de las economías de Rusia y de Bolivia, Sachs enfiló sus baterías hacia la erradicación de la pobreza mediante el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (Millenium Development Goals) o MDGs como se les conoce en el medio.

Como parte de su cruzada promovió una estrategia de ayuda a la erradicación de la malaria en África, sin tener en cuenta la sostenibilidad del modelo, mediante la distribución masiva y gratuita de mosquiteros (toldillos) impregnados de insecticida.

Ha sido el promotor y gestor de un programa que se llama los Millenium Development Villages (desconozco una buena traducción al español).

El programa se aplica en cerca de veinte países de África y fundamentalmente propone una estrategia de ayuda intensiva para el desarrollo rural integral de pequeños pueblos para lograr que cumplan con los MDGs lo que según Sachs significaría la eliminación de la pobreza.

Bill Easterly es un economista con PHD de MIT.

Trabajó durante 16 años en le Banco Mundial y hoy en día es catedrático de la New York University, NYU.  Últimamente Easterly que se ha dedicado a analizar la ayuda internacional y su impacto sobre el desarrollo sostenible.  Además de muchos artículos y ensayos Easterly tiene dos obras significativas: La Carga de Hombre Blanco y la Elusiva Búsqueda del Crecimiento.

Ambos trabajos plantean serias dudas sobre el impacto de la ayuda occidental en el resto del mundo.

En su primer trabajo, la Elusiva Búsqueda del Crecimiento, Easterly analiza por qué la ayuda internacional ha fracasado en producir desarrollo sostenible en muchos países del Tercer Mundo. En La Carga del Hombre Blanco, siguiendo las mismas tesis, Easterly va más lejos y critica los modelos asistencialistas impulsados por gente como Bon Geldof y Bono. Easterly además enfoca sus críticas con especial ahínco hacia el trabajo y la filosofía de Jeff Sachs.

Nace en ese momento un debate que ha impactado el pensamiento sobre los modelos de la ayuda internacional.

Sachs defiende una aproximación paternalista, que Easterly define como colonialista.  Según esta los países ricos y los economistas como Sachs saben qué es lo que requieren los países pobres; Easterly los llama los “planificadores” que creen que los países ricos deben imponer grandes planes a los países pobres.

Easterly cree que la aproximación correcta es la de los “investigadores” que proponen soluciones más específicas, que nacen en las bases, en respuesta a necesidades concretas.

Tanto Sachs como Easterly tienen muchos seguidores.

En medio del debate han transado expertos tan importantes como Amartya Sen, quien ha elogiado el trabajo de Easterly en general aunque lo critica por ser demasiado pesimista y por darle muy poco crédito a las organizaciones que prestan la ayuda internacional. En defensa de Sachs, el prestigioso y bastante heterodoxo economista Ha-Joon Chang, de la Universidad de Cambridge, ha rebatido extensamente las tesis de Easterly.

El debate es fundamentalmente entre dos visiones de la ayuda para el desarrollo.

Sachs y sus seguidores consideran que esta es ante todo ayuda humanitaria y debe ser voluminosa sin preocuparse por la generación de modelos sustentables.

Easterly y los suyos consideran que la ayuda para el desarrollo es ante todo eso, ayuda para el desarrollo, y por lo tanto debe construir modelos sustentables.

La evidencia reciente parecía darle la razón a Sachs. Por una parte logró convencer a la comunidad internacional, con la ayuda de los fabricantes que obtuvieron inmensas utilidades, que el único modelo posible para la erradicación de la malaria era inundar a África con mosquiteros impregnados gratuitos y masivamente distribuidos sin importar el costo.

El modelo implementado con los inmensos recursos del Fondo Global contra el Sida, la Malaria y la Tuberculosis y de la iniciativa presidencial contra la malaria impulsada por George Bush y continuada por Obama, aumentó significativamente la cobertura. Sachs cita una disminución de 50% en la mortalidad de niños menores de 5 años causada por la malaria como un resultado concreto. Esto parece ser cierto. Lamentablemente ello no significa la erradicación de la malaria, se ha ganado una batalla, no la guerra.

El programa aniquiló los esfuerzos por desarrollar programas de mercadeo social y alianzas público-privadas que tenían la posibilidad de desarrollar mercados sostenibles para los mosquiteros.

Un mosquitero impregnado dura un máximo de cinco años. Con las tasas de crecimiento de población de muchos países africanos, será necesario estar repitiendo las campañas masivas de  distribución gratuita cada tres a cinco años. ¿Qué pasará cuando, como en muchos casos anteriores, los donantes resuelvan que la malaria ya no es una   prioridad?

En los años cincuenta, siguiendo el mismo modelo asistencialista, se realizaron intensas y extensas campañas de fumigación con DDT.  Se secaron las donaciones, el DDT se volvió de mala familia y la malaria retornó con mayor ímpetu.  Ojalá la victoria reclamada por Sachs no resulte ser una victoria pírrica.

En 2013  la periodista Nina Munk publicó un libro titulado The Idealist: Jeffrey Sachs and the Quest to End Poverty. Tras años de reportar sobre el programa de los Millenium Development Villages, Munk publicó su libro en el que lista las limitaciones y fracasos del programa.

Sachs y sus seguidores demeritaron el trabajo de Munk arguyendo que eran observaciones incompletas.

En Octubre Easterly publicó una reseña del libro en la revista ReasonEn su escrito Easterly elogia el trabajo de Munk y reconoce el fracaso de Sachs.   

El artículo de Easterly no recibió mayor atención hasta que en la edición de enero de la misma revista se amplió el artículo, incluyendo una conclusión lapidaria.  Declara Easterly que el debate ha terminado, dice “la idea de Sachs de que la ayuda internacional podía rápidamente erradicar la pobreza está equivocada, es tiempo de seguir adelante”.

Lejos de aceptar que el debate ha terminado Sachs y sus amigos se han embarcado en una campaña de defensa en el poco académico y con frecuencia poco sustentado Twitter. (Hashtags   ).

A primera vista el trabajo de la periodista Munk parece ser serio.  Sachs ha dicho que es necesario esperar a que se lleve a cabo una evaluación del impacto del programa de los MDV en 2016.

No es la primera vez que Sachs emprende intensas campañas de relaciones públicas para desautorizar críticas provenientes del mundo de la academia o de los gestores de los programas de ayuda internacional y de desarrollo, los llamados “practitionners”.

Sus críticos sin embargo no recurren a estas formas. Tanto Easterly como el ex colega de Sachs Amir Attaran, Daniel Ben Ami y Nancy Holmstrom han publicado sus críticas en trabajos serios no en Twitter.

Con cifras en mano cada quien defenderá sus tesis. Lo triste es que las cifras dan para todo. Lo grave es que una mirada de corto plazo puede declarar victoria como  en el caso de la fumigación en los años cincuenta.  Lo lamentable es que mientras los académicos discuten, la pobreza y la enfermedad siguen rampantes.

A algunos les preocupa que mientras sigue el debate, los donantes sienten que deben escoger entre un modelo y otro, y quienes ejecutan los programas en el terreno se quedarán esperando la ayuda mientras se define la pelea.

En un debate cargado de ideología, me afana que en esta lucha los que pierdan la máscara, o el pelo, o ambos; sean los supuestos beneficiarios de los programas.