Juan-Manuel-2Llegué a México con mi familia hace 25 años. Me quedé seis, mi hija llegó cuando tenía doce, y estuvo hasta casi los 30.

México ha sido y es parte esencial de lo que soy.

Llegué de nuevo a México hace tres días. Viaje lleno de significados. Vengo con las tres mujeres que son mi vida, mi esposa, mi hija y mi nieta.

El propósito es que mi mujer conozca a México y acompañar a mi hija a que su México conozca a mi nieta.

Cuando vine a México en 1988, comenzaba una carrera de 25 años en temas relacionados con los programas de ayuda internacional para el desarrollo en área de salud pública.  Viviendo en México y compartiendo con colegas mexicanos y provenientes de otros países aprendí cuán importante es entender y valorar los principios, las normas y las costumbres de los países y las gentes que nos brindan su hospitalidad. Esos aprendizajes me han acompañado en mis andanzas por medio mundo.

México fue la primera experiencia y como tal fue una experiencia formadora.

Descubrí el chile, la tortilla, el albur. Leyendo a Octavio Paz aprendí que las palabras cambian de significado dependiendo de la entonación que se les da. Entrañables amigos mexicanos me explicaron que en México no es de buen gusto decir que no, que a veces la mentirilla piadosa es una alternativa aceptable, que mañana es más una respuesta delicada y amable que una promesa.

En 1988 empezaba el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, el penúltimo del viejo PRI. Cuestionado y cuestionable sexenio. Se dio el salto hacia adelante en las políticas neo liberales. Con la firma del tratado de libre comercio de norteamérica se abre una etapa de muy importantes invasiones extranjeras. La privatización de Telmex y de la banca generan un fenómeno de enriquecimiento de los empresarios mexicanos beneficiados con esos procesos, en 88 en México había dos personas con fortunas superiores  a los mil millones de dólares, en 1994 ya eran veinticuatro.

Un poco para equilibrar, Salinas impulsó un paternalista esfuerzo bajo el nombre del Programa Nacional Solidaridad y en 1992 creó la Secretaría de Desarrollo Social y encargó de su dirección a Luis Donaldo Colosio. Este se convierte en el candidato del PRI para la elección de 1994.

El sexenio de Salinas fue más un quinquenio y un año desastroso, el 94.  En efecto, en ese año, en Marzo es asesinado Colosio y el PRI escoge a Ernesto Zedillo secretario de programación y presupuesto como su candidato. Para asegurar la elección, Salinas acelera el gasto público ganando un déficit sin precedentes en la cuenta corriente de México, déficit que se financia con la expedición de los Tesobonos.

En Diciembre el frente Zapatista se toma Chiapas en la noche del cambio de Gobierno. Este hecho sumado a los asesinatos de Colosio y de Ruiz Masieu, otro influyente personaje de la vida política mexicana, generó una reacción de pánico de los tenedores de los Tesobonos. Salinas no se atrevió a actuar y su sucesor Zedillo, que tenía su responsabilidad, tampoco actuó con la presteza necesaria.  Fue el llamado “error de septiembre” y desencadenó una crisis financiera de grandes proporciones con efectos en toda la región.  Se le llamó el efecto Tequila.

Salinas, que había sido elegido en  proceso plagado de irregularidades y de acusaciones de fraude, y cuya legitimidad estaba seriamente cuestionda, había logrado algunas reformas substanciales y recuperar la credibilidad. Sin embargo, su sexenio terminó en medio de una crisis general de confianza. El liberalismo social mostró más neo liberalismo y menos compromiso social. En 1995, había en México más billonarios y más pobres, la clase media sufría las concecuencias de la crisis.

Ese es el México que dejé en 1995.

A Salinas lo sucedió Ernesto Zedillo que había sido el Secretario de Programación y Presupuesto. Luego vino el PAN primero con Vicente Fox y luego con Felipe Calderón. Se fortalce el modelo neo liberal. La inversión extranjera  aumenta, se abren las puertas a los bancos internacionales.

Pero México se encuentra con una nueva crisis. Años de tolerancia de la clase política y del Estado generan un fortalecimiento substancial de los cárteles de la droga. Las guerras entre los cárteles generan un baño de sangre que deja miles de civiles muertos. Los cárteles mexicanos asumen el control del comercio de coca hacia los Estados Unidos.

El Estado tiene que reaccionar y los gobiernos del PAN, en una sólida alianza con sus vecinos del norte, emprenden una guerra de frente.

No la han ganado.  Y muchos mexicanos han perdido.

La violencia no ha disminuido, por el contrario lo que antes era una guerra entre delincuentes se va volviendo una guerra abierta y la inseguridad se generaliza.

El México que dejé en 1996 ha cambiado mucho pero se parece mucho. El anillo periférico de la Ciudad de México tiene hoy dos pisos, se asemeja a un sueño futurista. En Reforma se han multiplicado las marcas extranjeras, hay más sucursales de Scotia Bank que de Banamex y Banamex es de Citi. En la colonia Roma donde estoy alojado se vive, se siente la globalización. No más hoy vi una chava comiendo arroz con chop sticks en un puesto callejero de quesadillas.

El primer piso del anillo periférico sigue igual.  Me late, como dirían los mexicanos, que lo mismo sucede con el primer piso de la pirámide socio económica, sigue igual. En la pujante Ciudad de México se ve la pobreza, en el Zócalo, en la glorieta de Insurgentes, no más a tres cuadras de Reforma y a cinco cuadras del lujoso hotel Four Seasons cuyo cuarto más barato cuesta trescientos dólares.

Mis cuates me dicen que pese a todo México si ha mejorado. Les creo, pero con beneficio de inventario. Yo sigo pensando que es un país mágico. Yo sigo soñando con volver a vivir en México, cuando sea grande. Por ahora trataré de entender qué es el Pacto por México que es la gran propuesta del recientemente elegido Enrique Peña Nieto.