Por estos días hace dos años estaba yo en Madagascar en una maravillosa misión que me llevó devuelta a un país al que tengo un inmenso cariño. Un país tranquilo, que anda despacito, como la canción. Se come bien, se paga poco.
Bueno, pero a lo que vinimos. Estaba hospedado en un hotel muy extraño que compartía el lobby con una distribuidora de Toyota. No era un hotel de turismo, los que allí estábamos éramos gente que estaba de trabajo, una buena parte consultores internacionales, había un grupo del banco Mundial y dos equipos de USAID, a uno de los cuales pertenecía yo.
Casi todos pasábamos la mañana corriendo de una cita a otra en un tráfico que puede ser caótico en Antananarivo y, generalmente, en la tarde, cada quien se instalaba en alguna mesa de la zona que hacía de comedor a escribir reportes, revisar notas y hacer esas cosas que hacen los consultores.
Hacia las siete de la noche, esa zona de trabajo se reconvertía en comedor y unos y otras íbamos llegando al bar al ritual de los viajeros solitarios. Un trago, una charla, un comentario del fútbol en la tele, una anécdota sucedida durante el día, una recomendación de un restaurante delicioso y nada caro.
Aquella noche el noticiero estaba dedicado a la elección presidencial en los Estados Unidos. Con ocho horas de diferencia en los USA eran las once de la mañana del día de elecciones.
Por obvias razones, en el grupo de consultores había bastantes gringos, todo mundo ponía atención y comentaba. Un colega canadiense de origen escocés, llamado Iain, con quien hice muy buenas migas, soltó una premonición que fue recibida con incredulidad por la concurrencia. Va a ganar Trump, y será el infierno.
Yo me lo tomé en serio y le pregunté que en qué basaba su lapidaria conclusión. Me dio una larga explicación sobre las debilidades de la señora Clinton como candidata y sobre el cansancio de muchos norteamericanos con la clase política. Dijo, “ven al loco ese como un outsidery van a votar por él”.
Nosotros dos nos fuimos a cenar, nos bajamos una botella de vino y un trago de “rhum épicé”, un licor que consiste en un ron añejo al que le agregan jengibre, delicioso y como decía mi mamá, “a la vez que nutre, jala.”
Muchos de los consultores seguían pegados a la tele buscando alguna señal que les diera esperanza. Nosotros nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente, muy en punto de las seis y media que era la hora a la que empezaban a servir el desayuno, estaba yo sentado tomando mi jugo de naranja cuando me dice Iain entrando al comedor, “see I told you guys and you wouldn´t believe me, the fucking lunatic won the election” (ven se los dije y no me creyeron, el loco HP ganó la elección).
Silencio. Expresiones de sorpresa. Llanto, rabia mucha entre los gringos, que estaban todos esperanzados con un triunfo de la Clinton, no porque les gustara la vieja esa sino porque no podían imaginar el triunfo de Trump.
Han pasado dos años. Durante las dos semanas que siguieron la elección en el bar del hotel de Antananarivo se hicieron toda clase de conjeturas. Todas las que tienen que ver con las locuras de Trump se han ido cumpliendo una a una. Otra que surgió más de la esperanza que de la realidad hablaba de la posibilidad que dada su incapacidad y su locura a Trump lo sacaran antes de terminar su mandato por medio del mecanismo del impeachment, eso obviamente no ha sucedido.
Por el contrario, se encuentra uno con mucha gente que amparados en cifras económicas defienden su gestión.
Llegaron las elecciones, las mid term, eran vistas como un referendo sobre la gestión del presidente.
Se confirmó la división. Tanto Trump como sus rivales a estas horas reclaman la victoria.
Seguir los resultados de las elecciones en Estados Unidos es intenso. En muchos casos el resultado se define por márgenes inferiores al 5% y a medida que van llegando los resultados de los distintos distritos la balanza va cambiando. Ya a la madrugada las cosas se han ido decantando. Cuando aún quedan por definirse algunas elecciones claves, hay resultados que ya son definitivos.
El partido republicano del presidente Trump mantiene y de pronto incrementa el control sobre el senado. A esta hora ya tienen 51 senadores y pueden ganar tres más. Eso significa que, en adelante el proceso de nominación de secretarios, embajadores y posiblemente un juez de la corte suprema será fluido para el presidente ya no necesita los votos de los “independientes”.
El partido demócrata toma el control de la cámara de representantes. A esta hora ya tienen 218 curules lo que les da la mayoría y pueden ganar hasta 20 más. Eso significa que desde la cámara los demócratas harán hasta lo imposible por hacerle la vida difícil a Trump. Notoriamente es el la cámara en donde se expiden los famosos “subpoenas”, las citaciones a los funcionarios. Es de esperarse que habrá mucho de esto. Sigilosamente, anoche en CNN se empezó a hablar de la posibilidad del “Impeachment” cuya iniciativa es de la Cámara.
Con 89 candidatas ya elegidas a la cámara, las grandes “ganadoras” de estas elecciones son las mujeres a quienes se debe en muy buena parte el triunfo demócrata. Es de anotar que hay dos jóvenes menores de 30 entre este importante grupo.
Los demócratas ganaron algunas gobernaciones controladas por los republicanos, pero, en Florida ganó el candidato republicano lo que es difícil de entender dada la importante participación del voto latino que se esperaba fuera contra las políticas migratorias de Trump, para mi que el exilio cubano, de extremísima derecha jugó un papel importante.
Otra gobernación que los demócratas esperaban ganar era la de Georgia, en donde parece cumplirse, en medio de graves denuncias de restricciones al voto, el adagio según el cual el que escruta elige. En efecto, el candidato republicano, Brian Kemp va ganado. Lo cuestionable es que el señor Kent es el Secretario de Estado del Georgia y una de sus funciones es supervisar el sistema electoral. Su rival, Stacey Adams se niega a concederle la victoria a Kemp y espera que la elección vaya a segunda vuelta ya que es posible que ninguno d los dos candidatos obtenga el 50% MAS UN VOTO requerido.
Y la anécdota, Denis Hof, propietario de un burdel en Nevada, fallecido hace un mes, ganó una curul para la legislatura estatal.