Cesar Gaviria
César Gaviria, ex presidente de Colombia.

Durante años el ex presidente Alfonso López Michelsen mantuvo una marcada reputación, la gente decía cuando López habla pone el país a pensar. Ese debería ser el rol de los ex-presidentes, siempre.

Juan Manuel UrrutiaViendo los tweets de Álvaro Uribe y sus mentiras y calumnias, oyendo la estridente voz de César Gaviria embarcado en peleas callejeras con Uribe; añora uno la opinión inteligente y cargada de experiencia de López, de los Lleras, de Pastrana.

El otro, Samper se fue a donde le correspondía, a ser el defensor asalariado del régimen venezolano, labor a penas a la altura de sus capacidades.

Por eso la propuesta de César Gaviria, presentada en El Tiempo de antier es interesante.

Nos pone a pensar.

La mayoría de las personas con quienes he conversado desde que comenzaron las conversaciones de La Habana, una vez despejado el polvero que generan los excesos retóricos de los “furibistas” y superada la politización y la utilización electoral del proceso por parte del candidato presidente, cuando se bajan las pasiones, expresan una gran preocupación por la posibilidad de una impunidad generalizada.

Ni tanto que queme el santo ni tan poco que no lo alumbre decía mi madre.

Todo proceso de paz que dure resulta en casos de “impunidad”.

Pretender que un grupo alzado en armas se vaya a someter en un proceso de paz es irreal. Acusar al Gobierno de estar sometiéndose a la guerrilla porque propone un proceso de justicia transicional no aporta nada valioso al debate.

Tenemos que entender que al sentarse a conversar, los líderes del movimiento guerrillero, esperan las menores sentencias y las mayores garantías para su retorno a la sociedad civil. Sus víctimas esperan verdad, reconocimiento y reparación. Y muchos no aceptarán más que verlos en prisión.

En La Habana se están negociando las condiciones de la desmovilización de las FARC. De sus comandantes y de la guerrillerada. Esas condiciones se determinarán en la mesa de negociación y tendrán que ser ratificadas por la sociedad, a través de un referendo.

Lo importante de la contribución del ex presidente Gaviria es lo que se refiere a los otros actores del conflicto, las fuerzas armadas y los políticos, empresarios, comerciantes y otros civiles que de una forma u otra acabarán enredados en los procesos judiciales que vayan desarrollándose en aplicación de la justicia transicional.

La importancia de la reflexión de Gaviria es que nos pone a pensar en asuntos que por años nos han revuelto las entrañas.

Sin negar sus contribuciones, su compromiso por la paz, duele ver a desmovilizados como Antonio Navarro indultado mientras generales que posiblemente cometieron excesos en la lucha contra el M19 están en la cárcel.

Nos han recalcado que en el proceso de Justicia y Paz con los paramilitares todos los jefes están en la cárcel o fueron extraditados. Que la condena mínima es de ocho años. Mientras, políticos que apoyaron o se apoyaron en esos paramilitares que están cumpliendo sus sentencias de justicia y paz pagan condenas de cuarenta años.

No hay duda entonces que la justicia transicional debe aplicarse a todos por igual, complejo pero reflexión fundamental.

En medio del debate generado por la reflexión del ex presidente la cadena radial Caracol en un muy buen espacio llamado Hora Veinte invita a cuatro miembros de la cúpula de las FARC a debatir con tres periodistas. Buena idea.

Lamentable.

Ante semejante tribuna, pudiendo ser mejores, reconocer, mostrar algún arrepentimiento, los guerrilleros escogieron su peor perfil. Cínicos. Incapaces de aceptar responsabilidades. Ellos no tienen la culpa de nada. El conflicto lo empezó el Estado colombiano ellos tan sólo ejercieron su derecho a la insurgencia. Hay Dios.

Me refiero a lo que conozco.

En ausencia del Estado en las zonas bajo su control ellos han reemplazado al ICBF y acogen en sus filas a niños y niñas para protegerlos. En la guerrilla no hay niños reclutados. Niños y niñas reclutan a la guerrilla, para que los exploten y los abusen.

De primera mano, sentado en las casas de paso a donde llevábamos a los niños y niñas desmovilizados cuando yo era director del ICBF, oí sus versiones, sus historias de reclutamiento forzoso, de cuotas, de explotación sexual y otros vejámenes.

También de primera mano en una ocasión me desplacé personalmente hasta Sasaima, en vehículo oficial del ICBF a devolverle a su padre a una niña que se había desmovilizado.  Se sospechaba que el padre era auxiliador o agente logístico de las FARC. ¿Y qué? El padre estaba en libertad y la niña tenía el derecho a volver a su casa. Esa era seguramente una hija de la guerrilla.

Hasta ahí.

Si las FARC no asumen la responsabilidad de sus actos, ni de los actos de guerra ni de las violaciones al derecho internacional humanitario, no vamos a llegar muy lejos. Los niños y niñas combatientes no han sido reclutados, llegaron al “monte” huyendo del Estado y de la sociedad. Las minas quiebra patas las colocó el ejército. Los secuestros fueron capturas. Las FARC han soltado a sus prisioneros de guerra mientras el Estado los mantiene en la cárcel. Difícil.

En su miopía, Iván Márquez, Pablo Catatumbo y Joaquín Gómez llenan de argumentos a quienes les apuestan al sometimiento y a las condenas y debilitan los de quienes creemos en la verdad, la reparación y la reconciliación.