Diada 11S 2015Hace un par de semanas ando procrastinando el tema de la independencia catalana. En ese andar y venir pedí alguna luz a mi amigo, periodista y escritor de verdad él sí, Pedro Sorela. Me recomendó la lectura de una columna de la cineasta catalana Isabel Coixet, titulada El Día de las Marmotas, publicada en El País de Madrid el 11 de Septiembre.

JMULeí la columna y sentí como ella, pero a mi manera, me maman los nacionalismos. ¡Todos!

Me aburre el nacionalismo al que trata de apelar el maduro para tapar la desesperada situación a la que ha llevado a Venezuela.

Desprecio el nacionalismo que pretende esgrimir Daniel Ortega mientras su familia se roba lo que queda de Nicaragua.

Me da asco el nacionalismo al que apela el Sarputín para embarcar a Rusia y a occidente en una nueva guerra fría en Ucrania

Me parece poco inteligente el nacionalismo esgrimido por muchos de los colombianos cada vez que nuestros vecinos el maduro y Ortega acuden a tan despreciable táctica para avanzar sus intereses.

Recuerdo que el nacionalismo exacerbado llevó a la Alemania de la posguerra de 1918 al nazismo.

Soy consciente que las luchas independentistas del siglo dieciocho requerían de nutrirse del nacionalismo. Pero si algo demostró Bolívar era que estaba por encima de semejantes nimiedades. La Gran Colombia era un proyecto que trascendía los nacionalismos y fracasó por la miopía de esos sentimientos.

Y con esos sentimientos me encuentro con las elecciones catalanas del 27 de Septiembre.

Se me ocurre pensar que el señor Arthur Mas ha resuelto acudir a anacrónicos sentimientos para reciclar un decadente proyecto político socialista.

El que Cataluña se independice me vale.

En medio de toda la discusión surge la estupidez demostrada por entrevistadores colombianos que pretenden que un tema central del debate es la permanencia del Barcelona en la Liga Española de Fútbol Profesional. Como si eso fuera importante.

Pero los catalanes resultaron mejores.

En medio de una campaña independentista intensa, se les ocurrió a Mas y sus congéneres convertir unas elecciones regionales en un plebiscito separatista, y perdieron.

Por esencia el plebiscito se gana con la mitad más uno de los votos y se pierde con la mitad menos uno de los votos. Y los independentistas, todos sumados, aunque no suman porque son muy distintos, no sacaron sino el 48% de los votos.

Lo demás son interpretaciones amañadas. Los plebiscitos no se miden por escaños, se miden por votos y fueron más los votos por partidos que rechazan la independencia.

Ojalá se hayan aprendido la lección.

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