NiñosPor múltiples ocupaciones y razones he abandonado un poco este espacio.

Juan Manuel UrrutiaLa ventaja es que han pasado tantas cosas que puede uno escribir sobre temas que uno ha decantado y sobre los que ya ha corrido tinta, mucha de pronto. Obviamente el yang de este ying es que al lector le pueda dar una pereza infinita leer un columna más sobre el maduro o la adopción igualitaria o los vacacionistas de La Habana, o las adolescentes inglesas que se fueron a Siria a matar moros y cristianos y eso por no citar sino las más notorias historias.

Por sesgo profesional arranco con el tema de la famosa adopción igualitaria.

Constitución ColombiaColombia es un país signatario de la Convención de Ginebra sobre los Derechos del Niño. Por la vía de una ley de la República expedida por el Congreso, Colombia ratificó ese tratado internacional. En derecho internacional cuando se ratifica un tratado bilateral o multilateral este entra a formar parte de la legislación. Nuestra Constitución establece que los derechos de los niños prevalecen sobre todos los demás y determina que los niños tienen derecho a una familia y a no ser separados de ella.

Fácil, la adopción es un derecho de los niños y las niñas y los adolescentes (y las adolescentas diría el maduro). Entonces la adopción igualitaria es aquella que le da igual oportunidad a niños y a niñas, blancos y de cololles como diría mi nieta Julia, grandes y chiquitos a ser colocados por el Estado bajo la protección de una familia o de una unidad parental de adultos responsables así esa unidad sea de uno, valga la redundancia.

Los homosexuales llevan años luchando por la conquista de unos derechos que una sociedad pacata les ha negado.

Las parejas del mismo sexo deben tener ante la ley los mismos derechos que las parejas heterosexuales. Soy por lo tanto partidario del matrimonio igualitario y seguir discutiendo el asunto me parece pasado de moda. Creo que toda forma de discriminación basada en la orientación sexual de las personas es odiosa. Me repugna oír a un catedrático de un sitio que pretende llamarse universidad diciendo que el homosexualismo es una enfermedad.

Pero, rechazo que se pase de la defensa de los derechos de los homosexuales a una agenda “igualitaria” propuesta por el movimiento LGTB que le exige al resto de la sociedad “derechos especiales”.

Esa agenda “igualitaria” lo que pretende es que los homosexuales tienen más derechos que los que no somos así, de pronto porque como decía un tío mío “ensayé y no me gustó”.

Si una pareja de adolescentes heterosexuales se entrega a sus físicas pasiones en el patio del recreo del colegio o en la última fila del salón de clases en la universidad, eso es una acto de exhibicionismo y los profesores les pueden decir que eso no se hace. Pero resulta que si son dos niños o dos niñas, la reprimenda es un acto discriminatorio. Si una empresa no contrata a un hombre o a una mujer porque simplemente no pasó la entrevista pos no pasó y listo, pero si esa persona declara su “preferencia sexual” y no le reciben ¿es discriminación?

Y así llegamos a la discusión sobre la “adopción igualitaria”. Primero la primaria, eso no se debe llamar la “adopción igualitaria”. Eso se debe llamar la adopción por parejas del mismo sexo. Aceptemos que las parejas del mismo sexo tienen derecho a ser consideradas como candidatos a adoptar a un niño o a una niña.

Pero lo que debe ser igualitario es el tratamiento que le debe dar el Estado a esas candidaturas. Un estado signatario de la Convención de Ginebra sobre los Derechos del Niño y de la de La Haya sobre Adopciones tiene la obligación de establecer mecanismos para asegurar que el proceso de adopción garantice la plena vigencia y la protección de los derechos de niños, niñas y adolescentes ¡no los de los adultos!

En Colombia la autoridad competente en materia de adopciones se llama el ICBF, que a su vez tiene la obligación de proteger a los niños y de restituirles sus derechos cuando estos han sido vulnerados.

Cuando un niño es abandonado o cuando se queda huérfano o cuando es explotado o maltratado o abusado en su medio familiar, esa personita debe ser y es puesta bajo la protección del Estado que se lo entrega a una institución de protección. Pero hasta ese momento el Estado no le ha restituido sus derechos, apenas lo está protegiendo. La adopción sí le restituye sus derechos, esa es la belleza de la adopción, ahí radica su importancia.

No se trata de que dos personas que se aman y que no pueden o no quieren engendrar tengan derecho a tener hijos, se trata de que unos niños cuyos derechos han sido vulnerados los puedan recuperar siendo colocados bajo la protección de seres que le van a dar el amor al que tienen derecho.

Entonces como dijo Cantinflas, no estoy ni a favor ni en contra sino todo lo contrario.

A mí me parece que la sentencia de la corte en estos días es excelente.

Todo niño tiene el derecho a ser adoptado por quien sea la pareja de su padre biológico o de su madre biológica (aquí acabé como el maduro, pero no logré resolver el nudo gramatical) y el Estado no se puede oponer a ello por razones de la orientación sexual del padre o de la madre.

No estoy de acuerdo con la reacción “igualitaria” que se rasga las vestiduras porque la Corte no determinó que la “adopción igualitaria” es obligatoria.

Pienso que en Colombia, antes y después de la sentencia de la Corte, una pareja de homosexuales deber poder solicitar a un niño en adopción pero que eso no significa que automáticamente se lo tengan que entregar. Como cualquier pareja heterosexual, las parejas de homosexuales se deben someter al proceso de adopción y el Estado debe velar porque reciban el mismo tratamiento. Habrá familias aptas y familias no aptas, la orientación sexual no pude ser motivo de ineptitud ni de aptitud automática.

El drama de los niños y niñas que van creciendo institucionalizados es, en Colombia y en muchos países escandaloso.

Estarán mucho mejor en el seno de un hogar. No podemos, sin embargo, caer en la tentación de la adopción express y mucho menos de la adopción “ideológica” o de cuotas.

Me opongo desde lo más profundo de mi corazón a que la adopción redentora se convierta en agenda ideológica libertaria o conservadora.

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