Hace meses que no le dedico una línea a semejante bestia.
Semana tras semana, en algún momento en alguna conversación alguien comenta que la situación del régimen bananero de Venezuela está llegando a su fin. El país ya no es viable, dicen. Se le acabó la plata, dicen. No van a tener qué comer dicen.
De vez en cuando alguna figura muestra su dignidad tratando de influir de alguna forma en defensa de los presos políticos del régimen. Cada vez la andanada del maduro no se hace esperar.
Y cuando la vaina se le complica, el maduro, cuál hiena traicionera, ataca, por detrás, en gabilla con diosdado y sus cómplices en las empresas de narcotráfico y lavado de dólares.
Sus aliados, seguramente también cómplices en oscuros negocios, encabezados por Ernesto Samper que recuperó sus nexos con el narcotráfico, perdidos con la caída de sus socios del cartel de Cali, se apresuran a justificar, a defender. Evo, Correa y Ortega le hacen el coro.
Hasta hace unas semanas maduro era más tilín tilín que paletas. Ladraba, gruñía se desgañitaba.
Y de pronto actuó. Inició una persecución, calcada de los peores momentos del nazismo, contra “los colombianos”.
Samper trata de explicar y luego calla, se esconde.
Santos se muestra como siempre, temeroso, asustado, escondido detrás de “las soluciones diplomáticas” y cuando se le pone el caldo a peso, hace todo un sainete de soberanía.
No es tiempo de sonar las trompetas de la guerra, dijo Santos. De pronto tiene razón.
No hay duda que Maduro la ha tomado contra los colombianos para enredar un proceso electoral que ve perdido.
A alguno le gustaría ver los aviones sobrevolando la frontera y los tanques estacionados en el puente de Cúcuta prestos a invadir.
¿Y qué? Pos nada. Los locos esos con sus horribles sudaderas que denigran de la bandera venezolana se relamerían, nada mejor para asegurar su permanencia en los negocios de narcotráfico y lavado de dólares que una “guerrita con Colombia”.
Samper feliz porque se ofrecería de mediador para buscar una salida diplomática legitimando la continuidad de sus socios.
¿Cuánto le pagarán de comisión?
Aunque la guerra no sirve para nada, la respuesta del Gobierno colombiano es débil. El primer pronunciamiento más o menos fuerte, apareció anoche. Hasta entonces y desde el jueves pasado, los colombianos hemos estado viendo las imágenes de unos seres humanos maltratados.
Mandaron a los ministros a que atendieran la crisis. El Gobierno de Colombia incapaz de defender a sus ciudadanos perseguidos y violentados por un régimen dictatorial, se apresura a recibirlos en Cúcuta y a inventar toda clase de programas para acogerlos.
¿En dónde está la solicitud formal al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a que se pronuncie? ¿En dónde un reclamo ante la OEA? ¿Para cuándo una exigencia frontal a Unasur?
Nada, quedamos sometidos a la sonrisa de María Angela que se va a reunir con una desde ya muy agresiva canciller venezolana.
Difícil saber qué hacer.
Cualquier reacción airada parecería ayudarle al maduro con su necesidad de tener una crisis que le permita no hacer las elecciones que ve perdidas, o tapar un fraude desproporcionado.
En medio de todo esto, se pregunta uno ¿Cómo será el abandono de la frontera, cómo serán de precarias las condiciones de vida de los moradores de Norte de Santander y de Arauca y del Cesar y La Guajira para que prefieran irse a la Venezuela del maduro?