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Un poco temprano para mi gusto han empezado las campañas para las elecciones parlamentarias de 2014.

Álvaro Uribe anuncia su decisión de encabezar una lista cerrada al Senado de la República.

La lista cerrada es una lista que se vota en conjunto y en el orden en que el partido o movimiento inscribe sus candidatos.

Contrasta con las listas llamadas abiertas que con el “voto preferencial” se convierten en listas unipersonales agrupadas en una “lista de partido”.

El sistema electoral colombiano es complejo.

No permite la participación de partidos o movimientos que no hayan llegado al umbral en las elecciones anteriores o que no sean inscritos por un grupo de ciudadanos mediante el proceso de recolección de firmas.

El Centro Democrático por ser un movimiento nuevo debe pasar por el proceso de recolección de firmas

Entre los partidos y movimientos inscritos se aplica el concepto del umbral y la cifra repartidora. El umbral ha sido fijado en el 3% de los votos válidos, se espera que haya cerca de 12 millones de votos válidos, es decir que el umbral estaría en los 360,000 votos.

Para ser elegido senador se requerirá entonces estar en una lista de partido o movimiento que obtenga más de 360,000 votos.

Las curules se reparten entonces entre los candidatos y partidos que hayan superado el umbral por el mecanismo de la cifra repartidora.

La apuesta del Centro Democrático es que el prestigio del expresidente halará a los demás candidatos. Con esa apuesta aspiran, dicen ellos, a lograr una participación de entre el 20% y el 30% del senado.

La lista de senado será acompañada por listas regionales de Cámara que seguramente, esperan los Uribistas, apoyen la lista de senado en las regiones.

La apuesta es arriesgada.

Soberbia de Uribe han dicho algunos analistas.

Amanecerá y veremos.

Me cuesta trabajo pensar que el Centro Democrático saque más de diez o doce senadores, lo que de por sí sería un buen resultado pero ellos aspiran mínimo a veinte y cualquier cosa por debajo de esa cifra será tratada como un descalabro.

En las elecciones legislativas de 2010, hubo un total de algo más de diez millones ochocientos mil votos. El partido con mayor votación, el Partido de la U obtuvo 2,792,944 votos y 28 curules en la que el senador 28 fue Eduardo Merlano, tristemente célebre por su destitución por un bochornoso incidente en el que estaba conduciendo su vehículo en estado de  embriaguez.

Si extrapolamos los resultados de 2010, con una base de doce millones de votos válidos, para sacar más de veinte senadores se necesitarían cerca de dos millones cuatrocientos mil votos.

Ahora bien Uribe sacó en las presidenciales de 2002 más cinco millones de votos. El resultado de 2006 puede no ser comparable ya que Uribe era candidato/presidente.

A mi más que soberbio me parece que el expresidente Uribe es valiente y que está dispuesto a jugarse su prestigio por un modelo en el que él cree, es decir por convicción.

Aclaro no me gusta el modelo.

No creo que la Colombia del siglo XXI deba caer en la tentación de la extrema derecha.

Del comunicado que el expresidente leyó, los medios resaltan que Uribe dice haber decidido lanzarse al senado a causa de “el deterioro de la seguridad, la creciente incertidumbre de la inversión, el estancamiento de la política social burocratizada, el derroche de los recursos oficiales y el abandono del diálogo popular sustituido por el riesgo de entrega del país al terrorismo y al castro-chavismo”.

Se anuncia entonces una campaña de oposición a rajatabla, al presidente Santos no le van a dejar pasar una.

Pero es obvio que en este momento, ante la pésima imagen del Gobierno, ese discurso cala.

Sigo pensando que es un discurso infundado e injusto.

La creciente incertidumbre de la inversión resultaría en una posible devaluación, lo que no ha sido el caso. Los indicadores de política social están lejos de mostrar un estancamiento. Y la entrega del país al terrorismo y al castro-chavismo es una aseveración por lo menos exagerada si no temeraria.

Por el otro lado el partido Verde, en riesgo de no llegar al umbral, que como se dijo arriba estaría por encima de 360,000 votos para el Senado, anda buscando una alianza con los Progresistas de Gustavo Petro y Compromiso Ciudadano de Sergio Fajardo para presentar listas y una candidatura de “centro izquierda”.

Sin esa alianza, tanto los  Progresistas como el Compromiso Ciudadano tendrían que recurrir al mecanismo de las firmas, para el que quedan escasos dos meses.

Esa posible alianza tiene posibilidades.

Los “mamertos” de Progresistas y de los Verdes, envalentonados con una encuesta de que la una alta favorabilidad a Antonio Navarro Wolff andan tratando de imponer una agenda más de izquierda y menos democrática que asusta. Para rematar, los progresistas exigen que la alianza anuncie y promueva un apoyo irrestricto a la alcaldía de Gustavo Petro.

Enrique Peñalosa ha estado dando bandazos. Que la alianza es buena y que hay que aceptar las condiciones.  Que no, que él no puede apoyar a Petro y que votará por la revocatoria.

En fin.

Los Fajardistas, de los cuales muchos llevan cuatro años trabajando dentro del partido, tienen pudor por los malos y poco coherentes manejos del ejecutivo del Verde, y ahora pretenden renegociar una entrada estando adentro.

Pienso que tratar de rescatar una desastrosa gestión, como la de Petro, montado en la ola de popularidad de Navarro que puede ser coyuntural, resultará contraproducente. Recuerdo la negativa de Fajardo a participar en la consulta de los verdes, en 2010, montado en una encuesta que decía que derrotaría a todos. Llegó la hora de los votos y el movimiento que habían forjado con tanto esfuerzo se hundió en el desastre parlamentario. No llegaron al umbral y chau.

Finalmente está la re-elección de Santos.

Esa campaña empieza enredada. En primer lugar se trata de una candidatura, anunciada, pero que no se puede anunciar. La Fundación Buen Gobierno, que es la que creó Santos hace años para elegirse presidente, se presenta en sociedad con un discurso ambiguo y ante las críticas y reservas de los partidos mayoritarios de la Unidad Nacional, el partido de la U, los liberales y los conservadores. Se proponen promover la reelección de las políticas de Juan Manuel Santos en un momento en el que esas “políticas” parecen ser el talón de Aquiles del Gobierno.

En conclusión, así no gusten sus propuestas ni sus tácticas, el único que parece tenerla clara es Álvaro Uribe.

Es que para hacer política ayuda tener convicciones, lo otro es politiquería.

Requesoncito: Deja mucho que desear en materia de seriedad el engañoso titular de un diario que dice “Candidatura de Uribe tiene 62% de apoyo” al reportar sobre un sondeo cuya pregunta era  “¿A usted le parece positiva o negativa la decisión del expresidente Uribe de lanzarse al Senado?”.  En efecto el 62% de los encuestados respondió que si le parecía positivo.  A uno le puede parecer positivo que Uribe se lance sin que ello signifique que uno apoya su candidatura o que va a votar por su lista.