JMU ELMOLINOEl 6 de diciembre de 1998, tras años de repartirse el botín petrolero, los dos partidos tradicionales venezolanos enfrascados en intensas luchas sectarias y fratricidas, perdieron las elecciones con Hugo Chávez.

COPEI Y Acción Democrática, se alternaron en el poder desde la caída de Marcos Pérez Jiménez en 1958. Como resultado del pacto de Puntofijo, el COPEI y AD se alternaban y se ayudaban.

Luego se fueron volviendo más ambiciosos y quisieron controlar más el presupuesto y la platica del petróleo. En 1993 el expresidente Rafael Caldera apoyó golpe de Estado que le dieron a Carlos Andrés Pérez. En 1994 Caldera salió elegido.

Ya para finales del siglo pasado, en 1998, los odios entre Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez habían generado una polarización que llevó a la caída del Puntofijismo y a la derrota electoral del COPEI y de AD, que una semana antes de las elecciones abandonaron despavoridos a sus candidatos para sumarse a la candidatura de Henrique Salas con la esperanza de derrotar a Hugo Chávez.

Y no.

Vino lo que todos los colombianos conocemos y que uno que otro requesón ha generado.

Hoy están en manos del maduro con su Chávez nuestro que estás en los cielos. The Economist dice que pese al boom petrolero más largo el Gobierno venezolano ha logrado el más sorpresivo logro de tener la economía con la peor performance del mundo.

El 7 de agosto de 2010, Juan Manuel Santos a quién Álvaro Uribe y sus seguidores creían haber elegido para que continuara con la “seguridad democrática” y para que mantuviera a Colombia al borde de la guerra con la Venezuela de Chávez, se separó de script.

El nombramiento de dos ministros, Germán Vargas Lleras y Juan Camilo Restrepo, ambos declarados críticos del segundo mandato de Uribe, enrareció la relación, el acercamiento con Venezuela fue la gota que rebosó la copa.

Quién dijo miedo

Desde esas fechas empezó una pelea personal entre el ex Presidente y el Presidente. Se fueron formando bandos. De un lado un “uribismo” cada vez más recalcitrante. De otro lado se unieron los santistas de vieja data y los oportunistas de siempre como el samperismo y el lagartismo tan bien representado por gente del talante de Roy Barreras.

Uribe y Santos siguen como gallos de pelea, allá ellos.

Lo preocupante es que áulicos, lagartos y pescadores de río revuelto alimentan la cizaña y los dos líderes lo permiten sin importarles las consecuencias.

Uribe y sus parlamentarios no le pasan una a Santos.

Santos y los suyos llegan hasta el extremo de promover un vergonzoso “debate” en contra de Uribe.

Fiscal y Procurador toman partido. Los parlamentarios se alinean y preparan munición. Los medios se relamen.

La Unidad Nacional aplaude los insultos y malos tratos proferidos contra un ex Presidente de la República por una pandilla de linchamiento encabezada por el Senador Iván Cepeda cuyos nexos con las FARC no han sido demostrado pero tampoco negados.

La senadora Valencia, la “paloma de la guerra”, del Centro Democrático pretende deslegitimar la elección de Santos en un debate que le salió mal.

En el baño turco mis amigos se vuelven agresivos e intolerantes. Haga lo que haga Santos es malo.

Que redujo la pobreza, mentiras cambió la fórmula.

Que los acuerdos anunciados son positivos, que no que las FARC no van a cumplir.

Los protagonistas de esta bronca son los que, como en Venezuela, hasta 1998, han gobernado a Colombia desde 1958.

Son los Vargas LLeras, los Pastrana, los Samper, los Santos, los Uribe, los Valencia, los Gaviria. Esos 7 apellidos cuentan 9 Presidentes.

Están los 4 del Frente Nacional que fue la versión colombiana del puntofijismo. Son 11 períodos presidenciales, cuarenta y cuatro años de la historia reciente de Colombia, cuatro o cinco procesos de paz y vaya usted a saber cuántas reforma políticas definitivas que no fueron tan definitivas.

Son los responsables de la falta de infraestructura, de la inequidad, de la corrupción, de la calidad de la educación, de la cobertura de la educación, del desastre de la salud.

En reciente conversación con dos serios analistas de la Colombia actual me regañaban por mi cantaleta sobre el “lamentable estado de Colombia”.

Me hacían caer en cuenta que Colombia ha progresado mucho en esos cincuenta y seis años. Es posible pero es que Colombia es así, progresa pese al Gobierno.

Yo estoy asustado porque empiezo a sentir una agresividad y una polarización que podría llevarnos a un gobierno populista que se cuele por entre la mermelada y las notarías.

Foto cortesía Yusuf Ijsseldijk via flickr

Gallos