Carro quemado
Escena de la manifestación del jueves 30 abril 2015 en Bujumbura. Foto: iwacu

Oyendo una sonata de Beethoven y cómodamente sentado en la silla 43 A de un Airbus A340-600 de Lufthansa, de lejos la mejor clase económica que conozco, no logro sacar de mi cabeza esa palabra.

Juan Manuel UrrutiaEl lunes al medio día recibí la instrucción de salir de Burundi cuanto antes.

Hubiera sido posible salir corriendo pero escogí salir ordenadamente.

Acabar dos o tres asuntos con el equipo con el que venía trabajando, empacar con calma y no dirigirme al aeropuerto hasta que tuviera una reservación confirmada si posible con asiento asignado y con pase de abordar impreso.

Era consciente del riesgo que implicaba tal decisión. “Cela peut se gacher en une minute“, me había dicho el director del programa que estoy asesorando.

Él había evacuado a su familia el viernes en la tarde y me confesó sentirse algo culpable de no haberme recogido en el hotel y llevarme para Kigali el mismo viernes.

Yo en cambio se lo agradecí. Me dio la oportunidad de entender.

Ya con todas las condiciones autoimpuestas, salida confirmada con pase de abordar impreso para el martes 28 a las 3 de la tarde, no quedaba más que esperar.

Y vino el pánico.

Al final del lunes, encerrado en el hotel me encontré conversando con el dueño que además es el presidente del club de golf. Me confesó su pesimismo. No me quiso comentar sus inclinaciones políticas y yo por respeto no se las pregunté, no puedo dármelas de reportero y preguntar impertinencias en nombre de la obligación de informar.

Subí a mi cuarto y empaqué la maleta, chatee con Mónica un buen rato.

Trataba de mostrar optimismo, pero estaba, debo confesar, aterrorizado. No lograba entender qué hacía yo pasando 24 horas más en medio de una situación que todo mundo describía como explosiva.

Las noticias del final de la tarde del lunes no ayudaban.

Cerraron las emisoras “independientes”, controladas por la oposición. Se conprbó que el gobierno le había entregado uniformes a milicianos interahamwe, reconocidamente viciosos durante la guerra civil y los genocidios de 1993 a 2005.

El ejército protegió a los manifestantes y no le permitió los excesos del domingo a la policía.

Esa noticia que suena buena es alarmante pues indicaría que están tomando partido y una confrontación entre el ejército contra la policía y las milicias interahamwe llevaría sin duda a un baño de sangre.

Al final de la tarde del lunes todos a quienes les pregunté decían lo mismo el centro de Bujumbura está vacío, las tiendas están cerradas, pero en la periferia las cosas están que arden.

Miré dos partidos de fútbol, sin verlos, a media noche la televisión francesa TV5 presentó un especial de 30 minutos sobre Burundi.

Presentaron los hechos crudos. El presidente quiso cambiar la constitución y no pudo. Se inventaron una nueva interpretación para justificar una tercera candidatura. La oposición no acepta el tercer mandato. A la calle. Relataron de cuatro muertos en las manifestaciones, mencionaron rumores de muchos más ocurridos en la noche cuando milicianos, supuestamente armados por el Gobierno irrumpieron en las casas de la gente en los noche del domingo en los barrios en donde las protestas habían sido más fuertes.

Luego vino un debate entre un líder de la “sociedad civil” que vive en Paris y el embajador del gobierno de Burundi en Francia.

El opositor dijo “Burundi se encuentra en estado de pre-genocidio. Se están repitiendo las escenas, las acciones y sobre todo los actores del genocidio de finales del siglo pasado”.

Luego se enfrascaron en un debate de una violencia que yo hacía rato no veía. Y pensé si estos dos son los líderes educados y se tratan con tanto odio, con tanta sed de venganza ¿Qué esperar del pueblo?

La mañana del martes seguía en el mismo tono. Vete al aeropuerto temprano me aconsejaron y así hice. Documenté de primero y me metí en cuanto pude a la sala de espera allí me sentía un poco más seguro. En cuanto llamaron a bordo fui el primero. Cuando llegué a la escalerilla del avión se me salieron las lágrimas de emoción de estar vivo. J’ai cru que j’allais y laisser ma peau le dije en el último chat a mi colega Eraste.

El vuelo de Bujumbura a Kigali era en un 737-700 de Ethiopian Airlines. Repleto. El setenta por ciento de los pasajeros eran mamás con niños, algunos papás. Como me había subido de primero los vi desfilar a todos, no podían esconder el miedo tras sonrisas falsa y gestos de buenas maneras. Me dieron lástima esos chiquitos que ven su años escolar truncado, esos adolescentes que dejan amigos.

Las cifras hablan de miles y miles de refugiados pasando las fronteras con Ruanda, Con el Congo, con Tanzania.

El regreso me lleva de Bujumbura, Kigali Addis Ababa Jeda Frankfurt Bogotá. Kigali y Jeda eran sólo escalas pero cada una le agregó por lo menos hora y media a un ya de por sí largo viaje, en total 42 horas puerta a puerta.

Mucho tiempo para pensar.

Estoy medio loco.

Ya ando pensando que tengo que planear estar de vuelta para comienzos de Junio.

Más información en francés: IWACU