JMU El MolinoEl campeonato mundial de fútbol es una fiesta universal.

Se trata de que la gente goce el deporte que más adeptos tiene en el mundo.

Es ante todo un evento deportivo.

Hay equipos que ganan y celebran, hay equipos que empatan y celebran, hay equipos que pierden y la gente la pasa mal, se ponen tristes.

En Chile y en Holanda, los dos primeros clasificados a la segunda ronda ayer hubo celebraciones, importantes.

Dos equipos que jugaron bien y que le pasaron por encima al actual campeón que estuvo irreconocible. Supongo que ayer celebraron los hinchas, en Santiago y en Amsterdam, y no más.

Hoy juega Colombia.

Puede clasificar si gana.

Es motivo de alegría para nuestro país. El presidente que ya no es candidato sino re electo se fue a ver el partido.

La selección de Peckerman ha logado generar una fiebre colectiva, hoy amanece el país de amarillo, listo a gritar los goles nuestros y a sufrir cada jugada de riesgo de un contario peligroso. Eso es el fútbol

¿Por qué carajos entonces tengo que amanecer angustiado a ver como cuadro el resto de mi día? ¿Por qué carajos entonces tenemos que amanecer con una ciudad militarizada y en ley seca? ¿Por qué diablos los hinchas de un equipo local resuelven “celebrar” los 65 años de su fundación saliendo a las calles a cometer el delito de asonada, a destruir y a agredir?

No entiendo.

Me duele pensar que lo mejor hubiera sido que Colombia no clasificara para el tal mundial, con eso hoy estaríamos viendo otros partidos de fútbol y yéndonos a cumplir con nuestros compromisos sin el temor de tener que atravesar una zona de guerra.

Me duele esperar que las fuerzas del orden repriman con toda la severidad las “celebraciones” de la victoria o las “protestas” por la derrota.

Me duele pensar que un país que elige presidente en paz, que produce resultados electorales en media hora, no esté preparado para vivir un campeonato mundial de fútbol en paz.

¿Quién nos entiende?

Ley Seca en Bogotá